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[ "Y entonces, lo sentí sentí el poder acoplándose a mis venas. Sentí el poder inundando mi sistema como ácido corrosivo. Como una toxicidad dañina y deliciosa". ]

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No me gusta esto. La maldita sensación que me grita que todo se irá a la mierda. La maldita sensación que ruje que la decisión que estoy tomando traerá graves consecuencias. Todo grita peligro y caos. Todo me grita detente y espera. Todo parece tener un jodido cartel de advertencia en neón, sin embargo, no permito que nada me frene, no permito que nada me detenga.

Rápidamente busco mis llaves, tomo el celular y corro a mi cuarto.

No dejaré que lastimen a los que amo. Eso no pasara.

Sin pensármelo demasiado me cambio velozmente de ropa, deslizándome en un vestido negro de tubo con tiras gruesas. Mis pies no vacilan cuando me meto en un short de panty oscuro, donde escondo la navaja que me regalo la Catalina en una funda de muslo -que anteriormente me había prestado-. Voy a mi espejo y suelto mi cabello. Los mechones chocolate caen por mis hombros desnudos y ajusto las tiras de mi vestido escondiendo el pequeño celular en mi sostén.

Mi reflejo sigue luciendo amoratado y magullado, no obstante, no permitiré que me vean vulnerable de ninguna forma. Alzo el mentón, tomo mi esponja de maquillaje y escondo mis cicatrices y heridas. Mis pestañas son rizadas y oscurecidas, mis párpados son teñidos de brillo oscuro y mis labios van de un tono cereza.

No me verán flaquear, no pueden verme flaquear...

El mensaje que me cita ya ha llegado y fue lo bastante claro y conciso. Me quieren en la calle diagonal a mi apartamento a las diez en punto. Si abro la boca le cuesta la cabeza a mi padre.

Aprieto mis puños con rabia y cierro mis ojos, inhalando y exhalando despacio. Intentando mantenerme serena, para no rememorar una y otra vez las amenazas que han lanzado.

Aun me quedan algunas horas y decido que debo ocuparme de un asunto rápidamente. Tomo mis llaves, cierro mi apartamento, desciendo al vestíbulo y salgo a la calle. Me monto en mi moto, dirigiéndome a la primera tienda comercial que encuentro.


(...)

Cuando regreso a mi apartamento lo primero que veo es el auto del Matías. Esta estacionado frente al edificio y mentiría si dijera que todo mi sistema no se ha vuelto más que llamas.

Tomo una respiración, aprieto mi casco entre mis dedos y entro a la recepción. El guardia de la entrada me sonríe ampliamente, incluso se ve aliviado cuando mi figura aparece en su campo de visión.

Mis ojos se deslizan al castaño que parece a punto de matar a alguien mientras mantiene el celular en su oído. Sus ojos grises me recorren de arriba hacía abajo y mi vientre se tensa.

—Olvídalo. Esta aquí —corta la llamada, guardando el celular en su bolsillo trasero y se acerca.

—Señorita, el joven la estab...

UN HUEÓN PELIGROSO (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora