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Yo sé que fallé.
Que no fui lo que esperabas, baby.
Perdóname.
Vine a pedirte que...
Empecemos de cero.
Que entre tanta gente en el mundo… Contigo me quedo.

Sin respiración

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Sin respiración. Por una fracción de segundo fui privada por mí misma de algo demasiado sencillo. La boca se me seco y las palmas comenzaron a sudarme. 

Estaba aquí… 

Lo primero que hice fue examinarlo. Mantuve la puerta abierta mientras mis ojos recorrieron su cuerpo. El Matías lucía malditamente bien a pesar de que traía unos sencillos pantalones deportivos y una polera verde con dibujos abstractos. Un gorro azulado estaba echado hacía atrás y hoy no traía su piercing. ¿Cómo es que podía ser el líder de una maldita organización y verse como un hueón sacado de un anuncio de universidad gringa?

Ante ese pensamiento no pude evitar reparar en lo joven que era… ¿Quién mierda pudo ser capaz de someter a un niño para orillarlo a verse en la situación en la que ahora vive? Me resultaba un hecho completamente inhumano y cruel. 

Infle mi pecho, buscando aire. 

Era increíble la manera en la que solo un vistazo de él podía exponerme. Hace tan solo minutos mi principal deseo se basaba en hablar sobre lo que estaba pasando. Enfrentar las realidades y exigirle que fuera sincero conmigo, pero ahora… lo único que lograba hacer con total claridad era mirarlo. Por un momento se me olvido hasta como pensar. 

Sus ojos grises me examinaron con una parsimonia tortuosa. Recorrieron mis piernas desnudas enfundadas en el short verde, ascendiendo a mi polera negra y finalmente a mi rostro. El Matías parecía estar buscando indicios de algo. Quizás de inquietud, miedo o alguna señal para comenzar con las preguntas, aunque también me estaba observando como si… como si quisiera tirarme contra la pared y besarme. Había aprendido a reconocer sus miradas. Por lo que pude identificar un loco y oscuro deseo apoderándose de la marea gris en sus iris. 

—Hola. —Le dije, mordiéndome el labio de manera nerviosa y abriendo completamente la puerta para que pasara. 

¿Por qué chucha me temblaban las piernas? Odiaba ponerme de esta manera. Odiaba sentirme tan expuesta. Nunca me había abierto tanto a los ojos de un hombre. Pero el Matías… este hueón parecía leerme y detectarme como nunca nadie lo había hecho antes. 

—Mierda… —Soltó el aire entre dientes, como volviendo a la realidad. —¿Estás bien? Estaba malditamente preocupado.

Lo noté. Todo su cuerpo pareció cargado de alivio después del recorrido que hizo en mí. Sabía que estaba preocupado. No lo dudaba y es por eso que mis muros inútiles de orgullo cayeron de manera abrupta. Por lo que soltando un suspiro, me arrastré hasta él y tomé su mano entre las mías. Lo empuje hacía dentro y apenas cerré la puerta, me puse en puntillas. Hundí mis dedos en sus omoplatos y lo abracé. La sensación de seguridad fue automática. Mi piel se erizo, calentándose a un ritmo acelerado. El músculo dentro de mi pecho comenzó a correr furioso y pude sentir al del Matías igual cuando rodeo mis caderas con sus manos y pego su nariz a mi cuello. 

UN HUEÓN PELIGROSO (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora