Un intenso dolor de cabeza no me deja coordinar mis pensamientos. Me duele, me duele mucho todo. Intento abrir los ojos y una luz me ciega por completo. No me puedo mover. Me rindo. Vuelvo a dormirme.
-Bru- susurra mi madre.
Intento responderle, pero no puedo. Me lo impide algo que no sé qué será, o tal vez no sea nada. Sencillamente me es imposible.
Caigo de nuevo en un lejano sueño.
-¡Bruno!- escucho a lo lejos una voz rota- ¡Despierta, joder!
Llora. Quiero saber quién es esa persona pero no puedo. Hago un esfuerzo enorme. Mi cuerpo me pesa, me es imposible mover al menos un músculo. Lo intento y a duras penas siento cómo mi dedo índice se levanta escasos milímetros y luego vuelve a su anterior posición.
-¡¡¡Movió la mano, movió la mano!!!- grita mi madre. Su voz es auténtica, inolvidable. Es la única que reconozco de todas las que, en lo lejos, voy escuchando.
-Tal vez fue un espasmo- responde alguien a la emoción de mamá- Un simple reflejo.
El silencio me inunda nuevamente, las nubes de la incomprensión me nublan la vista y los vientos de la oscuridad y el olvido pasan por mi cuerpo y mi mente. Caigo rendido sin importar mis esfuerzos.
-Hazlo- escucho cómo alguien da la orden sin entender qué tiene que hacer esa otra persona.
Siento la inmensidad de un aire puro que me recorre las vías respiratorias, me llena la vida y me inunda las venas de oxígeno en estado puro.
-Doctor, todo funciona bien, respira sin los equipos.
Escucho aplausos muy lejos y alguien que da contra algo duro.
-¡¡¡LO SABÍA, COÑO!!!
Ahora soy yo quien decide dejar de escuchar. Quien necesita que paren las voces en la eterna noche que vivo minuto a minuto, o día a día. Realmente no lo sé, no tengo idea del tiempo que pasa. Aunque ahora respiro más lentamente.
-Ma... Ma...- no puedo hablar, tengo los labios resecos- Mamá...- susurro forzando mi voz.
Mi madre se levanta. No puedo divisar ni dónde ni en qué estaba sentada. Solo sé que se apresura para llegar a mí y cuando lo hace, me abraza.
-¡No, señora eso está prohibido!- la requiere una mujer vestida de blanco, ataviada con una cofia en su largo cabello grisáceo.
-Perdone, perdone- responde mi madre secándose las lágrimas.
Estoy en el hospital. No recuerdo muy bien ni cómo ni porqué. Solo sé que a mi alrededor hay una infinitud de equipos que custodian mi cama, suenan con pitidos aterradores y hacen que todo me parezca más raro aún. Me siento débil, cansado. La cabeza me duele un poco.
-Agua- pido con dificultad y mi madre, de inmediato, me toma la mano y la besa diciendo cuánto me quiere.
Mi voz se escucha débil y rasgada. Rota e imprecisa. Débil y desgastada. Me arde algo encima del ojo derecho. La enfermera sale de la sala para buscar al resto del personal.
Mi madre se ve diferente. Se nota cansada, exhausta, como quien no puede más con lo que tiene ya encima. Tiene un corte en el labio superior, pequeño, pero igual antes no lo tenía, así que puedo vérselo.
-Agua- repito aún más cansado. La cabeza me duele y el cansancio hace que quiera volver a dormir, aunque no pueda.
-Bru, cariño, me tienen prohibido darte cualquier cosa- me dice mi madre con la cara tan afligida como triste.

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Bruno
Roman pour Adolescents¿Por qué el amor de mi vida no puede ser el antagonista de mi historia? Una historia de amor, rechazo y abuso familiar, pero sobre todo un romance único que te hará suspirar mientras derramas algunas lágrimas. Encontrarás la pasión de Bruno y sus du...