Capitulo 20

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Capitulo 20

Pov Nicoletta

Tres meses después

— ¿Cómo te sientes? — pregunto la doctora Santos, mi psiquiatra por segunda vez desde que había llegado a su consultorio.  Me había quedado en silencio observando la enorme pantalla plana que tenia por televisor y que desde que tuve mi primera cita siempre pasaba imágenes de paisajes muy hermosos.

Pose mi vista en la mujer de pelo canoso que lo sostenía con un pequeño lazo.   Respire profundamente recordando lo mal que lo pase anoche—. No muy bien.  Anoche volví a soñar con él y hace dos semanas que no lo hacía — respondí con lágrimas en los ojos y ella asintió anotando en su libreta. 

Ayer había soñado con Diego y las imágenes se repetían en mi cabeza una y otra vez.  El maldito recuerdo se alejaba de mi mente, pero había días que regresaban con fuerza.  Esos recuerdos me torturaban y me llenaban de rabia, miedo y angustia.  Cuando los recuerdos regresaban no podía dejar de llorar y me iba al baño para ducharme por horas.  Me sentía sucia y asquerosa por su culpa.  Estos tres meses de tratamiento me han servido de mucho, pero algunas veces los avances los dejo irse unos pasos atrás cuando lo recuerdo.

—Nicoletta recuerda que ya él no existe y no puede hacerte daño.  Tu solo fuiste una víctima y no te puedes sentir mal por ello.  Eres una mujer brillante y necesitas brillar — dijo mirándome como podría mirar una madre a su hija y yo asentí tratando de asimilar sus palabras—. ¿Sigues escribiendo como te dije? — añadió anotando otra cosa en su libreta.  Asentí con una leve sonrisa.

Escribir era parte de la terapia.  Debía escribir todo lo que sentía, todo lo que había vivido desde lo más profundo de mi corazón y así lo estaba haciendo todos los días.  Me sentaba horas mirando por la ventana y ahí comenzaba a escribir recordando todo lo que me había pasado.  Todo.  Comencé desde que me había enamorado de Adam hasta el momento en que me fui dejándolos a él y a mi hermana en Nueva York.  Además también escribía sobre mis progresos y mi vida ahora en Argentina. 

 La sesión siempre duraba dos horas y no fallaba ni un día, quería estar bien y olvidar mi pasado.  Siempre que salía de su consultorio me sentía relajada y liberada, mis demonios se iban y podía sonreír por horas.  Ahora en Argentina tenía una pequeña casa muy veraniega con muchas flores en el jardín y hasta tenía un gato gordo color naranja llamado Toby.  Al lado tenía dos vecinos y al frente otros pocos, solamente porque vivía en el campo donde vivían muy pocos, pero era mejor así.  Podía prender la música tan alta como quisiera, cocinaba sola a la barbacoa y me sentaba en el balcón a escuchar el murmullo del viento y el grito de algunos niños corriendo por la calle.

 —Nicole, ¿Qué tal estas?  Siento mucho venir a molestarte, pero este chiquillo quería verte — decía Emely subiendo los pequeños escalones de madera con su pequeña hija de un año, Nataly.  Ella era mi vecina de al lado y tenía tres hijos, todos muy lindo y educados como su madre y esposo, Roberto.

 Sonreí tomando a la niña de pelos castaños y sonrisa encantadora.  Era una niña tan inquieta que hasta a veces era una tortura cargarla en brazos de lo mucho que se movía y te halaba del pelo.

 —No es molestia, Em.  La pequeña siempre será bienvenida en mi casa — respondí disfrutándola de las suaves caricias de la niña haciéndome recordar al hijo que nunca pudo ver mis ojos ni yo los suyos.

Destinado a amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora