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En cuanto Taehyung se enteró de lo que había pasado mientras conducía hacia el hospital, había creído que Jungkook le rehuiría en cuanto terminase de contárselo. Que se cerraría y se alejaría. Había intentado esquivar el pensamiento, pero no había sido capaz.

Es decir, ¿cómo no pensarlo? Era su mecanismo de defensa, después de todo, y el momento estrella para todo mecanismo de defensa es cualquiera en el que uno se sienta confuso, indeciso, asustado o vulnerable.

Ahora mismo no tenía que escuchar a Jungkook decirlo para saber que sentía todas a la vez.

Lo peor era, quizás, que no podía hacer nada. No era el momento para intentar nada si el chico decidía dejarle fuera, así que lo único que le quedaba era estar allí, acompañándole, aunque fuera a través de una pared.

Minho estaba en la sala de espera cuando llegaron, hablando con un médico. Al parecer Jieun había salido del quirófano hacía unos minutos, pero aún no podían decirles nada sobre su estado, de modo que tomaron asiento y, simplemente, esperaron.

Minki se durmió rápidamente y el resto... fue una tortura.

La sala era amplia y espaciosa, de un blanco tan desgastado que casi parecía gris. En ella los minutos avanzaban lentos como si el tiempo se arrastrara sobre ellos. No había ruido, ni siquiera el de las manillas de un reloj, de modo que los pasos de los médicos que atravesaban el pasillo eran un sonido claro y nítido que cortaba cualquier clase de tranquilidad como una daga, reduciendo la espera a un revoltijo de jirones de lo que alguna vez había sido la calma.

Taehyung no conocía a Jieun. Dentro de lo que cabía su preocupación por la gimnasta era lo suficientemente soportable como para darse cuenta de los cambios en el ambiente a medida que el tiempo pasaba, de modo que eso fue lo que hizo, observarlos.

Había un hombre, al final de la sala, que fue llamado por una doctora y salió con el rostro pálido y una banda alrededor del brazo. Había una madre con un bebé que, en cuanto fue atendida por la doctora, fue bienvenida por una sonrisa de alivio, como si la médica supiera que todo estaba bien antes incluso de escuchar lo que tenía que decir, como si pensara que sólo era una madre primeriza alarmada por un poco de tos.

Taehyung esperaba que así fuera, porque no había vuelto a salir.

Minho, como un reloj de arena, había ido perdiendo los nervios poco a poco. Aunque había comenzado sentado frente a ellos, pero luego su pierna había comenzado a rebotar contra el suelo, impaciente. La falta de respuestas le había ido ganando la batalla y, ahora, caminaba de un lado a otro sin parar. Mirarle era desesperante pero, por alguna razón, como si verle perder la cabeza de alguna manera le mantuviese cuerdo, Taehyung no podía apartar los ojos de él.

Cuando miró a Jungkook el chico también seguía a Minho, pero había una diferencia: sus ojos eran de hielo. Estaba encorvado hacia delante, con los codos apoyados en las rodillas, y parecía una pantera a punto de atacar.

La tensión era tan densa que Taehyung se levantó, haciendo que ambos le miraran.

—Voy a ir a por café. —anunció, deseoso de cortar ese ambiente sofocante. —¿Alguien quiere uno?

—No, gracias. —dijo Minho.

Jungkook solo negó con la cabeza, devolviendo su atención rápidamente a otra parte en cuanto Taehyung le miró, su garganta moviéndose como si hubiera tragado saliva, tirante. Taehyung suspiró.

—No tardo. —dijo antes de irse.

Y no, no tardó. En cuanto el café salió de la máquina, hirviendo, un médico cruzó el pasillo en dirección contraria a la de la sala de espera, y el hecho de que estuviera solo, de que no estuviera acompañando a ningún paciente, encendió las alarmas en su cabeza.

Olympic - TaeKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora