Prólogo

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—Mingyu lo ha dejado.

Jungkook rodó los ojos.

—¿Eso es todo? —preguntó, haciendo el amago de levantarse de la silla, pero el director Bogum levantó la mano para indicarle que se sentara de nuevo. Lo hizo a regañadientes.

—No es todo ni de lejos, Jeon. Es el tercer entrenador que se rinde contigo en seis meses. —dijo él. —Le estábamos pagando una fortuna.

—¿Y qué? Contratad a otro.

—No es tan fácil. ¿Crees que puedo chasquear los dedos y hacer aparecer aquí a un entrenador profesional dispuesto a lidiar contigo?

—Oh, vamos, tú y yo sabemos que hacen fila para poder lidiar conmigo. Soy Jeon Jungkook.

Bogum se llevó los dedos al puente de la nariz, tal y como hacía cada vez que comenzaba a perder los nervios y quería tranquilizarse.

—No es tan fácil. —repitió, despacio. —La cláusula del contrato que prohíbe a tus entrenadores hablar de lo que pasa aquí dentro no es suficiente para que la gente no se entere de tu comportamiento. Los medios empiezan a preguntarse por qué cambias de entrenador tan a menudo cuando faltan menos de diez meses para los Juegos Olímpicos. No es buena publicidad. No vamos a poder protegerte siempre.

Jungkook soltó un bufido mezclado con una risa.

—Protegerme.

—Hablo en serio, Jeon. Tienes que cambiar tu actitud.

—Ya. —Jungkook sonrió de lado. —¿Por lo menos le preguntaste a Minho cuál fue la gota que colmó el vaso? ¿Fue porque le humillé en la radio nacional o porque su novio me la chupó en su aniversario de tres años?

La cara del director se arrugó, su voz tensándose peligrosamente.

—Escúchame —dijo. —, eran los mejores entrenadores del país. Los mejores, ¿lo entiendes? Esto no puede volver a repetirse.

—Juraría que eso dijiste la última vez

—¡Jungkook, no va a volver a pasar!

Jungkook se levantó de la silla y plantó las manos en la mesa. Cualquier resquicio de satisfacción que estuviera sintiendo al sacar al hombre de sus casillas desapareció de su cuerpo.

—Nunca —dijo, con los dientes apretados. —vuelvas a llamarme por mi nombre. Jamás.

—Entonces escúchame.

—No, escúchame tú a mí. No eran los mejores entrenadores del país, eran ineptos. Puedes engañarte todo lo que quieras, pero si tú o cualquiera de los altos mandos de este sitio escucharais mis quejas sabríais que todos vuestros fantásticos fichajes intentan adaptarme a su forma de trabajar en lugar de adaptar sus entrenamientos a mí. No soy un niño que hace deporte por diversión, Bogum, soy el mejor gimnasta artístico de Corea del Sur. Así que siento mucho si mi actitud hace que tengáis que trabajar más para que los rumores no destruyan vuestro bonito mundo de colores, pero no voy a comportarme como un niño bueno y sumiso con personas que no saben hacer su trabajo, y eso te incluye. Sigue contratando mierda y yo seguiré haciendo que se vaya.

Como toda respuesta, silencio. Jungkook se rió sin gracia, negando con la cabeza, y apartó la silla de un empujón para marcharse.

Entonces, Bogum extendió unos papeles hacia él.

Extrañado, Jungkook los tomó. Reconoció rápidamente el formato. Era un contrato sin nombre, como los de cualquiera de sus antiguos entrenadores. Había leído ese mismo documento decenas de veces.

Estuvo a punto de devolvérselo sin más e irse. Si el director del Centro de Alto rendimiento quería seguir gastando dinero en personal que sólo servía para la imagen pública, entonces él no iba a gastar más saliva intentando evitarlo. Pero, cuando se volvió hacia él, la mirada de Bogum, cuyos ojos brillaban como si esperara algo, le hizo frenarse. Un dedo de hielo se deslizó por su espalda mientras levantaba el contrato para leer las cláusulas más a fondo.

Y lo que encontró le paralizó.

Aquel documento no sólo otorgaba acceso de horario ilimitado a las instalaciones deportivas, como los que Jungkook ya conocía, sino que otorgaba acceso de horario ilimitado a todo el Centro, lo que incluía los edificios de apartamentos y las cocinas. No sólo eso. El nuevo entrenador tenía permiso para controlar su dieta y sus horas de sueño, algo que siempre había estado reservado para él. Esos papeles daban carta blanca a organizar su vida. Eran una maldita ventana abierta en la pared que tapiaba su intimidad.

—¿Qué es esto? —se escuchó preguntar a sí mismo, aunque en realidad ya lo sabía. Era la forma de Bogum de tenerle controlado.

—Eso —El director sonrió. —es el contrato de tu nuevo entrenador.

En curso

Olympic - TaeKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora