Capítulo XII

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No quiero abrir los ojos

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No quiero abrir los ojos. Quiero sumirme en un sueño que me deje en calma toda la vida. Quiero que mi paz sea constante, se alargue y no me deje escapar nunca de su mundo. Pero eso es algo poco habitual en mi vida: tener paz.

Con mis ojos cerrados puedo sentir a fondo sensaciones nuevas. Desconocidas para mí. Puedo plantearme mil dudas y dejarme confundir entre mis pensamientos. En el principio de la confusión está el primer paso para aclararnos, resolvernos nosotros mismos.

Me vienen a la cabeza mil imágenes centelleantes de la noche pasada: una moto que me hace sentir más libre que nunca mientras el aire me roza el cuerpo, un parque de diversiones que me llena de adrenalina y el regocijo que no tuve en mi niñez, una colina con un risco y unas luces que avisan la presencia brutal de la sociedad, una escena de sexo frustrado y sus ojos que me miran acusadores. Alejandro diciendo que es mi novio, cuando ni siquiera yo sé qué es eso.

Gloria no sale de mi mente. Siento que la estoy traicionando al omitirle lo que me está pasando. Siempre visualizo mi futuro con ella. Tal vez se lleve un chasco, y grande, pero debo contárselo, lo siento ya como una obligación. Mi cerebro se mantiene imperturbable clamándome que le cuente todo, sin embargo mi corazón me acusa intentando que no cometa ese grave error. Mis dudas me llevan por mundos que aún no conozco, me impulsan por precipicios de enredos que me atrapan y me consumen.

¿Por qué simplemente no puedo ser normal? Es por gusto contestarme esta pregunta, miles de veces me la he hecho y aún así miles de veces la he dejado sin responder claramente. Al final siempre concluyo en que prefiero ser diferente al resto, y no caer en esa mediocridad que me resulta el ser igual.

Gloria y Alejandro. Gloria, esa chica que está pendiente de todo, mi gran amiga y consejera, mi brazo derecho y mi amor platónico. Su cariño siempre ha sido para mí uno de los motores que me impulsa día a día, para seguir hacia adelante, para no dejarme caer. Ella es mi confidente, mi consuelo y el hombro en el que dejo de ser fuerte por cinco minutos, a su lado caigo rendido y desfallezco en llanto porque sé que es la única persona con la que puedo hacerlo. Alejandro es diferente, muy diferente. Pasé años odiándolo, había días en los que incluso no podía verlo. Lo esquivaba sin más. Y sin embargo hoy todo es diferente. Cada día que lo conozco un poco más voy tomándole cariño, por así decirlo, no quiero hablar de amor; aún no estoy preparado para eso y no sé si llegado el momento quisiera estarlo. Nuestra relación, de una forma u otra, siempre va a estar marcada por una sombra gris capaz de separarnos del mundo para no dejarnos avanzar. No puede haber amor entre él y yo. No sería ni la mejor opción ni lo justo para nosotros. Yo no quiero un amor a medias, si he de tener amor algún día quiero que sea real y único, que me complete, que revolucione mis sentidos para llenarme el alma.

Mi mirada se desvía para la pequeña cómoda que hay en mi habitación. Mi unicornio me mira. Ya han pasado dos días después de aquella noche tan... tan... No tengo palabras para calificarla. —Déjalo en que fue una noche nueva para ti.— me inquiere mi subconsciente. Amé literalmente cada segundo de lo ocurrido hasta que llegó ese momento de sensualidad, de intimidad. No me arrepiento de haber hecho lo que hice; pero sin lugar a dudas pude haberme comportado de otra manera, no sé, tal vez más comprensivo. «¡No!» pienso para mis adentros, «Estuviste en lo correcto, hubiese sido muy precipitado».

BrunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora