¿Es un ángel enamorado de un demonio? ¿O un demonio corrompiendo la pureza de un ser divino? ¿Qué mierda importa? Ambos están dispuestos a quemarse para probar el delicioso sabor del paraíso. Incluso si semejante pecado... los condena de por vida.
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Felipe:
Jodido día de mierda. Mi día se ha basado en malas noticias y la rabia dentro de mí no hace más que aumentar.
La zona sur ha sido tomada. Han reducido a cenizas nuestra red y ya no tenemos recursos en una de las zonas más grandes del país. Los cabecillas han sido torturados y decapitados. Las cosas se salieron de control, y simplemente las noticias son una estupenda mierda.
Observo mi frente y no me molesto en cubrir mi nariz a pesar de que el olor putrefacto amenaza con asfixiarme. Las malditas cabezas de los lideres yacen bajo los pies del Matías, y me asquea ver sus rostros descompuestos, malformados y llenos de larvas que pelean por comer más.
—Ese hijo de perra —gruñe, pateando las cabezas lejos. Las cuales fueron enviadas en cajas de encomiendas, y traídas bajo amenaza por los únicos tres hombres vivos de la zona.
Hemos venido hasta el punto de encuentro, donde solíamos reunirnos con el único fin de concretar negocios y movimientos claves. No obstante, fuimos engañados. En lugar de tratar con personas, recibimos un montón de mierda con una alerta de que la zona sur cayó para el mando Poblette.
—Ha truncado demasiados puntos clave —murmuro, haciendo una señal a los hombres que nos acompañan para que se deshagan de las cabezas. Inmediatamente toman medidas preventivas y se las llevan.
Avanzo siguiendo al Matías. Parece un maldito león desatado caminando hacía su automóvil.
—Es demasiado, hijo —interrumpe Gallardo, quién se ha sumado a nosotros apenas se entero de lo sucedido, ya que la maldita alerta se expandió como la pólvora. —Sabes que esta buscando desestabilizarnos. Intentó sobornar a todos antes de matarlos. La mayoría de los hombres a nuestra disposición en la zona están muertos.
El Matías se mantiene en silencio. Gallardo esta furioso y enciende un cigarrillo deteniéndose en el auto del castaño.
—¿Qué vamos hacer? Debemos admitir que sus golpes han sido certeros —finaliza el canoso, sin poder contener sus ansias.
Levanto la vista solo para encontrarme con la sonrisa irónica de mi amigo. El castaño oculta ese tipo de sonrisa que le conozco en demasía. La que guarda un montón de secretos, la que dice claramente: no me subestimes.
—¿En serio crees que ese hijo de puta me va a desestabilizar a mí? —le pregunta, acercándose con rabia. —A mí que crecí en la maldita organización de mierda que tiene... A mí que supere su jodido mando en un segundo.
Gallardo se mantiene en silencio.
Refutarle al Matías es como discutir con el maldito diablo. No vas a ganar, no vas a triunfar. No sin antes recibir un maldito infierno como confrontación.
