Capitulo 23: "A casa, dónde pertenezco"

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Helena:

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Helena:

Ésta vez, cuando me quedé dormida, no soñé con aquel dragón dormido. Soñé con mi yo pequeña, literalmente. Estaba parada justo delante de mí. Sostenía un peluche que con tan solo mirarlo, lo recordé. Mi elefante de felpa que tanto amaba. Recordé que papá me lo había regalado cuando tenía 4 años y nunca lo soltaba, ni siquiera para dormir.

Mi yo pequeña empezó a correr por todos lados hasta llegar a un gran árbol.  Trató de escalarlo pero siempre caía, porque sostenía el peluche de elefante. Lo pensé dos veces en soltarlo pero al final lo solté y lo trapé con mucha facilidad.
Tenía solo 7 años y subí hasta la punta de éste último. Me encontré con un cielo, cielo azul que estaba nublado con las enormes nubes a punto de llover.

Todo se oscureció y empezó a llover. La tormenta me empapó completamente. Mientras me aferraba a una mano empecé a llorar, como las nubes, pero dejé de hacerlo porque me imaginé a seres indefensos al igual que yo; las nubes estaban llorando y yo me estaba mojando, si lloraba más, podría mojar a una niña o a algo más pequeño que yo.
Limpie mis lágrimas y me aferré a un más a la gran rama del árbol. Solo quería ir a casa, quería que alguien me llevase a donde pertenecía, dónde era feliz.

El escenario cambió de respente a mi habitacion. Hacia un pequeño dibujo de la perfecta familia que tenía. Mamá, papá y yo. Mi hermanito aún no nacía. Eran solo garabatos, pero parecía una artista. Mamá entra a la habitación y me carga con una gran sonrisa. Papá nos abraza a las dos y nos llena de besos. Por un momento pensé que la escena era real, que yo estaba ahí y quería uno de esos válidos besos y abrazos que tanto me daban cuando era pequeña, pero sabía que era mentira, que era un sueño, tal vez, mis lágrimas si eran reales. Caí de rodillas y una vez más, me estaba culpando por todas esas veces que me han mentido.

Corrí muy lejos, lo más que pude, pero solo veía oscuridad. Llegué a cansarme y preguntarme si valía la pena uir, debía aceptar lo que me han hecho y de alguna manera sacar toda la ira que tenía acumulada.

Sentí el roce de unas manos calientes en mi hombro; brinque en mi cama y desperté de mi sueño. Amezt estaba a un lado de la cama, vestida con una ropa muy inusual. Recordé que tenía entrenamiento con ella para probar los elementos donde tenía dificultad.

— Levántate, no te duches, luego del entrenamiento podrías hacerlo. Aquí está tu uniforme. — Decía mientras que con un dedo hacia volar las prendas había mi.

— ¿Como hiciste eso?

— Es mi don. — respondió.

— Creí que solo era curar, como lo hiciste con mi herida.

Señalé mi mano derecha, dónde Medakse me cortó.

— Al igual que tú poseo varios dones. Dos de ellos son el crear grietas en el espacio para teletransportar y curar, yo deshice el hechizo que pusieron en ti para reprimir tus recuerdos.

— ¿Fuiste tú?

— Fue difícil pero lo logré.

Recordaba casi todo, sobre todo la parte en dónde tía Etna puso el hechizo en mi. Desde allí solo recuerdo que mi vida continuó casi normal. Lo que no entendía fue por qué no me ocultaron de mis poderes también.

— ¿Eres igual que... — Dudaba si ponerle el apodo familiar, porque gracias a ella había olvidado toda mi infancia. — Etna, la bruja del cabus.

— No, yo soy parte Nijzsha gracias a mi madre — Respondió, mientras me ayudaba a pararme de la cama. — Solo tengo una parte del poder de mi madre y puedo crear Goliaths, no tan poderosos como los de mi madre.

Recordé los moustros gigantes y negros y los relacioné con las manos deformadas de Medakse. Tenía mucha lógica que esas cosas fueran de ella.

— Mi padre pertenecía a una tribu llamada Seirang. — Siguió. —  dónde la misma madre naturaleza les otorgó sanar, viajar y manipular la materia a su antojo y proteger el planeta. Sé poco sobre mi padre, pero sé que aún vive, o eso quiero pensar.  Etna pertenece a otra tribu que desconozco, solo sé que su familia ha tenido mucho más poder en cada generación, pues, se dice que hacía tratos con el mismo rey del inframundo, por eso muchos la llaman bruja. Eres testigo de lo que hace, probó en ti una técnica prohibida en la dimensión Ragnar, y no sé cuántas más ha usado para beneficio propio.

Me volvió a amarrar mis cabellos con el listón azul que me hizo usar el día anterior para la cena. Salimos de mi habitación había el patio del castillo y me sorprendió ver a tantas personas entrenar.

Eran como mis entrenamientos en la tierra.
Los que manipulaban el agua, estaba dentro del lago y no hacían simples figuras, como papá lo hacía. A más de 9 metros tenían blancos que debían tumbar con enormes disparos de agua.

Los que tenían el control de la tierra, hacían crecer las enormes plantas había arriba, atrapando a sus oponentes. Otros, levantaban pesadas piedras y las habían flotar. Definitivamente quería hacer eso.

El aire. El elemento que más se me dificultó aprender en casa. Trataban de haber remolinos pequeños en una botella de cristal, todos lo lograban a excepción de una chica.

Y por último el fuego. Eran solo 9 chicos que estaban entrenando. Tenían al frente antorchas cada uno. Debían encenderlas y luego a pagarlos con un solo movimiento.

Sabía que habían más personas que yo. Aquí en Ragnar no me sentía como pez fuera del agua, había regresado al océano donde pertenecía.

— ¿Cómo es posible que hayan tantos... Nijzsha? — Pregunté, observando a los chicos que controlaban el fuego.

— Por las gemas elementales — Dijo. — Cada uno de los portadores originales de las gemas tienen el poder de repartir un lazo de poder. Estos lazos permiten que el cuerpo y el alma se conecten con las gemas, ocasionando un equilibrio espiritual. Por miles de años, los portadores han compartido sus poderes con las personas de ésta dimension. Solo los primogénitos de éstos obtienen una parte del poder de las gemas y, según lo que averigüe en la vieja biblioteca de mi madre, si el portador original muere el poder de la gema pasa a su primogénito, todo el poder. ¿No es increíble?

No dije nada. Solo me imaginaba todo lo que Amezt me había contado, simplemente era increíble como tras generación, muchos años atrás estos poderes han existido.

El entrenamiento que tuve con Amezt no fue para nada nuevo para mi. Estaba acostumbrada gracias al entrenamiento que mis padres me hacian tomar en el sótano de mi la casa todos los días.

Avancé rápidamente con el elemento Tierra. Tuve un oponente llamado Greesk quien trató de encerrarme en una jaula echa de piedra, pero fui más astuta e hice un agujero bajo tierra y lo sorprendi por la parte de atrás, atrapandolo con unas enormes lianas que salían de la tierra.

Con el elemento aire se me complicó mucho más. Al principio no pude hacer remolinos, pero derribé varios blancos con unos golpes muy fuertes de viento. Era nuevo ese movimiento.
Aún no estaba del todo lista para enfrentar a mi madre y la fuerte amenaza que posee hacia la dimensión, estaba decidida a acabar con ella a toda costa.

Lazos En Cenizas [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora