Capítulo 41

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Brigith abrió los ojos con el calor del sol sobre sus parpados, se sentía tan tranquila, cómoda, pero aun había algo de miedo dentro de ella, algo que la molestaba, estaba segura de que era esa pequeña inseguridad y miedo que aun persistían, aun cuando había sentido que todo estaría bien, solo había bastado el pasar de la noche para que un poco de esos sentimientos regresaran a ella, tomo una larga bocanada de aire y se puso de píe, su cuerpo seguía doliendo pero no quería seguir recostada, sentía que si lo hacia eso solo lograría que su mente jugara en su contra, sonrió al ver a Jeffery recostado, de una forma nada normal, en su sillón a los pies de su cama, el día de ayer había logrado, no sin esfuerzo y un larga conversación, que James y su familia se retiraran a su hogar al menos durante la noche, para darse un baño y descansar de la manera correcta, pero antes de irse James había designado a Jeffery a cuidarla por la noche, claro que su hermano se había quedado dormida en algún punto de su vigilia.

Escucho como alguien entraba a su habitación sin tocar, ella miro en esa dirección y pudo ver como Grace y su madre entraban en silencio, la primera de ellas llevaba en sus manos una jarra con agua fresca para ella, ambas se sorprendieron al verla despierta.

-Brigith, pensé que aun seguirías dormida – su madre la miro, la preocupación en sus ojos la hizo sentir algo cálido en su pecho - ¿llevas mucho levantada?

Negó con su cabeza – no, recién me he levantado, no quería estar más tiempo acostada – explico y su madre asintió, miro a Grace y, mientras apuntaba a la jarra en sus manos, hablo – preferiría tomar un baño, Grace, ¿podrías pedir que lo preparen, por favor?

Ella miro a la mujer mayor en busca de su aprobación, cuando esta asintió miro a Brigith con una sonrisa – me encargare de todo yo misma, también traeré su desayuno – se inclinó y dejo la habitación feliz de ver como Brigith seguía con su vida.

Brigith y su madre se miraron en silencio por un instante, ambas queriendo dar un paso más cerca, pero ninguna de ellas atreviéndose a hacer tal cosa, el silencio fue interrumpido por un ronquido de Jeffery, ambas rieron mientras lo miraban.

-me alegra ver que te cuido tal como el Vizconde se lo indico – ella se acerco hasta su hijo y agito su hombro intentando desertarlo – Jeffery – susurro – despierta, ya puedes dejar de cuidar a tú hermana – lo miraron murmurar cosas sin sentido hasta que abrió sus ojos.

-¿madre? – su voz se escuchaba ronca y adormilada - ¿Qué haces aquí? – se enderezo y rasco sus ojos.

-he venido a ayudar a tú hermana a prepararse – se explico y miro con una sonrisa como su hijo se despabilaba – creo que será mejor que vallas a prepararte para el día de hoy, yo cuidare de tú hermana mientras tanto – él asintió a lo dicho por su madre.

Observaron como caminaba tambaleante hasta la puerta, pero pareció recordar algo porque giro al ultimo momento – Buenos días a ambas – y con eso salió de la habitación.

-¿ya has pensado en que usaras el día de hoy? – su madre pregunto mientras caminaba hasta el cuarto de la ropa de su hija, ella asintió al mismo tiempo que se soltaba el cabello para cepillarlo.

-me gustaría ponerme uno que me quede un poco grande, no quiero nada ajustado, siento que solo me lastimaría – su madre asintió y entro a buscar uno de esos vestidos, encontró uno de tonos lilas y lo saco para su hija, busco los guantes y accesorios.

Cuando salió miro con dolor en el corazón a su hija mayor, ella se miraba con atención en el espejo de su buro, giraba su rostro para observarlo en todos los algunos, miraba sus manos sin los guantes, los rasguños de sus brazos y temblaba al ver lo lastimado de su cuerpo.

-las marcas se irán – Brigith se giro asustada al escucharla, creyó que su madre la dejaría sola por más tiempo – te aseguro que se irán, solo necesitas paciencia, eso es todo – camino hasta dejar el vestido y accesorios sobre la cama – y si te miras de esa forma creyendo que algo va a cambiar, ya sea en James, en todos nosotros – hizo alusión a su familia – he incluso a ti misma, permíteme decirte que estas equivocada, nada podría cambiar la forma tan valiente y única que eres, la forma en la que todos te queremos.

-solo me preguntaba si es que a James le molestara si queda alguna marca o cicatriz – se paso las manos por la falda para limpiarlas – solo es eso.

-por la forma en la que él te mira estoy segura de que eso no pasara – Brigith asintió al mismo tiempo en el que abrían la puerta de su habitación y varias jovencitas de la servidumbre, siendo guiadas por Grace, entraban en su habitación con el agua caliente para su baño, prepararon la tina mientras Grace la ayudaba a quitarse la ropa, el frio le calo en las cortadas de la espalda pero para su alivio se dio cuenta de que ni Grace ni su madre la miraron diferente por lo maltratado de su cuerpo.

Y una vez que la condesa logro ver el anillo en el dedo de Brigith, en una mano que no lleva el peso del guante, miro a su hija con el amor de una madre que comenzaba a ver a su hija con amor una vez más y con certeza en los huesos y en su corazón, de que Brigith había tomado la decisión correcta al aceptar, una vez más, el cortejo con James, y que este mismo protegería a su hija, con uñas y dientes, de todos los peligros que pudieran amenazarla.

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-esta lista, señorita – Brigith le agradeció a Grace mientras terminaba de peinarla, ella se miro al espejo y se dio cuenta de que Grace y su madre se habían tomado la libertad de tapar algunas de las heridas en su rostro con maquillaje, aun se veían pero eran un poco menos notorias y, por lo tanto, su confianza en ella misma se elevo un centímetro.

-gracias Grace, puedes retirarte, no te necesitare por el resto de la mañana, la pasare o en el jardín o en la biblioteca – ella asintió y se retiro.
Su madre las había dejado solas ya que era necesaria su presencia en la cocina, necesitaban unas instrucciones en cuanto a la comida de esa tarde, Brigith estaba segura de que esa misma tarde James y su familia comerían con ellos una vez más, y no le molestaba, en realidad era todo lo contrario, quería verlos a todos ellos pero a James en especial.

Salió de su habitación con algo de temor, llevaba sin dejar la seguridad de su recamara desde hacía días y ahora la idea de dejarla le causaba nervios, camino por el pasillo y bajo la escalera, para cuando llego al final de esta y miro a su alrededor ese dio cuenta de que el salir la ayudaría a dejar ese dolor atrás, necesitaba avanzar o su pena la consumiría, los sirvientes que caminaban en la planta baja mientras hacían sus tareas la saludaban felices de verla de nuevo, les sonrió a todos y se encamino hasta la biblioteca, cuando estuvo en el umbral de esta miro al final del pasillo y logro ver que las puertas de cristal que daban al jardín estaban abiertas dejando entrar la brisa fresca del día, sonrió y se desvió de su camino, camino veloz hasta el jardín, o al menos tan rápido como las heridas se lo permitían, respiro hondo cuando estuvo fuera, el aire fresco y lleno del aroma de las flores le lleno los pulmones, la brisa le vatio el cabello y el vestido, cerro los ojos gozando de ese momento, cuando los abrió de nuevo se dio cuenta de que el pasto había sido cortado recientemente y que su aroma llenaba todo el lugar, miro al interior de la casa y un segundo después se estaba quitando los zapatos y las medias.

No le importaba el regaño que podría llegarle o las miradas sorprendidas que recibiría si alguien lograba verla, lo único que quería era sentirse cómoda, tranquila y feliz, dejo los zapatos junto a las medias en una de las sillas de metal que estaban en la pequeña terraza, cuando las plantas de sus pies tocaron el frescor del pasto nada la detuvo de soltar una carcajada llena de felicidad y gozo retenido, felicidad por seguir allí y porque Cassian no había llegado a tomar aquello que daría cuando estuviera lista, camino feliz mirando el cielo azul y los pájaros a su alrededor, se quedo de pie por un momento y alzo el rostro al cielo dejando que los rayos del sol le bañaran la piel.

Se sentó en el pasto y paso las manos por este, se detuvo cuando el deseo de sentir el pasto en la palma de su mano la embargo, miro sus guantes y después miro a su alrededor, no había nadie a la vista por lo tanto no había ningún peligro de que alguien tomara su mano sin el guante de por medio, tomo aire y lo soltó, jalo los dedos del guante uno a uno, jalo la tela y la sintió recorrer su brazo, hizo lo mismo con el otro y así de sencillo estaba, por primera vez en su vida, sin guantes en sus manos que le evitaran el sentir todo a su alrededor, los dejo frente a ella y extendió sus manos hasta el pasto fresco y recién cortado, las lagrimas se agolparon en sus ojos cuando sintió como las pequeñas hojas le picaban las palmas, arranco uno y lo sostuvo entre sus manos, admiro el color y la textura y, finalmente, se lo llevo a la nariz y aspiro su aroma.

¿Cómo era posible que algo que había echo infinidad de veces ahora se sintiera tan diferente y único?

La respuesta le llego de inmediato, porque ya no existía esa barrera en sus manos para sentir todo a su alrededor, estuvo de esa forma lo que pudieran ser horas, cuando en realidad fueron solo minutos, minutos que ella sintió como la libertad dada después de toda una vida encerrada, alzo sus ojos y a lo lejos alcanzo a ver dos arbustos llenos de peonias y hortensias, recordó lo que su padre le había dicho, el como James se había encargado de plantarlas para ella antes de que se enterara de todo, se puso de pie, olvidando los guantes en el pasto, y camino hasta ellas, los colores le alegraron la vista, había blancas, azules, rojas, rosas, había tantas que pensó que nunca acabaría de verlas, llenaban toda una pared del jardín y ella anhelo a James en su corazón por lo que había echo por ella, por que las flores se las había dejado, no para pedir perdón, sino por que él sabia cuanto las amaba y cuanto deseaba verlas todos los días, así que él mismo se encargo de que ese deseo se cumpliera.

Extendió sus manos hasta una de las peonias de color rosa pálida y la arranco, sintió la aspereza del tallo de la flor y llevo sus dedos hasta sus pétalos, pequeños y delicados, y tomo uno entre sus dedos, lo sintió fresco, aterciopelado, suave, todo al mismo tiempo, la llevo hasta su rostro y aspiro su aroma, dulce, eso fue lo primero que le llego a la cabeza, olía dulce, justo igual que siempre, pero ella sintió como si la oliera por vez primera, cerro los ojos y respiro de nuevo, eso era lo que quería, vivir sin esconderse, sin ocultarse tras un par de guantes, y lo conseguiría, ya nada le impediría el vivir como ella escogiera.

-¡Brigith! – ella se giro ante el grito de las voces de sus hermanos pequeños, se rio al verlos correr hasta ella y abrazarla con todas las fuerzas que sus pequeñas manos podían dar, la miraron con abrazos y gritos de alegría al verla de nuevo después de días, ellos no le preguntaron por lo sucedido, ni por las heridas en su rostro, ellos solo quería saber si su hermana estaba bien.

-tranquilos, no es necesario gritar – se hinco con ellos frente a ella y, sin importarle le falta de guantes, paso sus manos por sus cabellos, siempre teniendo cuidado de no tocar su piel – mejor porque no habla uno primero y después otro.

Y así lo hicieron, le contaron todo lo que ellos habían echo en esos días donde ella no los vio, creyó que todo estaría bien, pero solo basto ver como Harry movía su mano de forma rápida y rozaba la mano de ella que estaba en la cabeza de Anika para hacer que todo su cuerpo se tensara, había sido un segundo, un rose tan leve que nadie se hubiera dado cuenta de que había pasado, pero ella lo noto, pero también noto la falta de ese sentimiento cuando alguien tocaba sus manos, no hubo nada además del calor de la pequeña mano de Harry, sus hermanos siguieron hablando frente a ella ignorantes de su entrecejo fruncido, y miro con atención sus manos en las cabezas de sus hermanos pequeños, las bajo un poco y, en un acto de valor, rozo sus mejillas con sus dedos meñiques, abrió la boca llena de sorpresa al darse cuenta de que nada pasaba, ella no había tomado un sueño.

Ya no tenia la sensación de pesadez en el pecho al tocar a alguien más, lo único que sintió mientras rozaba las mejillas sonrosadas de Harry y Anika fue, para su sorpresa y anhelo, libertad.

Algo había cambiado dentro de ella, ella había dejado de ser la ladrona de sueños y había comenzado a ser, simplemente, Brigith Hargrove.

La Ladrona De SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora