Uno

1.4K 97 41
                                    

Todo empezó en una mañana calmada; los rayos del sol alumbraban mi habitación, sonaba la radio diciendo que sería un bonito día, los pájaros cantaban bonitas melodías. Pero toda esa tranquilidad se esfumaba cuando mi querida madre pegaba el grito del siglo. 

 Casi siempre me levantaba de mal humor por culpa de ella. Ya no la soportaba; no había hecho más que fastidiarme desde comenzó a insistirme en yo debía trabajar y cuidarla a ella. Al principio no me molestaba, pero un día llegó a colmarme la paciencia y ahí nuestra relación madre e hija, se rompió. Siempre me pregunté por qué empezó a actuar así...

― ¡Ally, tengo hambre ve a comprar pan! ―gritó y yo gruñí molesta, no había ocasión que no me dejara de molestar.

― ¡Por favor mamá, ve a comprarlo tú; apenas me estoy levantando! ―grité levantándome con pocos ánimos y caminando con pasos de tortuga hacia el baño para ver mi rostro de loca zombi que tenía. 

― ¡Ally esa es tu obligación! ―continuó.

― ¿Por qué no dejas de joderme? ―le pregunté. A veces llegaba a pensar que se aprovechaba de mí; típicas estupideces que se viene a la cabeza cuando eres un joven sin experiencia.

― ¡No me hables así, Ally...soy tu madre! ―gritó molesta. Ella tenía razón, pero a veces yo no podía calmar mi cólera.

― ¡Pues si eres mi madre, deberías hacer algo por mí o por lo menos fingir que te importo! ―contesté igual. Y ahí iba de nuevo su sermón de todos los días, la cual ya estaba cansada de escuchar y lo más tonto es que ya me lo sabía de memoria.

Mi madre se acercó a las gradas para que la escuchara mejor. 

― ¡Ally Miranda Ramírez me vas a respetar o verás cómo te irá, yo soy tu madre y me debes respeto...! ―gritaba mientras yo me iba a arreglar; me colocaba un atuendo negro, siempre me gustaba vestir así; no era que estuviera de luto, ni tampoco una rebelde, sino porque me gustaba ese color, aunque muchos comentaran que yo era loca.

Mi madre seguía dando su sermón mientras salía de la habitación, ya arreglada para ir a trabajar.

― ¡Yo te tuve nueve meses en mi panza, te di alimento y todo lo que necesitabas y así me pagas...! ―esas peleas constantes eran un dolor de cabeza para mí. Era algo realmente tóxico.

Bajé a donde estaba ella y aunque tenía hambre preferí mejor salir de ahí y hablarle fríamente. -Bien, lo que tú digas-. Y por último dirigirme a la puerta.


― ¡Ally no me dejes hablando sola! ―gritó enojada al notar que me iba, mas no la escuché, cerré la puerta y me fui. 

Me cansaba escuchar lo mismo, por eso me iba de la casa para ir a ver a Esteban o ir a la tienda de tatuajes. Muchos pensaban que yo no amaba a mi madre, pero se equivocaban; la sigo amando a pesar de todo, pero solamente me faltaba comprender la situación.

*** 

Llegué a la tienda de tatuajes; sin embargo, antes de eso compré un pan de jamón y un jugo en la despensa. Entré con la cara molesta y Esteban lo notó. 

―No me digas, ¿tu madre te volvió a dar el gran sermón? ―comentó mientras preparaba unas agujas y aparatos para comenzar a trabajar. Yo me senté rápidamente en el sillón que teníamos para la gente que esperaba su turno para tatuarse. 

―Me desespera ―contesté recostándome como si fuera mi casa, la verdad ese trabajo lo tomé más como mi hogar y junto a Esteban me sentía mucho mejor. 

Ella Es Adán| Una Locura Por Amor [Volumen 1]| DISPONIBLE EN AMAZON #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora