¿Por qué el amor de mi vida no puede ser el antagonista de mi historia? Una historia de amor, rechazo y abuso familiar, pero sobre todo un romance único que te hará suspirar mientras derramas algunas lágrimas. Encontrarás la pasión de Bruno y sus du...
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Cuando comienza a caer la noche y el crepúsculo del atardecer va apagando sus últimas luces, Alejandro frena la moto y reconozco donde estamos al instante. Mi segunda vez en su lugar especial. Recuerdo cada detalle de aquel día, el mejor de los cumpleaños que pude haber pasado.
La cascada sigue con su marcha constante y el olor de las flores es tan fuerte que domina completamente nuestro espacio. Alejandro deja un suave beso en mi boca y cuando quiero prolongar este momento, toma su dedo índice y lo coloca en mis labios. Me mira, tan profundo como siempre, y activa mis deseos más carnales. Comienzo a sentir que mi cuerpo arde.
—Dame un minuto y te mostraré la magia.— Recorre con la yema de sus dedos el borde de mi boca y se deleita introduciéndolo junto a la comisura. Le muerdo castamente y ríe.— Ven conmigo.
Me toma por la cintura y me arrastra hacia la orilla de la cascada, el brillo de la tarde noche la hace única.
—¡Quédate aquí!— Dice sosteniéndome imperioso y tomando mis labios de forma brutal, sorprendiéndome ante la cruda dulzura de su beso, dejándome prácticamente sin aliento.—Es una orden.— Recalca mientras aprieta una de mis nalgas, me muerde mi labio inferior con una maestría tal que me hace retorcer de deseo y se aleja dejándome en la soledad con el río.
Lo veo mientras ordena algunas cosas y realmente no capto muy bien lo que está haciendo, la oscuridad que comienza a caer y la relativa lejanía que me separa de él nublan mi vista, hasta que prende un encendedor. La mecha ilumina el suelo y mis ojos se maravillan a medida que las velas van siendo prendidas por él.
En el suelo reposa un edredón, no muy grueso, según lo que veo. Y la luz que se desprende ilumina la escena con una magia de ensueño. Alejandro viene caminando hacia mí con paso pausado. Está deleitándose conmigo, lo sé, y yo realmente lo hago con él. Se detiene un momento y contempla de una punta a otra a mi cuerpo.
— Estás muy guapo hoy.— No sé dónde colocar mis brazos ni mis manos. Su comentario ha hecho que me sonroje un poco.
—También tú.— Tal vez pudo sonar como un cumplido, sin embargo es la más pura realidad.
Me muerdo un labio, expectante, y observo la manera en la que se acerca, lentamente, muy lentamente. Es como un león acechando a su presa, y en este caso soy yo quien ha de ser cazado.
En el instante en que llega a mi lado y se detiene frente a mí, mis nervios florecen. Sus manos me toman por la cintura y las mías se apoderan de sus hombros. Nuevamente me toma la boca y esta vez sí que se deleita conmigo, estallo en emociones con el rozar de su cuerpo. Me agarra, con mayor energía, y pasa de mi cintura hasta mi culo; lo toma con fuerza y me impulsa de tal manera que caigo a horcajadas sobre él. Siento cómo la tela de su pantalón encierra su erección.
Río entre dientes y él no puede evitar hacer lo mismo. Nunca pensé que fuera tan fuerte, ni siquiera se queja al sostenerme mientras camina hacia el edredón. Me abrazo a él y acaricio su espalda, gozando de cada roce que siento con la tela.