Capítulo XVII

220 34 173
                                    

Mis pasos marcan mi camino en dirección al salón de visitas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Mis pasos marcan mi camino en dirección al salón de visitas. De nuevo el cacheo ha sido incómodo y verdaderamente odioso. El tétrico lugar me amarga desde el fondo y llena de un frío sepulcral mi corazón, lo congela más de lo que está.

La cara de papá al verme se dibuja con asco, odio; y a mí, a mí me da igual lo que él sienta. Vine para algo y lo voy a hacer, aunque mi vida dependa de ello.

—¡Sorpresa!— digo sarcásticamente, apoyado con ambas manos sobre la mesa. Papá toma asiento y cuando su rostro se enmarca en espectación, inquina y duda, decido sentarme también.

—¿Y tu madre?— me pregunta con indiferencia, como a quién no le importa lo que ha dicho, aunque yo sé que en el interior sí que le importa. Siempre se ha sentido apoyado por ella o por lo menos la presencia de mamá era para él tan neutra que sentía apoyo en su silencio.

—Hoy no la necesitamos— respondo sin exaltar mi rostro, manteniéndome imperturbablemente serio.

—¿A qué coño viniste?— sonrío un poco más y mis ojos se clavan en los de él.

—Eres mi padre, ¿no? Vine a contarte el mayor de mis secretos.

—Termina de escupir lo que vienes a decir— su mirada solo puede traducirse en odio, en rencor, incluso en asco.

—Estás inquieto, ¿verdad?— digo mientras mis labios se fruncen y su grosor se dibuja en una sola línea.

Me dedica una de sus miradas asesinas, y calla. Espera atento a que yo termine de hablarle. Hago una pausa y continúo.

—No voy a alargar esto más,— algo me salta en el estómago, el susto y los nervios quizá— ¿Recuerdas cada vez que me pegabas? ¿Recuerdas...

Me interrumpe con su atronadora y arrogante voz grave.

—No me vengas con tus discursos baratos.

—Solo quería saber si lo recordabas.— Le sonrío tierna aunque hipócritamente— Me golpeabas por algo muy específico, quisiera saber si lo recuerdas.

—Te golpeo porque tienes que aprender a comportarte como un hombre, y mientras no lo aprendas lo seguiré haciendo.

—Pues como que metido aquí no puedes hacer mucho.— No puedo evitar sentirme a gusto con mi comentario, me reconforta mucho saber que le duele estar en este inmundo lugar— Vamos a lo que venía.

—Sí, te gusta enrollarte mucho— río por lo bajo, dándome placer con su incertidumbre, mientras él se inunda de pensamientos agresivos en su mundo de oscuridad y acciones sin razón.

—Papá...— Suena cálidamente en mis oídos This is me, muy bajito para que solo yo pueda escucharla. «Fuerza, Bruno, puedes hacerlo» me repito una y otra vez— Me gustan los chicos.

—¡¡¡LO SABÍA!!!— grita furioso y su voz rompe los murmullos tristes de la habitación— ¡¡¡Eres un desviado!!!

Se levanta de un tirón y la silla en la que segundos antes estaba sentado, cae volcada al suelo por la fuerza bruta y la rapidez con la que se ha levantado. Yo, simplemente, espero.

BrunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora