En un mundo donde el 80 por ciento de la población nace con algún tipo de poder los servicios de emergencia tendrán que adaptarse a la manera en que responden a las nuevas y diferentes situaciones a las que se enfrentarán todos los días. Si bien hoy en día existe personal y equipo de rescate especializado para todo tipo de contingencias como accidentes de tránsito, urgencias médicas, derrames de sustancias peligrosas y otras incluso más aleatorias; el surgimiento de estos poderes solamente incrementará la frecuencia y la variedad de los percances graves que ocurrirán alrededor del mundo. ¿Y si cualquiera de nuestros vecinos fuera capaz de quemar, derretir, vaporizar o envenenar con radiación toda una calle o una cuadra en un instante? ¿Cuántos desastres de gran magnitud podrían suceder en toda una ciudad en un mismo día? ¿Estaríamos listos?
Unos momentos antes de la llegada de Hayami y sus compañeros, en una de las pequeñas tiendas detrás de la carpa del circo DiMalloy bebía algunos tragos junto con Shigaraki, sentado con él en una mesa en la que revisaban los expedientes escolares de los estudiantes de la Academia que Dabi y Spinner habían sacado durante la invasión, mientras que en otra mesa detrás de ellos Aiba trabajaba en una laptop que tenía conectada la unidad de memoria que había utilizado durante el hackeo a las computadoras en la oficina de administración.
Los gritos de agonía de Jiro, que alcanzaban a escucharse desde el exterior, no parecían perturbar a ninguno de los tres.
—Fue muy astuto de parte de tus hombres traer todo esto —reconoció DiMalloy—. Estoy seguro de que nos será útil.
—Es cierto —respondió Shigaraki, seguramente feliz de que su equipo al fin tuviera algo que presumir frente al engreído del Doctor— Al parecer más que lo que pudo conseguir tu gente. ¿Cuánto más va a tardar esa chica en obtener algo útil de lo que sea que haya sacado de ahí? —dijo entonces, señalando a Aiba por encima de su hombro.
—Puedo escucharte —le señaló Aiba, como de costumbre sin levantar la vista de la pantalla ni dejar de trabajar, pero obviamente molesta—. ¿Por qué será que los que no saben nada sobre programación siempre creen saber cuánto debería tardar? Sólo porque yo lo haga parecer fácil no significa que lo sea.
—Dejémosla hacer lo suyo —quiso interrumpir DiMalloy.
—Sí claro, sería mejor que me dejaran "hacer lo mío"—respondió ella con sarcasmo y aún molesta—. No olvidemos que yo sigo cumpliendo con mi parte del trato a pesar de que se suponía que ustedes ya debían haber cumplido con la suya a estas alturas.
—Calma, ya te dije que no tienes de qué preocuparte —la tranquilizó el Doctor—. Sé que no todo ha salido según nuestros planes, pero mientras todos sigamos trabajando juntos, aún podremos obtener lo que queremos.
—Eso dijiste antes, más de una vez ¿recuerdas?. Y entre más lo pienso, más empiezo a creer que sólo me estás engañando con todo esto —dijo ella entonces, cambiando a un tono más serio—. ¿Sabes? En realidad pienso que estás tratando de ocultarme algo
—¿A qué te refieres? —le preguntó DiMalloy distraídamente, casi sin hacer caso a su insinuación. Aiba dejó de teclear un momento antes de seguir hablando.
—Siento que estoy olvidando algo importante y que tú estás permitiendo que yo lo haga —le dijo, tratando de hacer memoria.
—Oh, ¿te refieres a la otra parte de tu trato? Ya tenemos un plan para llevarlo a cabo también.
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My Hero Academia: El Diamante Rojo
FanfictionAkira Hayami es una nueva estudiante en la Academia U.A. y a pesar de las extrañas circunstancias que rodean su llegada, de inmediato deja encantados a todos sus compañeros de la Clase 1-A, excepto a uno. Sin embargo, queda claro rápidamente que Hay...