ayudando a mamá

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Quien dijo que la maternidad era un cuento de hadas probablemente estaba drogado, o tal vez lo decía un hombre.

Los primeros días solía ser menos complicado. Podía ir al baño, cocinar, bañarse y muchas más cosas pues Daryl tenía su permiso parental y él era muy buen padre. A pesar de que ninguno de los dos habían convivido con bebés antes esto parecía ser una tarea sencilla.

Hasta que Daryl tuvo que volver a trabajar. Se iba a las 8 y cuarto de la mañana al taller, regresaba casi a las 9 de la noche; cansado, sucio y directo al sofá.

Tampoco lo culpaba, estar bajo el sol muchas horas del día debía ser agotador, trabajar con aceites, suciedad y clientes despostas tenía que ser una tarea difícil. Pero ella también tenía una.

Cuando se sentaba a comer después de horas sin hacerlo el llanto de Norman la alertaba y tenía que poner en pausa su única comida del día. Andaba con vómitos de reflujo por toda la casa porque no tenía tiempo de cambiarse. Hacer las tareas del hogar se hacía en pausas porque su bebé necesitaba de su atención.

Un día, cuando nadie estaba en casa, Norman comenzó a llorar con fuerza. No aceptaba la tetera, no tenía sucio el pañal, no parecía querer dormir. Su pequeña cara suave se volvía roja y parecía que la garganta le dolería con tales gritos.

Felicity quiso llorar con su bebé, se sintió tan inútil, tan estúpida. No sabía si merecía ser madre, no podía tranquilizar a su bebé con casi dos semanas de haber nacido.

Recordó que tenía anotado el número de la señora Laurie, quien estaba en el coro de la iglesia aquella vez que llegó a ir. Estaba entre hablarle a ella o a su mamá, y claro que no le hablaría a la mujer que no había ido a verla después del parto.

La señora Laurie tenía 5 hijos, entonces pensó que eso podría funcionar. Con lágrimas en los ojos y un nudo en su garganta alcanzó su teléfono y buscó entre la lista de contactos hasta encontrarlo.

El timbre sonó varias veces dándole tiempo de dejar a Norman en la cuna aún llorando y alejándose para que la mujer pudiera escucharla con facilidad.

—¿Hola? —contestaron del otro lado.

—¡Señora Laurie! —habló apresurada Felicity.

—¡Felicity, cariño! —respondió con dulzura —¿Está todo bien? ¿Tu bebé es el que llora?

—Ha llorado casi toda la tarde, no sé que hacer —contó Felicity poniendo su mano en la frente, conteniendo su llanto —Mi marido está trabajando y no quiero agobiarlo. Lo siento por molestarla, no tenía a quién más hablarle.

—¿Y él está bien? Puede estar enfermo, ¿tomaste su temperatura?

—Sí, varias veces y está bien. Comió, su pañal está limpio, no ha dormido —explicó tomando sus sienes —No sé que hacer.

—¿Le sacaste los gases?

—Yo... Maldición, muchas gracias eso debe ser.

—Cualquier cosa que necesites, cariño. No juzgamos a las madres primerizas, Dios te bendiga.

—Igualmente.

Y colgó corriendo a donde Norman estaba, puso su cabeza en su hombro y dio palmadas en su espalda hasta que sonó ese pequeño y tierno eructo.

Entonces ahí le tocó a Felicity llorar.

🍼⃤🍼⃤🍼⃤

Cuando Daryl llegó rápidamente notó que algo andaba mal. Tal vez era porque la mesa estaba sucia, o los sartenes seguían en la estufa. Podría ser también que el silencio reinaba en la cabaña o que nadie había llegado a recibirlo.

𝒜𝓃𝓉ℯ𝓈 𝒹ℯ 𝓆𝓊ℯ 𝓉ℴ𝒹ℴ ℯ𝓂𝓅ℯ𝓏𝒶𝓇𝒶  ♡ daryl dixon ♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora