Capítulo 34.

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H O P E.

Estaba en una gran encrucijada, por un lado, estaba Caroline, cuando recibí la llamada de los doctores y me explicaron la situación no pude evitar pensar en lo que estaría pasando la madre de la niña, con ella también charlé un poco, incluso lloró y me conmovió su dolor, porque a pesar de que no tenía muchos recuerdos de mi niñez en la época que enfermé, mi mente retenía todas las veces que mamá lloraba por no saber cómo ayudarme, además, ahora que yo era madre entendía cuanto podía dolerle a una ver sufrir a su pequeño y no poder hacer nada por curarlo.

Yo no podía siquiera considerar que le pasara algo a mi pequeño torbellino, se suponía que al tener hijos uno los traía al mundo para que fueran felices y crecieran tranquilos, pero como decía Bash muchas veces, la vida era injusta, antes puede que no pensara de esa manera, pero ahora que yo tenía dos tesoros que cuidar me parecía injusto estar en esta situación, por otra parte, estaba mi hija y mi chico de ojos esmeralda, ¿Qué podía decir respecto a ellos?, eran mi todo, los amaba y por nada del mundo quería separarme de ellos, ni que algo les pasara, pero justamente por eso entendía el sufrimiento de aquella mujer, su hija estaba sufriendo y le dolía verlo, yo podía contribuir a ayudar, pero Bash no lo comprendía.

Desde entonces él había estado más distante, me besaba al irse y al llegar, pero nada más, hablábamos poco y dormía en el sofá, estaba enojado y dolido conmigo, pero a diferencia de él me costaba ser egoísta no podía negarle mi ayuda a alguien que la necesitaba y eso como decía él, me jodía muchísimo, porque en mi mente se alojó el pensamiento de no ayudar, pero no podía, era una pequeña niña que podría ser Kaunis y si así fuera, aseguraba que yo haría lo que fuera por aliviar el dolor de mi niña, así que aunque me estaba costando tomar una decisión final, había un porcentaje grande a favor de una de las opciones.

Hoy como estos últimos días, Bash se había ido haciéndome jurarle que lo llamaría si se repetía alguno de los síntomas, desde cierto punto de vista yo lo entendía, no le había gustado que le ocultara mi estado de salud y verdaderamente no estaba molesto conmigo, sino con la vida, por una vez más ponernos en una situación difícil, Bash había sido lastimado tantas veces que ahora era muy fácil apretar una de esas fisuras que aún no terminaban de sanar y hacerlo sangrar.

Cuando se fue di mil vueltas en la cama intentando buscar su calor o su olor, pero al llevar días durmiendo en la sala la poca esencia que quedaba era de cuando se echaba colonia antes de marcharse a trabajar, por lo que sin poder conciliar el sueño yo ya estaba despierta a las 7:32am, dos horas antes de lo normal.

Me cepillé los dientes y como me temía, al escupir mi saliva salió oscura casi negra, la primera vez que me sucedió no le tomé importancia porque creí que podía ser culpa del dentífrico, pero cuando volví a enjuagarme e hice el amago de escupir el sabor ácido invadió mi boca y salió del mismo color, no me dolía, pero era anormal que eso ocurriera. Decidí no llamar a Bash.

Me hice unas simples tostadas junto a una malteada fría de chocolate y desayuné en el silencio de mi hogar, me pasé por la habitación de Kaunis y la observé dormir por unos segundos antes de irme a lavar la ropa sucia de estos días, una vez activé la lavadora, me senté en el sofá a esperar que estuviera lista para tender, mi teléfono vibró al recibir un mensaje de Ron, sonreí al leer lo aburrido que estaba en la hora libre que tenía, así que lo llamé esperando tener suerte para poder ver a mi mejor amigo, echaba de menos a ese rubio sin gracia. Segundos después salió su rostro en la pantalla, tenía un poco de ojeras bajo sus ojos negros y cara de sueño, su cabello rubio ni siquiera estaba peinado y tenía cara de...

―¿Saliste anoche, Ron? ―pregunté con burla al ver semejante estado

¿Tan evidente es? ―su voz estaba muy ronca

Mi única razón para vivir {R. #1}✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora