Capítulo 39.

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B A S H.

Eran las 4:54am cuando atravesé las puertas de ese hospital y llegué a recepción preguntando por mi huracán, cuando me preguntaron mi relación con ella rápidamente dije que era mi esposa, no, Hope y yo nunca nos habíamos casado por ningún medio, pero luego de las dificultades que habíamos pasado ninguno de los dos lo consideramos necesario, ¿Para qué queríamos un puto papel que dijera que nos amábamos cuando nosotros ya lo sabíamos?, yo no era así y a ella le pareció innecesario, sin embargo, ella era mi mujer y yo su marido, y para confirmar eso no necesitábamos ninguna ceremonia.

Al llegar a su habitación que era una de las más lujosas del hospital fue como recibir un balazo al verla encogida en su cama abrazando sus piernas y conectada al monitor cardiaco, no dije nada, me acosté a su lado y la abracé, ella no se movió solo sollozó de nuevo dejándose abrazar, besé su cabeza y apegué su espalda a mi pecho cuanto pude.

―Ya estoy aquí, lamento no haber llegado antes ―le susurré

―Me has hecho mucha falta ―murmuró dejando de llorar, sorbió por su nariz ―Gracias por venir.

―No seas idiota, yo siempre vendré ―besé su cabeza ―Ahora me toca a mí ser fuerte por los dos, yo llevaré esa carga, ¿está bien?

―Está bien ―volteó encogida y se apegó más a mí, nos cubrí con las gruesas colchas ―¿Puedes dormir aquí conmigo?

―No lo pidas de nuevo ―besé su frente y dejé que se acurrucara

Me preocupó de la misma forma que me tranquilizó que se durmiera tan rápido, no lloró, no se levantó a beber agua o para ir al baño como de costumbre, solo durmió plácidamente contra mí mientras yo enredaba mis dedos en su cabello y veía el reloj avanzar con lentitud, no me moví de ahí en toda la noche, no me importó que mis maletas estuvieran delante de la puerta, no me importaron las punzadas que me envió mi espalda, no me importó que ella ocupara la mayor parte de la camilla de hospital, dejándome a mí en el borde, simplemente, me importaba ella.

[...]

Cuando llegó la mañana yo aún tenía los ojos abiertos, a Hope la habían despertado un par de horas después, le quitaron las almohadillas del monitor y la llevaron a una sala donde le pasarían medicamentos por vía intravenosa, no pregunté que eran, me conformé con saber que ayudaban a contrarrestar el avance de la puta anomaliosis, la gente de esa sala era verdaderamente deprimente, su piel era pálida, su cabello se caía y sus labios estaban cuarteados, me recordaban a aquella vez que visité a los niños con Hope en el hospital, pero incluso esos pequeños, parecían más enérgicos.

Tomé la mano de Hope y me sonrió, fue una sonrisa tan genuina que me hizo olvidarme por un segundo de donde estábamos, pero el olor a medicamentos, las paredes blancas y las toses de fondo desarmaron lo que mi cabeza maquinaba, volví a centrarme en mi huracán de cabello rosa pastel que leía uno de esos libros que la universidad daba a los estudiantes de su mismo curso. Sabía que cuando saliéramos de aquí, ella retomaría sus estudios, creía que por momentos, a mí me emocionaba más que a ella, pero no tenía que saberlo.

―¿Te duele? ―pregunté tras un rato al ver espantado aquella aguja incrustada en su brazo

Negó ―Me distraigo y casi ni lo noto.

De todas las escenas posibles que me imaginé en el pasado para el futuro, nunca se me ocurrió que sería yo el que viera a Hope con una aguja en su brazo, no eran drogas, pero la sencilla imagen me hacía estremecer, así que me centraba en sus ojos, azul y verde.

Suspiró pasando la página, negó y cerró el libro ―¿Cómo está Kaunis?, ¿Se quedó tranquila cuando te mar...-

―Ella está con tu madre, está bien ―aseguré apretando su mano ―Deja de preocuparte por los demás un segundo, ¿puedes? ―sonrió

Mi única razón para vivir {R. #1}✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora