Capítulo XVI

215 41 171
                                    

Mi cabeza se encuentra apoyada al escaso vello que sobresale en la zona del pecho de Alejandro

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Mi cabeza se encuentra apoyada al escaso vello que sobresale en la zona del pecho de Alejandro. Su olor es inmensamente embriagador y yo, medio adormilado, dejo castamente en un mismo sitio, cerca de su corazón, un millón de suaves besos. No quiero que este momento termine, quiero que sea único, que trascienda en la relatividad del espacio-tiempo.

—Ale— le digo alzando mi rostro para dedicarle una mirada. Está sumergido en la inmensidad de mis ojos, mirándome lascivamente.— ¿Por qué no nos vamos ya?

—Porque ahora eres mío y decido lo que quiera y cómo quiera contigo.— Me responde tan autosuficiente que puedo llegar a odiar amándolo.

—Calma nene que eso no es así.— Ya me aburre el tema de las pertenencias; no le pertenecemos a nadie, no sé por qué motivo no lo entiende.— Yo soy libre.

Me mira dudoso y alza una ceja. Ríe descaradamente demostrando que le importa una mierda lo que yo digo, mis argumentos no le valen, para él sigo siendo suyo y nada lo cambiará.

Me planta un beso, de esos que me dejan sin aliento y me remueven las entrañas, incitando mis más demoníacos y eróticos deseos, llamando de nuevo a relucir los sentimientos que hace momentos me tenían en el éxtasis del placer.

Se pone en pie, desnudo, y su figura es visible a través de la luz de la Luna. Es guapísimo. Se aleja un poco y puedo observar cómo se agacha y toma algo del suelo.

Estoy sentado en el edredón esperando a que vuelva a mi lado. Al hacerlo se acerca y se arrodilla junto a mí. Trae un ramo de flores que me coloca en los brazos.

—Son crisantemos.— Me explica. Están bellísimos, extraordinarios diría yo.— He tomado los naranja. Cada crisantemo tiene un significado dependiendo del color que posean sus pétalos.

—¿Qué significan estos?— pregunto intrigado.

—¿No lo sabes?— Me inquiere con una risita que me reta.

—Por algo lo pregunto, ¿no?— Respondo cortante y para amenizar un poco la rudeza de mi respuesta le hago una pequeña mueca.

—El crisantemo naranja, como estos, representa el amor delicado.

—Pensé que no eras nada delicado.— Digo sarcástico.

—No lo soy.— Responde— Pero lo que siento por ti sí, y sobre todo tú. Tú eres lo más delicado que poseo.

Me abraza y me besa con pasión, otra vez, afirmando mis más claras sospechas: nunca me voy a aburrir de sus labios.

—¿¡Tan tarde!?— Se queja mi madre cuando llego a la casa, después del viaje de regreso en moto que he dado abrazado a Ale.

Hago caso omiso de sus palabras y voy derecho hacia mi habitación. Le oculto los pocos crisantemos naranja que traje, no pude llevármelos todos, aunque lo intenté. Tomo uno y lo coloco en mi cuaderno de dibujo, espero que ahí conserve su magia. Sé que para mamá lo que acabo de hacer está mal, así que no voy a gastar parte de mi tiempo explicándole, es por gusto. Me doy un baño y puedo sentir cómo van cayendo con el agua los besos que Alejandro dejó adheridos a mi cuerpo, su aroma y la sensación del roce de piel con piel son lo mejor que me ha pasado en esta vida.

BrunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora