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Cuéntame todo lo que yo no sé, que lo que tienes de diablo tú... yo también

Nunca en mi vida había disfrutado tanto un puto beso

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Nunca en mi vida había disfrutado tanto un puto beso. Jamás me había dejado consumir por un simple contacto y me sentía malditamente vulnerable. Los besos del Matías me estaban consumiendo poco a poco. Sus manos me sostenían con delicadeza, pero con seguridad. Presione mi mano en su cuello y lo aparte de mí con lentitud.

—Para con esto, hueón —murmuré, cerrando mis ojos —No haces más que confundirme, Matías.

Se separo de mí. Sin embargo, sus palmas sujetaron mis mejillas y me hizo verlo a los ojos.

—No pretendo lastimarte, Samantha. Lo juro...

Trague duro.

—No te tengo miedo. Tengo miedo de tu alrededor. De la mierda que parece rodearte —confieso, aclarándomelo a mi misma.

Me aparte completamente de su cuerpo y suspire. Él dejo caer sus manos a los costados.

—Mierda, tienes razón. Ni siquiera debería estar aquí, hueón. Todo esto es mi culpa. Nada tiene sentido...

La rabia perforo dentro de mí. Alcé mi pera y lo enfrenté.

—¿Qué mierda no tiene sentido, Matías? ¿Esto? —nos apunte a ambos con mi dedo índice —¿Nosotros? No me vengas con mierdas contradictorias. Los dos dijimos hueas. Y mira donde estamos. ¿Qué sigue? ¿Pelear y volver a encontrarnos en otra parte? No estoy para putos: tiras y afloja. Estoy bastante grandecita para eso.

Él me observo atentamente. Sabía que tenía razón. Dio un paso hacía mí. Deje que mi cuerpo descansara en la pared.

—Me gustas mucho, Samantha. Pero...

—¿Entonces que cresta haces aquí?
—lo frené —Si no quieres nada conmigo, no vengas a un lugar donde sabes que estaré. No hagas que nos topemos.

Yo quería ser clara, hueón. No me quería ir con evasivas. Acá estaba claro lo que pasaba. Nos atraíamos más fuerte que dos putos imanes y era innegable. Yo quería descubrir a que nos llevaría eso, pero no lo conocía de nada. Y si el Matías no me dejaba conocer el mínimo, simplemente no quería seguir topándomelo.

Su cuerpo se aproximó al mío.

—No puedo, hueón. ¿Crees que me gusta no poder controlar como me siento? Siempre he podido mantener mis putas emociones a la raya. Pero esta maldita atracción no me deja en paz. Me frustra.

Mi corazón corrió a un ritmo enfermizo. Sus palabras calando dentro.

—Y yo lo odio. Odio no poder controlarme. Odio dejarte saber cómo me pones —susurré, pasándome la lengua por mis labios —Odio que no seas honesto. Odio que no me digas que mierda quieres...

UN HUEÓN PELIGROSO (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora