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Cariño, dime. ¿A quién amas ahora? Quiero saber la verdad. ¿A quién amas ahora? Sé que es a alguien nuevo.

Los golpes en mi puerta me aturdieron

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Los golpes en mi puerta me aturdieron. Gemí frustrada dándome vueltas en la cama. Mi celular no dejaba de sonar y abrí los ojos con la rabia fluyendo en mis venas.

Había dormido como las hueas, pensando en pura mierda. Recordando el bendito mensaje con la foto...

Contesté, restregándome los ojos con fuerza. Era el guardia del edificio.

—Buenos días, Samantha. Perdone que la moleste tan temprano, pero la señorita Talía paso corriendo hasta su piso. No la considero una amenaza, pero como teníamos ordenes de avisarle antes de dejar pasar a cualquiera....

¿Qué? Oh cresta...

Le agradecí de forma apresurada y me levanté de la cama tan solo en mi polera de tiras y unos shorts.

Hueón, eran solo las ocho de la mañana. ¿Qué cresta le pasaba a la rusia?

Caminé hasta mi puerta y la abrí. Antes de poder procesarlo la Talía se me tiro encima, apretándome entre sus brazos. Jadeé.

—¡Mentirosa de mierda! ¡Maldita bastarda! ¡No sabes lo asustada que estaba! —Me gritó. —¿Por qué chucha me mentiste? Estuviste en Santiago todo el tiempo, hueona. No me hagas nunca más esta huea.

Fruncí mis cejas, apartándome de su cuerpo para mirarla. Estaba algo despeinada. Su falda y polera arrugadas, incluso olía como a... ¿perfume de hombre? ¿What huea?

—¿Qué? —Abrí la boca, impactada.
—¿Cómo? Yo...

Me apunto con un dedo, callándome.

—¿Por qué no confiaste en mí? ¿Por qué me dijiste que te habías ido a Conce? ¿Por qué me mientes? Soy tu amiga, hueona. Anoche casi me volví loca y...
—Se freno de repente, mirándome la cara. Sus ojos se abrieron como platos y me agarro de los hombros. Me zarandeo. —¿Qué chucha te paso? ¡Tu cara!

Sus ojos se llenaron de lágrimas y comencé a negar antes de que pensara más hueas de las que probablemente estaba maquinando.

Esperen... ¿Cómo conchetumare sabía que nunca me fui a Conce? ¿Por qué estaba actuando como una maldita loca? ¿De que me perdí?

—Tali, hueona. —La llamé, temiendo que anduviera en el limbo de sus maquinaciones. —Respira.

La rusia negó. Cuando le entraba Satán, le entraba.

—¿Qué te hicieron? —Lloró, sorbiendo los mocos. —Por favor, háblame.

La abrace otra vez, mientras temblaba en mi pecho. Mi corazoncito dolió al verla tan asustada por mí.

—Tranquila. Estoy bien, lo juro. —Sequé sus lágrimas, y la tomé de la mano para sentarnos en mi sillón. —Unos hueones... se metieron a mi casa. Gente que solo quiere vengarse del Matías. Intenté defenderme... —Recordé el episodio con amargura. —Pero el hueón fue más fuerte y me dejo así.

UN HUEÓN PELIGROSO (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora