Epílogo.

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Epílogo.

Que la vida me hubiera arrebatado a las personas que más amaba en el mundo solo me demostraba cuan cruel podía llegar a ser, había disfrutado verme esperanzado, porque no había ocurrido rápidamente, no, parecía incluso premeditado, me había hecho acostumbrarme a su presencia, a su sonrisa, a sus besos, a su afecto, a toda ella, me había hecho quererla, y luego amarla y justo cuando estaba a punto de alcanzar esa meta invisible que siempre creí ver, ¡Puf!, se había esfumado llevándose consigo la mejor parte de mí, ese huracán me había rearmado y hecho mejor, me había devuelto tantas cosas que yo creía perdidas para mí, había dejado en mí la semilla de la esperanza y la felicidad.

Y tal vez... por un egoísta instante me había sentido invencible en aquella cima con ellas a mi lado, tal vez fue egoísta pensar que yo merecía ser feliz, tal vez era muy egoísta pensar que yo las merecía a ambas, y muy probablemente fue triplemente egoísta creer que mi felicidad podría ser infinita, porque aquella torre de dominó se derrumbó en cuanto se tomó la ficha equivocada, recordándome que, como dije una vez, la felicidad era como una recompensa o premio que pasaba de persona en persona, que no todos tenían el privilegio de obtener y que nadie conservaba durante mucho tiempo.

Llegado a ese punto me pregunté, ¿Este era el coste de mi felicidad?, es decir, cada vez que yo fuera un poco feliz, ¿Me arrebatarían todo?, ¿Así... tan fácil?, ¿Tan poco me lo merecía?, ¿Tanto le gustaba a la vida verme con el corazón roto y siendo una sombra de lo que había sido?, ¿Verme asustado como un niño pequeño sin saber a qué aferrarse?

Sí, Hope había llegado como un huracán a mi vida, me había dado razones para seguir respirando y sin quererlo, ella se había convertido en mi única razón para vivir.

El problema era que ella se había ido de la misma forma en la que llegó llevándose consigo la mitad de mi universo, mi alma y gran parte de mi corazón, dejando en el camino un yo hecho cenizas sin ganas de continuar.

Así que ahora me tocaba lidiar con mi pequeña razón para vivir.

Porque sí, mi chica de ojos heterocromos me había enseñado la felicidad, el amor y el disfrute de la vida, pero también me había enseñado como nunca debía dar nada por hecho, como no podía asegurar nada para mañana, como mi felicidad no sería eterna nunca hiciera lo que hiciera, como la vida me atiborraría de golpes matadores, y lo peor, que aún no aceptaba, ni aceptaría... como la persona que consideraba el amor de mi vida no tenía necesariamente que quedarse, lo que tal vez ella no sabía era que en ese proceso de aprendizaje yo había quedado destruido.

Así que nuevamente...

Ella me lo enseñó y cambió mi manera de verlo todo.

Mi única razón para vivir {R. #1}✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora