Capítulo 7.

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Bash.

Como cada día estaba de camino con Hope a otro destino desconocido para mí. Hoy se había presentado con el cabello de color azul cielo y violeta. Era una mezcla peculiar que me hacía cuestionarme por qué rayos, para mí, a ella todo le quedaba jodidamente bien.

Dejé de mirarla segundos después con pesar. No tenía ganas de que me sacara charla hoy, con su presencia era suficiente sin contar con que había fumado mucho más de lo habitual en lo que llevaba de día y eso no le agradaría lo más mínimo. Mi aliento debía ser una mierda.

―Hoy estás especialmente callado. ―Me miró brevemente y regresó su vista a la calle―. ¿Todo bien?

Comunicar... eso quería ella. Que le contara mis cosas.

―Mi padre me llamó.

Miré por la ventanilla.

―Oh, no sabía...

―No sabías que tenía familia viva, ¿no? ―Asintió apenada―. Para él es como si yo no existiera, así que es lo mismo. ―Me encogí de hombros.

Ella no respondió y lo agradecí. No quería hablar de nada de eso, los recuerdos y él me atormentaban lo suficiente, como para añadirle la mirada de desprecio y lástima que me concedería en cuanto supiera mi historia. Quedarse en la superficie era lo seguro.

―Creí que lo habías dejado ―dijo mirando mi cajetilla, no sonaba a reproche, pero sí a curiosidad.

―Hope, estas cosas no se dejan así, de la nada, por eso se llama adicción. ―Prendí el rollo blanco y le di una calada sintiendo todo el humo impregnar mis pulmones.

―No fumarás esa cosa en mi auto ―dijo seria y asentí.

―Detente, entonces. ―Casualmente frenamos en un semáforo rojo.

Antes de lograr bajarme ella puso seguro a todas las puertas, suspiré y la miré con cansancio.

―¿Qué te pasa Bash? ―Me miró frunciendo sus cejas rubias. ―¿Por qué estás así?, ¿es por esa cosa? ―Señaló el porro entre mis manos, di otra calada.

―Tú no tienes ni la menor idea de cómo se siente esta «cosa» como le dices. ―Mantuvo su ceño fruncido y di otra calada.

―Eso te matará ―dijo preocupada y asentí con desinterés.

―Tal vez sí quiero morir, ¿te recuerdo cómo nos conocimos? ―Me miró sorprendida―. Cumpliré mi palabra, a fin de mes hablaremos, pero no tengas muchas esperanzas. ―Seguía inmóvil―. ¿Avanzamos o me bajo y regreso a mi mierda de casa?

―No. ―Me miró y, por primera vez, pareció realmente enojada conmigo, pero estaba muy ocupado siendo idiota como para analizarlo―. No me rendiré contigo.

Su rostro tierno se relajó, pero sus labios rellenos y rosados seguían indicando inconformidad ya que estaban apretados. Una manía que había notado en ella. Ambos nos sumergimos en un silencio mostrando molesta hacia el otro y no lo dejamos ir hasta que llegamos a un parque.

Había pocas personas, algunas hacían ejercicio, otras charlaban bajo un árbol o en las bancas y se escuchaban los gritos y risas de niños provenientes de la pequeña zona de juegos. Puede que en otro momento no me hubiese importado demasiado, pero hoy era irritante.

―¿Qué helado te gusta? ―preguntó y reí brevemente.

―Se supone que soy yo el que te debe invitar, huracán.

―Las historias no tienen por qué seguir un patrón ―dijo, cruzada de brazos.

―A veces eres demasiado profunda para un simple mortal como yo.

Mi única razón para vivir {R. #1}✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora