¿Por qué el amor de mi vida no puede ser el antagonista de mi historia? Una historia de amor, rechazo y abuso familiar, pero sobre todo un romance único que te hará suspirar mientras derramas algunas lágrimas. Encontrarás la pasión de Bruno y sus du...
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Raras veces cuando me levanto no me miro en el espejo. Hoy quería no hacerlo, simplemente esquivar mi paso frente a la cómoda y no mirarme, pero las costumbres y manías fueron inventadas por el hombre para seguirlas, y más que seguirlas, obedecerlas. Me coloco frente al espejo y cierro los ojos por un momento, aterrorizado. Decido abrirlos. ¡Vaya por Dios! Literalmente no conozco mi reflejo. Una maraña de pelo negro, mi pelo, me cubre parte de la cara; al retirarlo mi imagen no mejora, todo lo contrario, deja al descubierto nuevos moretones y marcas rojas. Mis ojos verdes se asombran y yo, junto a ellos, me quedo estupefacto. La hinchazón no se vislumbra casi. Bendito sea el hielo y bendita sean las manos de mi madre. No me queda otro remedio. ¡Avanti Bambini, la vittoria e nostra!, Me digo silenciosamente y ni yo me lo creo. -No pasa nada, ya se borrarán- me habla mi subconsciente.
Rutinariamente me cepillo los dientes y me desenredo el pelo. No me peino, me paso la mano de forma que mis cabellos se amolden y es suficiente por hoy. Mi pelo es bastante largo, para ser un chico siempre lo he tenido un poquillo exagerado. No es que me pueda hacer una trenza, pero bien se me recoge en un muy cookie moño. Me coloco mis tenis Converse y los jeans negros que tanto me favorecen el cuerpo. Tardo poco tiempo en decidir que el color salmón combina con mi look y agarro una camiseta. La sudadera para cuidarme del potencial sol veraniego del Caribe no puede faltar.
Abandono mi cuarto y sé, claramente, que me espera una larga plática con mi madre. Al bajar las escaleras mis oídos perciben únicamente el habitual repiqueteo del desayuno que está casi listo. Curiosamente mi padre no está en la isla que funciona como mesa en la cocina, ni él ni su inaguantable periódico, ¿O el inaguantable era él?
-Buenos días, Bruno- me saluda mi madre.
Y me duele. Me duele que no sepa qué decir o qué hacer. Me duele que su voz denote lástima.
-Hola- y mi voz suena más áspera de lo que yo esperaba. Quiero romper el hielo yo, aunque, pensándolo bien, puede que el hielo me rompa a mí.- ¿Papá por qué no está desayunando?
Ayyyyy Ana María, ¿No esperabas que atacara tan pronto, verdad? Su cara se ensombrece, claramente recordando los sucesos de ayer. Siento pena por ella, por haberla puesto en este aprieto, pero no puedo comprender el porqué de su protección férrea a mi padre, quiero saber dónde está él.
-Desayunó temprano y se fue, tenía una reunión muy importante y tuvo que marcharse- su mirada se desvía de mis penetrantes ojos.
-¿Una reunión? Sí, como no- murmullo mientras cojo un tazón y vierto los cereales que tanto me gustan.
Mamá me acerca la leche y un plato con un huevo frito y jamón que retira de la sartén. Comienzo a desayunar pero sé que la tranquilidad y el silencio acabarán muy pronto. Ella retira una silla y se sienta muy suave, evitando hacer la menor cantidad de ruido posible. Es lo que llamaríamos como la calma antes de la tormenta. Continúo concentrado, o por lo menos aparentando concentración, con mi desayuno. No la miro, no quiero hacerlo.
-Bru, sabes que él no lo hizo a propósito- en ese justo momento compruebo que mis sospechas durante toda la noche se hacen sólidas, palpables, reales; lo va a defender.
-¿Ah no? Seguramente mi cara chocó contra sus manos- y la ironía hace que no apetezca más desayuna del que ya tengo en el estómago.
-Tú sabes cómo se pone a veces, hasta conmigo.
-¡No lo justifiques, joder! Siempre es lo mismo.- Me agito y mi puño, que se deja caer instintivamente en la mesa, derrama un poco de leche sobre el doiler.
-Yo sé que no. Pero él es así- Su tono es de súplica, de sumisión.- Por favor Bruno. Hemos vivido toda una vida con él y no ha cambiado nada desde el primer día.
-¡Tú has vivido toda una vida con él! ¡¡¡Yo no!!!- Tomo aire y me calmo, no tengo por qué gritarle a ella.- Dieciocho años a su lado, aguantando su corrupta impolutez no es una vida. Vida será el día que salga de aquí.- Tal vez me calmé demasiado porque mi voz suena desafiante y amenazadora- No lo dije por ti- y me acerco para abrazarla- Lo siento, no me gusta verte llorar, nunca me ha gustado; por eso cada vez que llegue borracho le voy a contestar y me le voy a enfrentar para que no te haga nada.
-Bru, tienes que entender que así es peor.
-¿Vámonos? A alguna ciudad lejana, para no verle más.
-No podemos, por lo menos por ahora no. No tenemos el dinero suficiente y yo personalmente no tengo la fuerza necesaria- me responde como apenada, como sufriendo por dentro.
-¡Es que no te quieres ir!- me interrumpe para rebatir mi afirmación y la paro en seco.- Estás controlada por él.
-Yo también intenté irme cuando tú eras pequeño- me grita y casi me asusta, pero continúa más pausada, más pacífica. -Yo lo intenté, y me encontró y me arrastró.- su voz se trasluce a un mero susurro- Te juro que si pudiésemos marcharnos en estos momentos lo haría sin dudarlo, pero no es algo para hacer de un día a otro. -hace una pausa y por un momento pienso que va a llorar pero no, ella es más fuerte- Tema zanjado, ven que te voy a curar.
Varios fomentos con agua fría, unos ungüentos más tarde y algún que otro poquillo de maquillaje para disimular los golpes fueron suficientes para que llegara la hora de la escuela.
Tomé la mochila y un minuto más tarde ya estaba en mi bici despidiéndome de mi madre. Si me pongo a pensar al final ha salido esta conversación mejor de lo que yo esperaba, más pasiva, mucho más calmada.
Comienzo a pedalear y al salir a la calle recuerdo mis golpes. Nadie me ha visto. Me cubro con la capucha de la sudadera y por un momento olvido todo, admirando la belleza del paisaje, del camino. El cantar de las aves en los árboles es algo único, algo especial; ya tengo una nueva musa para plasmar en algo que verdaderamente amo: la pintura. Veo a lo lejos, en el parque, a una pareja con un bebé, y en el fondo deseo que sean felices. Un perrito juguetea con el niño y ya sé lo que quiero para mi próximo cumple la semana que viene.
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