Capitulo 10

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Capitulo 10

 

Pov Adam

Estaba molesto, irritado y con ganas de pegarle a cualquier imbécil que se me pegaba al lado.  Intente tomar un vuelo lo más pronto posible y se me hizo imposible así que tuve que pasar la noche en un maldito aeropuerto para ver si había una aerolínea disponible.  No conseguí nada hasta hoy lunes que tome el avión y estamos a punto de aterrizar. ¿Quién se cree Nicoletta para no tomarme las llamadas?  Desde el día que recibí la llamada del abogado no pare de llamarla y ninguna vez recibí respuesta, hasta apago su móvil y en la casa las empleadas de servicios decían que tenían órdenes expresas de la señora de no pasarle mis llamadas.  El hombre de la casa soy yo y se hace lo que yo diga.  Ya va ver quién manda cuando ponga un pie en la casa. No pienso golpearla porque yo no soy un desgraciado para medir mi fuerza con la de una mujer sabiendo que todas son delicadas y puedo hacerle daño, pero unos buenos gritos puedo lanzarle.

El divorcio lo obtendrá sobre mi cadáver, pensé malhumorado mientras me levantaba del asiento al ver que ya habíamos aterrizado.  Con brusquedad me abrí paso entre toda la gente que intentaba salir primero y llegue a salir entre los primeros.  Mientras sostenía mi pequeña maleta me apresura en salir de la puerta de embarque.

—Buenas tardes señor, pero tendrá que venir con nosotros. — Unos tres hombres vestidos de oficiales estaban frente a mí y los tres eran corpulentos con una mirada desafiante.  Correr no era una opción.

— ¿A dónde? ¿Qué he hecho? — pregunte mirándolos a todos con seriedad.  No iba a permitir que con esas miradas de perros me amedrentaran. ¡Eso jamás!

—Aquí nosotros somos los que hacemos las preguntas. — El moreno sin una pizca de pelo en su cabeza me sostuvo del brazo con fuerza mientras los otros dos se colocaban a mi lado y en la espalda.  ¿Acaso tengo cara de terrorista? ¡No me jodan!

En silencio camine, pero estaba que me llevaba el diablo.  La gente me miraba con temor como si yo fuera un criminal o como si hubiera hecho algún ataque al aeropuerto.  Entramos por unas de las puertas que decía seguridad nacional y entonces si pensé lo peor.  ¿Qué carajo me iban a hacer?  Segundos después entramos por otra puerta y me encontré con una mujer sentada en una silla de metal y frente a ella estaba una mesa igual, no quería saber cuáles eran los artículos que había sobre ella y ni me interesaban.

La mujer no tenía ni una pizca de atractiva.  Parecía pesar unas doscientas cincuenta libras, su pelo rubio lo tenía recogido en una coleta baja y tenía un lunar sobre el labio demasiado grande.  Adam no mire su lunar, no lo mires y saldrás bien de esta, me repetí una y otra vez para calmarme.

— ¿Con quién tengo el gusto? — pregunto la mujer observándome con detenimiento.

—Adam Murray — respondí tratando de sonar sereno, pero no funciono porque aquella mujer enarco una de sus cejas.

—Quítese la ropa — ordeno la muy descarada mirándome a mí de manera altanera.

¿La ropa?  Está bien equivocada, yo no me pienso desnudar para calmar sus deseos carnales.  Que se busque un hombre que se lo haga y no me joda a mí.

Destinado a amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora