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Tal vez, después de todo, Seungcheol tenía razón. Él no tenía control sobre sí mismo, no podía cuidarse solo, pensó si en algún momento realmente fue capaz de detenerse, probablemente sí, pero eso ya había quedado muy atrás, en esos momentos él no podría parar por su cuenta, y no había nadie más allí para recordarle que las drogas eran malas, alguien que lo obligara a dejar de sostener la jeringa en su mano, alguien que lo golpeara tan fuerte que le hiciera olvidarse del mundo por algunas horas.

Se abrazó de sus piernas dentro de la tina. La aguja ya había sido usada. Sólo quedaba esperar... Esperar a que una nueva crisis lo atacara, esperar a que los efectos pasaran, o esperar a que alguien más viniera a darle un abrazo y decirle que todo estaba bien. Lo que pasara estaba bien, ya no tenía voluntad, fuerzas o ganas de seguir adelante.

Sintió como su corazón aceleraba sus latidos, podía sentir su bombeo en la punta de sus dedos. Esta vez no fue como las anteriores, sólo tenía ganas de llorar. Pensó que su cuerpo ya estaba tan gastado que una sola dosis no lo haría sentir bien. Se levantó eufórico buscando en los lugares más escondidos de su habitación. Si los profesores y sus amigos hubieran buscado en los lugares menos imaginados, tal vez habrían dado con sus reservas ¿Quién sería tan estúpido como para guardar toda su droga en el mismo lugar? Ya le había pasado una vez, no volvería a ocurrir. Salió del cuarto de baño y sacó unas tijeras del cajón en su escritorio, corrió al sofá frente a él, tomó uno de los almohadones y lo giró para cortar las pequeñas enmendaduras que él mismo había cosido, sus manos temblaban tanto que no le era posible cortar las diminutas líneas de hilo del almohadón. Ya desesperado, enterró la punta en el medio y terminó por rasgarlo y sacar todo el relleno de forma desesperada. Sonrió aliviado cuando encontró lo que buscaba. Una pequeña bolsa con un polvo blanco y otra con comprimidos del mismo color. Se tiró de rodillas y comenzó a luchar con la bolsita transparente que contenía las que pastillas.

Rompió la bolsa de forma brusca y contenido se derramó en diferentes direcciones por el suelo. Jeonghan se agachó con el pecho sobre el suelo buscando desesperadamente conseguir algunas para tragarlas de inmediato... ¿En qué se había vuelto? ¿Arrastrase para conseguir unas estúpidas pastillas y perderse un rato?  No era digno de él... ¿Qué le diría Seungcheol? Seguramente se burlaría, tal vez lo golpearía, o tal vez sólo lloraría mientras lo viera sumirse en su miseria. Con lágrimas en los ojos estiró su mano para tomarlas, pero nunca llegaron a sus dedos.

Alguien se paró sobre ellas, haciéndolas polvo con la suela de sus zapatos. Y como un golpe directo al rostro, dejó de temblar, de ser controlado por sus instintos más inútiles e impulsivos, respiró con calma hasta que pudo volver en si. Jeonghan miró arriba y no podía dar crédito a lo que sus ojos veían. Su sonrisa favorita estaba ahí...

- El Jeonghan que yo conozco no se lanzaría al suelo por nada...

- Wonwoo... - Gimió entre lágrimas

- Hola, lindo...

Wonwoo se agachó hasta quedar a su altura, acarició su cabello y luego lo tomó con ambas manos para besar sus labios en un toque suave y tibio. Se separó sólo para observar el rostro lleno de lágrimas de Jeonghan. El pelirrojo se lanzó en sus brazos y lloró con fuerza, sintiendo que se quitaba un peso de encima, sintiendo que podía respirar de nuevo, sintiéndose protegido por Wonwoo, sus fuerzas se desvanecieron pero el hombre a su lado tenía las fuerzas suficientes para sostenerlos a ambos. La felicidad que lo invadía no podía ser contenida en su cuerpo y salía en forma de lágrimas que amenazaban con no detenerse en un buen rato. Ahora todo estaba bien ¿Verdad?

- Te extrañé, te extrañé mucho... - Gimió

- Y yo a ti, Hannie - sonrió acariciando su cabello - Cada segundo lejos de ti me costó más que cualquier cosa que haya hecho...

FLOWER (Seventeen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora