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—Kiki, baja de ahí.

—¡Pero papáaaaaaa!

—Nada de peros, necesito cocinar.

Minki puso un puchero, pero bajó rápidamente de la encimera al oír un ladrido proveniente del exterior.

—Papá, ¡es Taco! —chilló, corriendo hacia la ventana para señalar al perro. Taehyung se inclinó para mirar.

Taco era el monstruoso San Bernardo de su vecina, la señora Hana. Ella no tenía hijos ni nietos, así que hacía doce años había adquirido un pequeño perrito y lo había transformado en el blanco de sus mimos y atención. El pobre y viejo animal era ahora un gigante bondadoso que se había ganado el cariño de todos los niños del barrio. Tenía la paciencia de un santo, y Taehyung sospechaba que la única razón por la que aún no había muerto era porque no quería dejar a la señora Hana sola.

—¿Puedo salir con él? —preguntó Minki.

Taehyung dijo que sí y el niño salió escopetado hacia la puerta antes de que hubiera terminado de pronunciar la última letra. Sonriendo con cariño, sacó las galletas para perros que había comprado esa mañana en el supermercado y se dispuso a ir también a consentir un poco a Taco.

Salvo que no lo hizo. Porque su teléfono comenzó a sonar a su espalda con una llamada de un número desconocido.

—Hola, ¿eres Taehyung? —preguntó una voz cuando descolgó. Taehyung confirmó su nombre distraídamente, acercándose a la ventana para vigilar a su hijo, que ya había llegado junto al perro y estaba hundiendo las manos en los pliegues de piel de su cuello. —Hoy tenías el día libre, ¿verdad?

La pregunta le hizo fruncir el ceño, extrañado.

—Sí. —dijo. —¿Quién eres? ¿Cómo lo sabes?

—Yo, um... Me llamo Jieun.

—¿Jieun? —La recordaba. Era una de las gimnastas del Centro, la que había entrado en el polideportivo y había hecho caer a Jungkook aquella vez. Nunca había mantenido una conversación de más de dos palabras con ella, así que el hecho de que le estuviera llamando le alertó, una sensación de anticipación desagradable atravesándole la columna. —¿Qué ocurre?

La línea telefónica le envió un suspiro derrotado.

—¿Jieun?

—Escucha, Jungkook no quiere que te cuente esto. —dijo ella, sonando nerviosa. —Es decir, no lo sé, pero a juzgar por el hecho de que no lo sabes supongo que no quiere que te enteres.

—¿De qué estás hablando?

—¿Os habéis peleado?

Genial. Bastaba no querer pensar en algo para que todo te lo recordara.

Taehyung se sostuvo el puente de la nariz con el índice.

—Tuvimos una discusión bastante fuerte y me fui, sí, pero es una larga historia. —admitió reticentemente. —¿Por qué? ¿Él te ha dicho algo?

—No, ese es el problema.

—¿Entonces para qué me estás llamando? —preguntó, tratando de evitar que la decepción fuera audible en su tono. —No soy adivino, si lo has hecho sólo para preocuparme podrías habértelo ahorrado.

Por suerte, fuera cual fuera la motivación de Jieun, era algo importante, porque reaccionó rápida y positivamente ante su mala contestación, por mucho que se hubiese arrepentido al instante en el que abandonó su boca.

—No, no, espera. —pidió ella. Y, tras un segundo de indecisión, como si esa frase lo explicase todo, soltó: —Jungkook está entrenando.

Taehyung pestañeó.

Olympic - TaeKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora