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Haces que parezca mágico. Porque no veo a nadie, a nadie más que a ti. Sabes que nuestro amor sería trágico...

—Y dale con la niña—respondí, entornando mis ojos

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—Y dale con la niña—respondí, entornando mis ojos. Sonreí, cruzando los brazos sobre mis pechugas.

Estando frente al Matías me di cuenta que en realidad me superaba por varios centímetros de altura. Me veía enana a su lado. El hueón era alto, con sus brazos bien definidos y unos ojos dignos de atención. Grises muy claros. Como un felino.

—No, ya no le doy. Me queda más que claro que no eres una niña —dice, mirándome el cuerpo de arriba hacía abajo.

Maldito degenerado, ah.

—Me alegro. Y gracias por eso... por dejarnos entrar —me rasqué la cabeza, mirando a mis amigos. Ellos estaban con caras de: ¿qué chucha la Samy? mientras me lanzaban miradas curiosas.

—Hola, Mati.

Mire sobre mi hombro cuando una mina en unos pantalones sumamente ajustados y un top rojo se nos acerco desde la fila VIP. Antes de darme cuenta el hueón envolvió su mano en mi cintura, apartándome suavemente para dejar pasar a la mina y una pareja que venía detrás. Mi cuerpo entero se tensó ante su tacto. El Matías se dio cuenta, porque rápidamente se alejó, devolviéndole el saludo a la hueona que lo miraba como si él fuese el último pan en la faz terrestre.

—No es nada, Samantha —me respondió, mirándome —Solo cuídate allá dentro. Pásalo bien.

Entonces, guiñándome un ojo se apartó de mí y desapareció de mi vista por un acceso de personal. Me quedé perpleja.

¿Qué mierda fue todo eso?

—Hueona. ¿Quién mierda es ese papacito y de donde lo sacaste? —me tomó del brazo la Yasna, apenas llegué donde estaban. Caminamos por un pasillo, mientras oíamos como la música aumentaba cada vez más.

—Conchetumare, Samy Samy. Ese hueón estaba entero de papoh. Nos dejo pasar por ti —agregó la Talía, poniéndose a mi lado.

Entorne mis ojos.

—Es el mino del uber. El que me llevó a la casa la otra vez. Se acordó de mí y me dejo pasar. Fue buena tela, no más.

—¿Buena tela? Lo dudo, hueona. Acaba de perder casi ciento cincuenta lucas solo por ser "buena tela" —murmuró la Tali.

El Diego alzó una ceja, preguntando:

—¿Qué?

—Las credenciales VIP valen más de treinta lucas —aclaró el Marcelin.

Mi boca se abrió. Oh mierda.

—Y se renuevan cada dos semanas
—agregó.

Se había pasado ese hueón. Esa fue demasiada buena onda...

UN HUEÓN PELIGROSO (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora