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Bogum entró en el edificio del Centro masajeándose los ojos con los dedos. Se le iban a hinchar y parecería que había estado llorando, pero no podía obligarse a que le importara: llevaba toda la noche sin poder dormir.

—Señor Park. —le saludó su secretario al verle llegar. —Me alegro de que haya vuelto.

Bogum forzó una sonrisa.

—Yo también. ¿Ha habido algún problema?

—No, ninguno. ¿Cómo ha ido todo?

Exhalando entre dientes, Bogum negó con la cabeza.

—Como todos los funerales, Chanyeol. —dijo. —Una tortura.

Su secretario apretó los labios en una sonrisa formal, aunque comprensiva, y le alargó unos papeles sobre su escritorio.

—Son algunos periódicos de antes de ayer, como pidió. —informó. —Añadí algunos de ayer porque... Bueno, creí que querría verlos también.

Bogum se lo agradeció y se dirigió hacia su despacho mientras les echaba un vistazo a aquellos documentos. No había podido leerlos hasta ahora porque no había pisado su lugar de trabajo desde que Jungkook había tenido el accidente en la competición. Eso había sido hacía dos días. Había estado demasiado ocupado lidiando con todo lo que ese hecho había desencadenado como para poder prestarles atención a sus labores cotidianas.

Como era de esperar, todos los titulares de las portadas hablaban de lo mismo.

Jeon Jungkook, la promesa de Corea del Sur para los Juegos Olímpicos, en el hospital tras una horrible caída.

Jeon Jungkook, el "conejito de Corea", ingresado tras un accidente mientras competía.

Jeon Jungkook, ¿será este el final de la estrella de Corea del Sur?

La caída de Jeon Jungkook, o la historia de cómo el oro olímpico se escapó de las garras de Corea antes de empezar.

A cada cual era peor que el anterior. Bogum terminó tirándolos todos a la basura del pasillo cuando comprendió que no sacaría nada bueno de ellos.

Al llegar a su despacho, se sentó frente a su escritorio y su móvil del trabajo comenzó a sonar. Volvió a frotarse los ojos.

Muchos de sus patrocinadores habían estado llamando a Minjae para exigir información. Minjae había intentado manejarlo él solo, pero las preguntas que las empresas hacían para confirmar que valía la pena seguir siendo representadas públicamente por Jungkook eran demasiado invasivas, demasiado orientadas hacia el futuro del gimnasta como para que pudiera contestarlas todas. Ni siquiera ellos sabían las respuestas a muchas de ellas. Sólo podía intentar tranquilizarles para que no cundiera el pánico, pero no era suficiente, y al final había terminado desviándole las llamadas a él. Bogum intentaba apaciguarles. En el hipotético caso de que lograran salir de esta, no serviría para nada si no tenían patrocinadores, así que necesitaban conservar a todos los que pudieran.

Era un trabajo agotador. Fuera de los muros del Centro, el nombre de Jeon Jungkook estaba en llamas.

Había sido una conmoción cerebral. Un golpe demasiado fuerte en la cabeza que había sacudido su cerebro y le había dejado inconsciente. Todas las cámaras lo habían grabado, retransmitiéndolo en directo en cientos de hogares y, como era de esperar, noticias se habían hecho eco. Todo era un caos, y eso ni siquiera era lo peor, ni siquiera había pensado en esa clase de consecuencias mediáticas que ahora le consumían porque, Dios, verlo desplomarse en persona había sido aterrador.

Aterrador.

No podía recordar otro momento en el que hubiera sentido tanto miedo, ni siquiera cuando vio a Jieun en una posición parecida la semana pasada. También se había asustado, sí, pero esto había sido diferente. Cada segundo que pasó entre el momento de la caída y aquel en el que los médicos de la ambulancia habían asegurado sus constantes había tenido la piel erizada como si le estuvieran apuntando con una pistola, y el horror que había sentido aún reverberaba por su cuerpo más de cuarenta y ocho horas después.

Olympic - TaeKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora