Carla continuó caminando hacia los establos, aunque no tenía idea de hacia a dónde iba. Su mente sólo estaba alerta al hecho de que Marina era viuda.
-Carla –la rubia levantó la vista y logró sonreír a su madre.
-¿Vas a participar hoy en la cacería?
-Sí –respondió ella, habiendo perdido el júbilo.
-¿Qué te pasa?
La muchacha trató de sonreír.
-Que voy a perder a mi madre, nada más. ¿,Sabes que Samuel ha dado autorización para que te cases con Brad?
Beatriz clavó la mirada en su hija, sin responder ni sonreír. Poco a poco fue perdiendo el color y cayó en los brazos de su hija.
-¡Socorro! –Logró exclamar la muchacha.
Un joven alto, que estaba a poca distancia, corrió hacia ellas y levantó al instante a Beatriz.
-A los establos –indicó Carla– donde no le dé el sol.
Una vez a la sombra, Beatriz empezó a recuperarse casi de inmediato.
-¿Estás bien, madre?
Beatriz echó una mirada significativa al joven, quien comprendió.
-Las dejaré solas –dijo y se alejó antes de que la muchacha pudiera darle las gracias.
-Yo... no sabía –empezó Beatriz– es decir, ignoraba que Lord Samuel estuviera enterado de mi amor por Brad.
Carla contuvo una carcajada.
-Yo le pedí autorización hace algún tiempo, pero él quería consultar con el rey. La vuestra será una boda poco habitual.
-Y muy pronta –murmuró la madre.
-¿Muy pronta? ¡Madre!
Beatriz sonrió como el niño sorprendido en una travesura.
-Es cierto. Voy a tener un hijo de él.
Carla cayó en un montón de heno.
-¿Daremos a luz al mismo tiempo? –Preguntó, asombrada.
-Casi.
Carla se echó a reír.
-Habrá que disponerlo todo cuanto antes, para que el bebé tenga derecho a un apellido.
-¡Nikki! –Al levantar la vista, la muchacha vio que Samuel se les acercaba– un hombre ha dicho que tu madre se encontraba mal.
Ella se levantó para tomarlo del brazo.
-Ven. Tenemos que hablar.
Momentos después Samuel meneaba la cabeza, incrédulo.
-¡Pensar que yo tenía a Brad por un hombre sensato!
-Está enamorado. Hombres y mujeres hacen cosas insensatas cuando están enamorados.
Samuel la miró a los ojos. El oro brillaba como nunca a la luz del sol.
-Demasiado bien lo sé.
-¿Por qué no me has dicho que ella era viuda? –Preguntó ella en voz baja.
-¿Quién? –Preguntó Samuel francamente desconcertado.
-¡Marina! ¿Quién, si no?
Él se encogió de hombros.
-No se me ocurrió decírtelo –y sonrió– cuando estás cerca de mí tengo otras ideas.
-¿Tratas de cambiar de tema?
ESTÁS LEYENDO
La Fuerza del Amor (Adaptada)
Ficção HistóricaToda Inglaterra se regocijó con la boda de ambos, pero Carla Rosón juró que su esposo sólo la tendría por la fuerza. Ante el florido altar, el primer contacto entre ambos encendió en ellos una pasión ardiente. Samuel García miró al fondo de aquellos...