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No estaba siendo fácil.

Kim Taehyung había aguantado callado tres entrenamientos completos. Es decir, casi una semana. Al cuarto, había probado las aguas con un pequeño comentario sobre su postura. Algo simple, indoloro, que Jungkook, ingenuamente, había dejado pasar. Ahora deseaba no haberlo hecho, porque el hombre se lo había tomado como un permiso y se había estado dedicando a darle consejos desde entonces.

A Jungkook le incomodaba que le observara entrenar. Si ya había tenido problemas asimilando que Taehyung estuviera acudiendo a todos sus entrenamientos sólo para mirarle como la primera vez, el hecho de que ahora, además, le corrigiera detalles sin importancia le estaba sacando de quicio. Había aceptado lo primero como una especie de pacto implícito -yo te dejo estar presente para que la gente piense que te permito entrenarme, tú me dejas en paz-, pero lo segundo le hacía rechinar los dientes.

Y además el hombre lo hacía todo el tiempo. Sin. Parar. Encontraba errores sobre los que comentar en casi cualquiera de sus movimientos. Jungkook se sentía como un mono de feria actuando frente a él.

Hasta que, tras dos semanas soportándolo, estalló.

Esa tarde había llegado al polideportivo y Taehyung ya estaba allí, en la entrada, hablando animadamente con el entrenador de otro de los gimnastas del Centro. Como siempre desde que había aceptado que no le entrenaría ya no estaba vestido de chándal. En su lugar, llevaba un traje informal. No tenía chaqueta ni corbata, y las mangas de su camisa estaban arremangadas por encima de los codos. Tenía un par de pulseras en la muñeca derecha, con la que gesticulaba, que Jungkook identificó con la propaganda de algunas organizaciones sociales. Su rostro, concentrado en la conversación, estaba perfilado con un tono marrón claro, casi dorado, y su cabello seguía igual de desordenado que la primera vez.

Aunque su aspecto no distaba tanto del del resto de personas del centro, a Jungkook no le gustaba. Que el hombre hubiera aceptado no entrenarle sin oponer demasiada resistencia no significaba que la aversión hacia él no hubiera continuado. De hecho, se había incrementado. Había algo en él, en su aura o lo que fuera, en el ambiente que portaba a su alrededor, que le resultaba inquietante. Provocador en el peor sentido de la palabra. Era desesperante ver cómo todos parecían estar cómodos en su presencia cuando él podía ver pura oscuridad moviéndose bajo esa capa de falso barniz.

Cuando salió del vestuario, Taehyung estaba ya sentado en el banco, y los comentarios empezaron en cuanto saltó para agarrarse a la barra.

"Deberías cerrar más las piernas en el aire, lo hará más estético"

"Deberías hacer ese salto un poco antes"

"Te vendría bien practicar la estabilidad en ese giro"

"Guau, eso se te da bien" Y, un segundo más tarde: "Aunque deberías tomar un poco menos de impulso"

Taehyung hablaba como si estuviera charlando con un amigo, despreocupadamente. Tal y como hablaba con todo el mundo.

Jungkook no lo soportaba.

Esa mañana, sus padres le habían llamado para preguntarle cuándo serían las próximas competiciones en las que pudieran ir a verle. No había podido decírselo porque, primero, aún no lo sabía, y segundo, llegaba tarde a una reunión con su representante, y como consecuencia no había podido hablar con ellos. Luego, en la reunión, Minjae le había informado de una sesión de fotos y un par de entrevistas que les había ofrecido no sé qué revista y que había aceptado en su nombre, dos de las actividades que Jungkook menos disfrutaba. ¿Por qué un deportista tendría que hacer esas tonterías? Y para colmo Jieun no estaba en su apartamento cuando fue a verla para quejarse.

Olympic - TaeKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora