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ATENCIÓN: Escenas violentas, lenguaje gráfico y malos tratos. Quiero recordarte que al inicio de la novela hay una advertencia y no lo olvides a partir de este momento. Lectura no apta para todo público.

["No existe la humanidad

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["No existe la humanidad. No existe la piedad... es el maldito infierno y a ellos les encanta ser demonios".]

Samantha Montecinos:

Por una fracción de segundo siento que estoy observando un fantasma. Mi cuerpo se encuentra completamente inerte y no puedo articular una palabra.

Ojos oscuros me escrutan, me recorren, me examinan...

Alexandra Garrido no aparta la mirada de mi rostro, manteniendo un aura de dominio que consume todo a su paso. El único sonido que llena la habitación es el de sus tacones impactando con la cerámica, mientras avanza hasta mí.

Aparta su cabello negro azabache hacía atrás, cuadrando sus hombros. Y una mezcla de emociones me avasalla sin poder dejar de mirarla.

Está viva...

La mujer por la que el Matías ha soportado una cruz de culpa y sufrimiento durante años... La mujer que sé que aparece en sus pesadillas, por la que ha cargado tristezas y penas, está viva...

—Mi preciosa Alexandra Garrido —la halaga Vicario, sujetando su mano cuando ella se detiene delante de mí.

Es mucho más alta que yo, por lo que debo alzar la cabeza para devolverle la mirada. Ya que me está examinando como si yo fuese algo que hubiese estado esperando años por ver.

Sus ojos oscuros intentan intimidar. Tiene una mirada sombría y fiera. Una mirada teñida de indiferencia y orgullo en un rostro completamente encantador. Es una mujer realmente hermosa que exuda poder por cada poro de su cuerpo.

Las preguntas me inundan. No puedo comprender nada y lo único que se abre paso en mi cerebro tomando la razón, son las palabras traición y venganza.

Vicario sonríe, complacido con toda la situación. Alternando su vista entre ella y yo, mientras sus hombres se mantienen contemplando la escena, sin emitir un sonido.

—¿Te has quedado sin palabras, bello huracán? —cuestiona, tocándome el hombro desnudo.

Me aparto con rabia, manteniéndome recta. A pesar de que el impacto que me provoco en la mesa me tiene sangrando. Por mi cuello brota un hilillo de sangre, debido a las cortadas previas y la mujer observa como el líquido carmesí brota de mi cortada.

Se aproxima. Su intenso perfume me inunda las fosas nasales y está tan cerca que la siento respirar contra mi pecho. Le mantengo la mirada cuando con sus dedos recoge la sangre y la tantea entre sus yemas.

Mira a Vicario.

—Estoy lista —es lo único que dice, antes de darme la espalda y observar al grupo de hombres.

UN HUEÓN PELIGROSO (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora