17 🔥PARTE I🔥

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Sino te gusta el infierno... ¿Por qué caminas con este demonio?

 ¿Por qué caminas con este demonio? 》

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Talía:

Juro que no lo comprendía. No lograba hacerlo. El culiao no se daba por vencido. No se hartaba de mi mal humor. De mis malos tratos ni de mis menosprecios. Era persistente. Incluso llegaba a pensar que no tenía orgullo. Y eso... me frustraba.

Sí, el hueón me hacía reír. En serio que lo hacía. Se las ingeniaba para sacarme una sonrisa hasta en los momentos menos indicados. Era un perfecto blanco para mis bromas crueles, soportaba mis chistes distorsionados... y ¿lo peor? Es que compartíamos la misma clase de sentido del humor añejo e hincha huevos. Tenía puntos por eso. Pero había algo en él... algo que no me dejaba... algo que... oh mierda.

Suspiré con profundidad, mientras caminábamos.

Maldito Felipe Urra... Maldito y persistente Felipe Urra.

Mordí mi labio inferior, permitiéndome observarlo. Hace unos días se había cortado el pelo despidiéndose de su larga melena, la que ahora estaba siendo reemplazada por una mata rubia ondulada que se mantenía desordenada sobre su cabeza. Su cara era la de todo un hombre. Hecho y derecho. Tenía una mandíbula cuadrada con una ligera, casi imperceptible capa de vello rubio. Unos labios llenos y unos llamativos ojos verdes. Era la jodida imagen de un rompecorazones. De un hueón que prometía muchos conflictos, sexo y almas rotas. Era un completo cliché para mí. Y eso... no me gustaba. Eso no me permitía ceder a sus malditos e insistentes encantos.

—Así que te gustó mucho. ¿Eh?
—me pilló observándolo, dándome un ligero empujoncito con su hombro, mientras doblábamos por la calle que nos despedía del gimnasio al que ambos asistíamos. Solíamos encontrarnos aquí.

¿WHAT THE CHUCHA, MEN?

Parpadee deprisa, viéndolo directamente. Sus ojos verdes acribillándome, buscando emociones y respuestas. Su mirada no me intimidaba. Jamás bajaría los ojos. Ignoré el calor que subía apresurado por mi cuello y solté una risa burlona mientras le sostenía la vista.

—Ya quisieras.

—Sí que quiero.

Sonrió de lado, sin dejar de mirarme. Entorne mis ojos y lo adelante a paso apresurado, sujetando mi bolso deportivo en mi hombro.

Me gustaba asistir al gimnasio para tomar las clases de zumba y practicar un poco de defensa. Eran mis pasatiempos favoritos porque me permitían descargar energía y mantenerme en mi peso normal. Lamentablemente era de las hueonas que respiraban y subían tres kilos, por lo que debía hacer algo al respecto.

UN HUEÓN PELIGROSO (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora