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—Creo que es allí. —Minho señaló hacia las gradas.

—¿Dónde?

—Allí. Al lado del señor del sombrero y la señora con pompones.

Entre la marea de personas moviéndose de un lado para otro entre las sillas, cada quien buscando el asiento asignado en su entrada, Jungkook vislumbró dos pompones azules brillantes. Minho y él se dirigieron hacia allí y se adueñaron de sus respectivos sitios.

—He traído una pancarta. —dijo él, rebuscando en su bolso. —¿Quieres sostener un lado?

—Vale.

Minho dejó de moverse, visiblemente tomado por sorpresa.

—¿De... verdad?

Jungkook asintió, encogiéndose de hombros mientras él, tras recomponerse, seguía buscando.

—¿Dónde está? —preguntó para sí mismo. —Joder, la dejé justo aquí. La metí antes de venir, cuando fui a buscarte a tu apartamento... Sólo perdí de vista el bolso mientras iba al baño...

—Quizás la dejaras sobre la mesa. —sugirió Jungkook.

—No, no. Juro que la puse aquí dentro.

Y, mientras el pobre hombre seguía revolviendo las cosas en su bolso y maldiciendo en voz baja, Jungkook, pensando en el trozo de cartulina blanca que descansaba en el fondo de su papelera, intentó que la sonrisa no se le notara.

—¡Minho! ¡Eh, Minho! —exclamó alguien algunas filas por encima de ellos. Cuando se giró junto al susodicho, Jungkook vio a dos chicos que no conocía saludar a su amigo. —¿Has venido a ver a tu novia?

—Jieun no es mi novia. —Minho sonó como si estuviera harto de repetir las mismas cinco palabras. Los dos chicos se rieron.

—Sí, claro. —respondió uno de ellos.

—Menos mal que te hemos encontrado. —dijo el otro. —Vas a tener que llevarnos con vosotros a la cena de después, porque a Dongju se le ha muerto el coche viniendo hacia aquí.

Dongju debía de ser el otro chico, a juzgar por la manera en la que hizo un profundo puchero.

—Se lo ha llevado la grúa. —se quejó. —La grúa, ¿te lo puedes creer? Me he sentido como una madre a la que le arrancan a su bebé.

—Te he dicho mil veces que te pongas un recordatorio en el móvil para no dejarlo encendido por las noches.

—Os llevaremos. —dijo Minho, haciendo que ambas caras se iluminaran.

A continuación, Dongju y el otro chico hicieron un trueque con la pareja que Minho y él tenían sentada al lado, intercambiándoles los asientos. Al principio, le cayeron bien. Eran muy habladores y bastante divertidos, y no tardó mucho en darse cuenta de que sus bromas hacia la relación tan estrecha entre Minho y Jieun eran pan de cada día. Eran esa clase de amigos cuya relación se basa en meterse el uno con el otro, pero a los que Jungkook podía imaginarse interponiéndose entre el otro y una bala sin pensarlo dos veces.

Después, sin embargo, a medida que Minho y él se integraban con ellos comenzó a sentirse un poco desorientado. Al parecer trabajaban allí, en el Centro, como becarios en las oficinas del edificio de contabilidad. Minho les conocía desde hacía varios meses porque solían frecuentar las prácticas de algunos gimnastas. De hecho, habían ido al cine con él y con Jieun aquella tarde que Jungkook lo rechazó. Él no les había visto hasta ahora.

¿Tanto le abstraía su deporte? O, al menos, su mentalidad con él. ¿Tanto se metía en su mundo de la perfección y de la mejora continua que no se daba cuenta de cuándo había nuevas personas en su vida, en el mundo real?

Olympic - TaeKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora