Capítulo XIV

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—¿Cómo?— me repite extrañada

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—¿Cómo?— me repite extrañada.

—Lo que has oído mamá. No voy a repetirlo.— mis ánimos están muy, pero muy bajos. Observo cómo se pone sus manos frente a la cara y se lamenta.

—No puedo creerlo.— susurra en la calidez de sus palmas— Tu padre tenía razón.— habla silenciosamente, tan bajo que incluso yo paso trabajo para escucharla.

—Claro que mi padre tenía razón. Por algo nunca se lo negué.— tengo unas ganas de llorar que quieren dominarme y apoderarse de mí, sin embargo este no puede ser un momento para derrumbarme; «tengo que ser fuerte» me repito mentalmente.

Mi madre suspira y se limpia sus lágrimas; son escasas, pensé que el llanto sería mayor, aunque aún así me duelen en lo más profundo.

—¿Qué error cometí?— y un puñal invisible con el filo más pulido que la misma Escalibur penetra en mí.

—¿Error?— no puedo creer que sea cierto lo que estoy escuchando— ¿Me estás hablando de un error?— intenta silenciarme pero no puede, me niego a callarme. Estoy susurrando. Soy más peligroso así. En mis susurros están los verdaderos gritos desgarradores de mi alma; mi silencio sabe gritar a destiempo, sabe amenazar y matar. Sabe hacerme sentir libre.— Soy un error para ti. Como lo soy también para papá. Siempre pensé que me querías un poquito más que él.

—No... No quise decir eso...— no la dejo continuar.

—No lo quisiste decir pero lo dijiste.— «sé fuerte Bruno» me mentalizo para no perderme emocionalmente— Siempre pensé que eras diferente.

—Por favor, déjame explicarte.— me toma una mano y como si fuese un latigazo me desprendo de ella. Solloza profundamente.— Te lo suplico.

—¡Ya! Basta. Es suficiente.

—¡¡¡Tú eres mi hijo!!!— grita.

—Muchas veces parece que se les olvida eso.— susurro.

Me levanto. No puedo más. Mi madre me toma por la muñeca y me detiene.

—Coño cuéntame las cosas.— Intento apartarme para seguir mi camino pero su mano sigue aguantándome.— Aunque creas que no, yo ya sospechaba eso. Hace tiempo quería preguntarte, solo que después veía a Gloria y a ti tan unidos que dudé.

— Solo somos amigos.

—Lo sé. ¿Y quién me decía a mí que no eran algo más?

—Tengo dudas con ella. Creo que la quiero también.— tal vez no es el momento pero ya que no tengo a Gloria para sincerarme necesito a alguien. Aún así quiero irme, prefiero hundirme en mis penas solo.

—Ahora que me hablas de dudas, ¿hay alguna otra persona que te haga dudar de tu orientación sexual?

—Sí.— y los ojos color café oscuro de Alejandro ahondan en mi mente mientras sus labios forman tres palabras: «Te amo, Bruno», repite su imagen grabada en mi psiquis.

BrunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora