17 🔥PARTE II🔥

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¿Es más fácil quedarse? ¿Es más fácil marcharse? No quiero saberlo. Pero sé que jamás voy a cambiar. Y tú sabes que no quieres que sea de otra manera.

Los nervios

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Los nervios. Los malditos nervios inundaban mi cuerpo. Era una huea tan intensa que incluso resultaba asfixiante.

Las ideas no dejaban de torturarme. Un extraño sentimiento de culpabilidad se asentaba en lo más profundo de mi pecho y hace menos de dos segundos había comenzado a sudar frío. Incluso las manos me temblaban y el pulso se me había disparado a lo loco.

—Tú eres su amigo, Matías. Dime... ¿El Felipe andaba detrás de la Talía o no? —Pregunté con una voz temblorosa, mientras que el castaño conducía a una velocidad enferma hacía donde se suponía que se encontraban el Felipe y... la rubia.

Como su amiga yo debería saber esas hueas, pero la Talía no me ha contado nada relevante respecto a una supuesta relación con el Felipe. O se llame como se llame lo que los vincule.

Hueón... yo re juraba que ese mino andaba detrás de la Yasna. No de la Tali.

Oh conchetumare. Solo esperaba que no fuese mi amiga la involucrada en esta mierda. Rogaba silenciosamente que no fuese ella.

Cerré mis ojos.

Los balearon...

Dijo: balearon. Las palabras del hombre no dejaban de bombardearme el cerebro.

Encontraron al Felipe con una mujer. Los balearon.

Solo dijeron que era una rubia...

—Mierda, Samy. No lo sé. Solo sé que le gusta, hueón. Pero no creo que hayan estado juntos. Mira la hora. —Intentó calmarme dándome miraditas de reojo.

No funcionó. No lograba calmarme. Esa huea no tenía sentido. La Talía solía quedarse afuera con sus conquistas. Entrenaba tarde. Llegaba tarde a su casa.

Por la chucha...

Mis manos comenzaron a temblar, otra vez. Debatí entre llamar o no al Marcelo para preguntarle por su hermana, pero lo descarté inmediatamente.

Dios...

Llevé ambas manos hacía mi frente y ahogué varias respiraciones.

Yo adoraba a esa hueona. Si algo le pasaba... ¡NO! No soportaría esa huea.

Por favor, que no sea ella. Que no sea ella. Que no sea ella.

—Tranquila, bonita.

Parpadee deprisa, conteniendo la puta quemazón en mi garganta. La mano del Matías vino a la mía y la apreté.

Mire por la ventana, observando como a una velocidad impresionante ingresábamos a la carretera que daba fuera de las instalaciones en la que nos encontrábamos. Fruncí las cejas, poniéndome recta en el asiento. Nos internamos en lo que parecía ser un frondoso campo de haciendas. Grandes arboles se alzaban ante nosotros y un largo camino de tierra y rocas se extendía delante. Prontamente nos detuvimos frente a un enorme muro de cemento con una impotente reja algo oxidada, sin embargo, cada fierro parecía ser del ancho de mi cuerpo.

UN HUEÓN PELIGROSO (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora