25. Un propósito para vivir

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En un mundo donde el 80 por ciento de la población nace con algún tipo de poder, muchos de los aspectos de la vida de las personas probablemente cambiarán, incluyendo para algunos sus metas y prioridades. Todos necesitamos tener un sueño, un objetivo final que nos impulse a esforzarnos siempre por alcanzarlo y así darle un sentido a nuestra vida, y en algún momento cada quien debe elegir y fijarse el suyo propio. Para todos es natural sentir el deseo de llegar lo más lejos posible, aunque solemos limitar nuestras aspiraciones para ajustarlas a las aptitudes y capacidades que sabemos que poseemos. Sin embargo, en esta nueva era en la que nuestras capacidades hayan llegado mucho más lejos de lo que antes habíamos podido imaginar, ¿cuál será el nuevo límite que alcanzarán nuestras ambiciones? ¿Qué pasaría si una cantidad desmedida de personas llegara a anhelar demasiado al mismo tiempo? ¿Podrá este mundo tan pequeño y de recursos limitados satisfacer los deseos de todos? ¿Qué tan grande resultaría el conflicto en caso de que no fuera así? ¿Se aproximará acaso una guerra en la que todos peleen por alcanzar sus propios objetivos? Una cosa es segura, lo más probable es que al final todo acabe con muchos más sueños rotos que cumplidos.

—¿¡¡¡QUÉ... QUÉ DEMONIOS!!!?

Kaminari no daba crédito a sus ojos. Luego de recuperarse del asombro de ver al diamante apoderarse de todo, él y Tokoyami continuaron buscando a su compañera perdida en la parte posterior del circo. Tras revisar un par de cubículos en el interior de la carpa, llegaron a la parte exterior e hicieron lo mismo con varias de las tiendas levantadas en ese lugar, hasta que Kaminari encontró una especialmente grande dentro de la cual se había construido una pequeña habitación de madera. Cuando atravesó la puerta se encontró con una escena que parecía salida de una película de terror. El piso, el interior de las paredes y el techo estaban cubiertos de manchas y salpicaduras rojas, y en el medio se encontraba Kyoka Jiro atada a la silla de dentista, aún consciente y con la boca llena de sangre, En una bandeja sobre un estante que estaba a un lado se encontraban las herramientas ensangrentadas que se habían usado en ella, junto con algunos dientes enteros.

—¡¡¡TOKOYAMI, POR AQUÍ, RÁPIDO!!! —llamó Kaminari desesperadamente a su compañero, antes de correr al lado de Jiro. Levantó las manos para ayudarla, pero tuvo que detenerse por un segundo. Aunque trataba de no entrar en pánico, casi no podía pensar y no tenía idea de qué hacer primero. Jiro estaba completamente atada a la silla de brazos y piernas y su boca seguía sangrando cuantiosamente. El aparato de plástico mantenía su boca abierta, pero Kaminari tenía miedo de tratar de quitárselo y lastimarla mientras lo hacía. Además, sus cables seguían atados entre sí detrás del respaldo, por lo que tampoco podía mover la cabeza. Se esforzaba por no ahogarse y por toser toda la sangre que podía hacia su cuello y sobre su pecho. Finalmente, al chico se le ocurrió desatarle primero las manos, para que ella misma lo ayudara a terminar de liberarla y le indicara qué hacer. Mientras lo hacía, notó la mirada en sus ojos y a pesar de la desesperación que reflejaban, supo que quería preguntarle qué hacía allí.

—Vinimos a... bu-buscarte —le dijo, haciendo un gran esfuerzo por mostrarse calmado, pero sin poder evitar que su voz se quebrara ni mantener una cara seria—. A ti y a Bakugo, s-se lo llevaron también. Vamos... to-todos nos están esperando.

Una vez que tuvo las manos libres, Jiro le indicó débilmente que liberara sus cables, lo cual en su angustia le tomó más tiempo del que que hubiera querido, ya que el nudo estaba demasiado enredado y apretado y él trataba de aflojarlo de la forma menos dolorosa posible. Jiro se quitó el aparato de la boca tan rápida pero cuidadosamente como pudo y en cuanto pudo moverse volteó hacia un lado para escupir toda la sangre al piso. Kaminari por fin terminó de desatarla, y al ver su estado, trató de poner su mano en su hombro, pero ella se la apartó casi de inmediato de un codazo. Casi se arrepentía de que la hubiera encontrado. No quería que ni él ni nadie la viera así, en una condición tan lamentable y humillante, en especial por los dientes que le habían arrancado. Resultaba demasiado obvio que sólo habían jugado con ella. Le hicieron lo que quisieron sin que pudiera defenderse, como si fuera un objeto con el que pudieran divertirse. Más allá de lo terriblemente doloroso que había sido, se sentía totalmente ultrajada.

My Hero Academia: El Diamante RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora