Capítulo XI

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Mi rostro se descoloca

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Mi rostro se descoloca. Está guapísimo. Tiene un aire de suficiencia que lo rodea y me deja tonto, pasmado. De pronto, al recobrar mi cordura y controlar un poco mis instintos más carnales, me percato de que él está en el mismo estado en el que hace segundos yo me encontraba. Cierro tras mí la puerta y me voy acercando cada vez más al lugar donde está.

—Estás...— se traba al hablar, lo que me impacienta.— Estás muy guapo.— suelta por fin y mis mejillas toman cierto aire acalorado, lo que indica que me he sonrojado.

Se acerca un poco más. Me toma por la barbilla y me inclina la cara. Me planta un beso en un cachete y es como si me quemara la piel. Me arde su pasión y la calidez de su beso.

—Tú también estás muy guapo.— digo cuando por fin se aparta un poco, menos que antes.

—Pronto vendrán besos mejores.— dice haciendo caso omiso de mis halagos y entornando sus ojos de forma pícara, sexi, sexualmente misteriosa.

Lo vuelvo a mirar de arriba a abajo. Es estéticamente perfecto, nada comparado conmigo, soy un desastre, una sencillez y una simpleza comparado con él. Está vestido de blanco por completo. Calza especularmente unas zapatillos y el pantalón ajustado ejerce presión sobre zonas erógenas en las que no me detengo con la mirada por mucho tiempo; no porque no me gusten, sino por la vergüenza que pasaría si me atrapa mirándole por ahí. Su camisa, de mangas largas e hilo, le queda súper bien. Se le ajusta a sus brazos y deja entrever por su magnífico cuello V parte de su pecho. El pelo es completamente distinto al mío, nada más diferente, en lo que el mío es un enredo de ondas y rizos , el suyo está perfectamente peinado, ni uno solo de sus cabellos se encuentra fuera de su lugar. «Debe haber usado laca», pienso.

—¿Nos vamos?— me tiende una mano. Dudo por un momento y recuerdo que ya es tarde para decir que no solo por unos simples nervios. La tomo, algo inseguro.

No me había percatado de que la habitual moto eléctrica que usa, y en la cual fuimos a su “lugar especial”, no es la que está detrás de él. Esta sí es una moto. No sé mucho de este mundo pero algo me dice que es de las buenas. Por lo menos la marca sé que la he oído en otro lugar. YAMAHA, reza en su parte inferior, creo que donde queda el motor. Es completamente negra y su diseño, realmente llamativo, me atrapa la mirada. Es muy alta. Me da escalofríos de solo pensar que tendré que montar en esta hermosura. Se me acerca con un casco en la mano.

—Ven.— viene con las mismas intenciones del día de mi cumpleaños.— Deja que te lo ponga.

—No soy manco, ¿lo sabes?

—Claro que lo sé.—hace una pausa y me acaricia suavemente la palma de una de mis manos, lo que produce que mi cuerpo se estremezca completamente.— Ya utilizaremos estas manos en cosas más útiles.— me regala un guiño y su promesa eleva mi nerviosismo a la enésima potencia.

Deja suavemente un beso sobre mi frente, me dedica una fuerte mirada con esos ojos que siempre me interceptan en cada vistazo que echo a mis dibujos y comienza a cubrirme el rostro con la protección del casco. Él se monta, nuevamente me brinda su mano y al aceptarla me impulsa a montar detrás de él.

BrunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora