Capitulo XII

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—Que deprimente —comentó Janine a mi lado.

Yo solo miraba a un punto fijo, dentro del salón de clases.

—Realmente...deprimente —volvió a decir—. ¡Monikaaa!

Creo que quería que demostrara un poco de atención hacía ella, y juro que había dado la orden en mi cerebro de voltear y decir algo, pero raramente solo me quede ahí, inmóvil, sin expresión y muda. Tal y como había estado hace casi tres semanas. Si, tres semanas en las cuales no había hablado con Dominik, ni él pretendía acercarse a mí, ni me miraba siquiera.

Soy patética, lo sé.

Janine suspiró sonoramente a propósito

—Monika, ¿Porque se supone que estas así? Has estado las últimas semanas como un zombi, y no hablas casi nada...

—Yo...lo que pasa es que —recordé lo que pasaba, que Dominik había dicho que no me volvería a hablar, y entonces un nudo se hizo en mi garganta—. No pasa nada, Janine.

Una vez sonó el timbre, salí con la vista perdida hacia el patio. Damian estaba sentado en el césped, y al verme se levantó en seguida.

—Monika —sonrió y se acercó a besarme, pero lo esquivé—. ¿Qué te pasa?

—Nada —dije cabizbaja

—Algo te pasa, y no me lo estás diciendo, dime ahora —me miró demandante

—No quiero hablar —volví a decir sin ganas—. Debo irme, nos vemos

Iba alejándome, pero me siguió y se detuvo frente a mí.

—¡Soy tu novio! ¡¿Qué te cuesta decirme que te pasa?! —me reclamó claramente enfadado

Lo estaba odiando vagamente. Enserio que quería llegar a mi casa y dormir, así no pensaba en nada. Pero se me estaba haciendo difícil con él.

—Mira, no quiero hablar con nadie, quiero llegar a mi maldita casa, y dormir, adiós —hablé con un leve tono de enfado, y me alejé.

No sentí a nadie tras de mí. Al menos Damian ya no seguiría jodiéndome por el resto del día, eso era algo.

Al caminar hasta las afueras del colegio, me encontré con Dominik en la salida. No me dirigió la mirada, no me dirigió palabra. Y esto no me estaba gustando. Lo miré de reojo. Quería ir corriendo, lanzarme y besarlo. Que cursi suena eso... pero lo haría a mi manera.

Los días pasaban prácticamente todos igual. Y era extraño, porque siendo un colegio tan grande, siempre chocaba con Dominik en los pasillos, en los casilleros, en el patio, en el comedor, en fin, en todos lados. Solo de vez en cuando me dirigía una mirada que luego quitaba a los pocos segundos.

—¡Maldita! ¡Ya escupe lo que te pasa! —Janine llegó de repente a mi lado, y gritaba como loca.

Si, así era su modo de preocuparse por mí. Cuando no quería decir algo, y se notaba que me pasaban cosas, ella me trataba mal obligándome a decirlo todo.

—Ah, ya dije que no pasa nada —contesté casi susurrando

Iba a irme del lugar, pero como todos hacían últimamente, me tomó del brazo y me arrastró hasta el baño de chicas.

—¡Ya! Dime, confía en mí, juro no andar gritándolo todo, estoy preocupada —su mirada y tono de voz eran serios.

Suspiré. Pensé en todo, y solté a sollozos.

—¡No lo sé! ¿Janine que debo hacer? Dominik no me habla, me dijo que no volvería a molestarme, ¡Pero necesito de sus estupideces! ¡Lo necesito! ¡Lo quiero, maldita sea! —exclamé, y las palabras retumbaban por el baño

Te odio y te amo |Dominik Santorski ☢RESUBIENDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora