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Desearía poder fingir que no te necesito. Pero cada caricia es como oh la la la. Es cierto la la la. Oh, debería estar corriendo. Oh, me haces venir por ti.

Felipe:

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Felipe:

La puta cabeza iba a explotarme. No soportaba un minuto más en esta habitación. Si el maldito de Desfaur no se callaba iba a ponerle un puto balazo en las pelotas. Me tenía hasta el culo hablando de mierdas sin sentido. Martín Gallardo -el cabecilla de la zona centro-, parecía estar en la misma situación que yo, así que carraspee. Todos los hombres reunidos en la habitación me observaron y el silencio se produjo.

—Nos estamos yendo por las ramas, caballeros. —Hablé, frenando la conversación que mantenía el canoso de Desfaur sobre que el tráfico de mujeres proporcionaba ganancias exorbitantes. Era un maldito viejo enfermo, que no tenía opinión aquí. Era un simple socio que se creía con privilegios porque era enviado para intercambiar información. Solo era invitado porque el cabecilla del sur era su primo. Juraba que si seguía hablando de esa huea iba a rebanar su garganta. —A lo que vinimos.

Los ocho hombres que aquí se encontraban asintieron. La mayoría de ellos eran los cabecillas de las zonas del país. Los encargados de administrar a los subordinados en las ciudades de sus respectivas zonas y proporcionales la droga y los servicios a los demás. Al final del día todos tenían que rendirles cuentas a Poblette. El único líder de la organización.

Inhalé con fastidio, recorriendo mi mirada por el lugar.

Gallardo, quizás el hombre que más años tenía en el negocio y uno de los más respetados después del Matías, rasco su pronunciada barba y le dio un trago a su vaso de ron. Nos encontrábamos en Osiris. La propiedad oculta y que más dinero generaba al Matías en la ciudad. La zona VIP era el lugar perfecto para la reunión de socios y proveedores.

Sillones de cuero negro y blanco se esparcían por la amplía habitación. Una barra de aproximadamente diez metros daba la vuelta al sitio y grandes pantallas nos proporcionaban imágenes de lo que sucedía en el lugar. Visualicé a dos hermosas mujeres sirviendo copas a los hombres y luego de que estos repasaron sus culos y tetas descaradamente, las dejaron retirarse. Viejos asquerosos. Malditos repugnantes. Apenas podían con sus flácidos penes y se creían los dueños del mundo. Hice una mueca de asco, dándole un trago a mi vaso de whisky y me levanté, captando nuevamente su atención. Les dedique una seña a dos de los guardias -que eran hombres de confianza-, y se encargaron de custodiar la entrada para que nadie nos molestará, ni escuchará.

—Dos cargamentos de cocaína fueron enviados directamente de Perú esta semana. —Comencé, mirando a todos los presentes. Ellos mantuvieron sus traseros en los sillones, mientras yo me alzaba en mi altura en el centro de la habitación. —Y tres de sativa fueron repartidos en el centro y sur. Como todos saben nuestro fuerte es el norte, pero incautaron diez kilos de sativa esta semana y allanaron el laboratorio de Arica. —Les informé. Habían sido unos días del asco. Alguien nos estaba saboteando y los ataques a nuestra gente habían aumentado. —En conclusión, fue una mierda de semana y tenemos que aumentar las fuerzas en Arica, Coquimbo y Parinacota. ¿Qué mierda esta pasando con tu gente, Ortiz? —Me dirigí al gordo hombre que se mantenía al lado de Gallardo. Era el encargado de la zona norte con Pedrero... —La jodida policía masacro a doce de tus hombres. ¿Qué sigue? ¿Incautar toda la maldita droga? Estamos perdiendo plata, hueón. Millones por tu guardia baja.

UN HUEÓN PELIGROSO (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora