Capítulo 27.

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B A S H.

El edificio era de color azul marino y el suelo de losa blanca, el nombre estaba escrito en blanco en el cartel clavado en el césped de la entrada, había grandes ventanales que dejaban ver los inmensos jardines que rodeaban el centro desde adentro, los enfermeros o como se llamaran caminaban con ropa casual, como si fueran cualquier persona y no los que sabían de nuestros problemas con las sustancias, ¿Tenía jardines?, sí, ¿Los especialistas sonreían con la mayor de las amabilidades?, supongo, ¿Tenía miles de espacios recreativos?, también, pero no por eso dejaba de ser un maldito centro de rehabilitación deprimente donde los demás que estaban en situaciones, mejores, iguales o peores que la mía, caminaban como si estuvieran muertos, sí, entendía ese sentimiento, porque era el mismo que transitaba por mi cuerpo y mente, sabía que no debía querer esa puta toxina, pero como la anhelaba, maldita sea.

Era un pensamiento en bucle, saber que lo quería, pero saber también que ya no podría volverlo a tener y por consecuente frustrarme, por eso el primer programa no me funcionó, es decir, si yo quería podía seguir consiguiendo cuantos cigarros de marihuana quisiera y cuantas botellas de alcohol mi billetera me permitiera, claramente mi adicción por fumar era más fuerte, pero ambas eran dañinas y por eso decidí tomar este programa, a pesar de que no me gustara estar encerrado, ni que me controlaran, era la mejor para Hope y para mí.

Me había convencido eso y lo que ellos llamaban "Reprogramación Emocional", lo dividían en: Diagnóstico integral, primer y segundo mes, Tratamiento integral, tercer y cuarto mes, Reinserción quinto mes y por último Seguimiento, el sexto y último mes, me impresionó que lo que muchas instituciones de este tipo lograban en un año esta lo lograra en medio, por eso me interné y aunque no era mi ambiente favorito, era necesario, estaba aquí con un único objetivo, salir sano y listo para cumplir todas las promesas que le había hecho a mi chica.

Estaba sentado en un banco de madera en medio del jardín por el que varios deambulaban, algunos hablando con compañeros, otros rascando sus brazos y otros simplemente estaban sentados solos, en mi caso observaba con el mayor desinterés un árbol de manzanas, sonreí para mis adentros recordando como la chica que me desquiciaba, los adoraba. Por el rabillo del ojo capté como una figura masculina se plantaba a mi lado, su cabello era de un tono marrón blanquecino y vestía de forma elegante pero cómoda, supuse que era el código de vestimenta de los trabajadores, mientras los internados usábamos sudaderas, pantalones anchos u otro tipo de ropa suelta, me miró a través de sus gafas grises con una sonrisa amable que me dio ganas de vomitar.

―¿Eres Bash Dalton? ―preguntó ajustando sus gafas y mirándome

―¿Eres el loquero? ―pregunté alzando una ceja y él mantuvo su sonrisa paternal

―Algunos me llaman psicólogo, pero respetaré tu término ―dijo anotando algo en una planilla, lo observé alzando una ceja

―¿Ya empezaste a escribir?, no dije más de tres palabras ―asintió mirándome, sus ojos cafés parecían tener cierta curiosidad y me hacían sentir incómodo

―Lo sé, pero me gustaría tener presente los detalles de cada interacción, ¿Estás de acuerdo con ello? ―cuestionó y volteé los ojos

―¿Tengo opción?

―Bash, lo creas o no, tu opinión me interesa mucho ―asintió y lo miré con desconfianza

―No, no estoy de acuerdo con que apuntes todo lo que digo en una maldita hoja ―él asintió y agarró el papel de la planilla rompiéndolo en dos y luego cuatro pedazos antes de dejarlos volar con el viento, abrí los ojos de la impresión

―Pues nada de apuntes, tendré que valerme de mi memoria ―dijo con simpleza, algo impresionado volteé de nuevo hacia el árbol con manzanas, me recordaba al olor del cabello de Hope

Mi única razón para vivir {R. #1}✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora