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Al cabo de unas horas salieron de allí para dirigirse a la ciudad, sabiendo ya que tendrían que agotar todos los recursos, incluidas las pruebas de laboratorio, para saber a qué atenerse y deshacerse de todo eso. El Sr.Wang iba a emplear sus influencias para acelerar el proceso y que sus artículos tuviesen preferencia a la hora de hacer los análisis. También esperaba recibir de la policía los listados de objetos robados cuanto antes. Una vez sentados en el coche, tuvo la impresión de que había más cosas ahí que cuando estuvo la última vez de visita. Tal vez el socio iba aumentando la colección por su cuenta sin decirle nada y, así, le iba a tener atado de pies y manos mucho más tiempo de lo acordado en el contrato.

YiBo le sugirió que instalase cámaras de vigilancia disimuladas en los lugares estratégicos para saberlo con certeza. Si Xiang estaba haciendo eso, sería un motivo más que probado para rescindir el contrato de sociedad de inmediato y de forma irrevocable; cualquier abogado lo podría conseguir ante un tribunal o en privado. No se imaginaba al socio pasando por semejante escándalo si se hacían públicos sus sucios manejos.

El Sr. Wang se quedó en su oficina y se despidió de ellos muy agradecido, mientras le prometían regresar en cuanto les fuera posible para ver cómo se iban desarrollando las cosas. De todos modos, se mantendrían en contacto regularmente con los colegas una vez que empezasen la inspección en el almacén. Se ocuparían de que todo estuviese bajo control y sin levantar sospechas.

YiBo se sentó al volante del coche para llevarlos a casa, comerían juntos y, después, tenían que recoger los equipajes en su piso. Faltaban pocas horas para la salida del avión a ChongQing.

Cuando fueron de regreso al trabajo, YiBo se instaló definitivamente en el ático de Zhan y canceló el alquiler del piso de abajo. Empezó para los dos una convivencia que los tenía embobados, acaramelados todo el día, como en una luna de miel permanente y, esta actitud de ambos, no le pasó desapercibida a Kenji, que sonreía divertido al verles besarse o abrazarse por todos los rincones del inmenso caserón o por los hermosos jardines. También se percató de que las cosas habían cambiado en otros aspectos porque, a veces, sus teléfonos no dejaban de sonar y ellos mantenían largas conversaciones con el interlocutor de las que, involuntariamente, se enteraba en parte de lo que decían, debido al silencio habitual de la casa o a la buena acústica en los pasillos o en las grandes salas, ahora ya prácticamente vacías.

De todos modos, ninguno de ellos se escondía de Kenji. A estas alturas, su cariño por él y su confianza eran totales y, durante las comidas y las tertulias, hablaban abiertamente sobre los acontecimientos y avances en la marcha de la disolución de la sociedad de su padre, sin especificar demasiado. La discreción del guardián y su inteligencia le decían que, en cualquier momento, cuando fuese necesario, le pedirían su opinión o su ayuda; solo cabía esperar.

Un día, durante esos ratos de descanso, Zhan le tomó de las manos para preguntarle qué iba a hacer cuando ellos terminasen su trabajo. Ya habían comenzado a catalogar las antigüedades de abajo y cayó en la cuenta de que apenas sabían nada de su vida, excepto que siempre estaba allí para ellos y cuidaba la casa, que era lo que había hecho siempre.

-No voy a hacer nada especial, le contestó, soy millonario.

Ambos abrieron mucho los ojos al escuchar esto mientras el viejito se reía divertido al ver sus caras de estupefacción.

-¿Y por qué haces todo esto por nosotros cada día? le replicó YiBo, puedes contratar algunos criados para que lo hagan por ti y dedicarte a descansar.

-¡Ni hablar!, ¡me moriría de aburrimiento! Mi señor también intentó que lo dejara y le contesté lo mismo. Aunque, llegó un momento hace muchos años en el que, ambos, fuimos los mejores amigos más que amo y criado, y así continuamos hasta el final de sus días. Me indicaba que invirtiese en bolsa, comprando y vendiendo acciones de empresas al alza, incluidas las suyas que, con el tiempo, me proporcionaron un capital considerable que fui incrementando por mi mismo con todo lo que había aprendido de él, hasta formar parte de las empresas familiares como uno más de los socios minoritarios.

La curiosidad de Zhan y YiBo iba en aumento y comenzaron a hacerle un montón de preguntas más.

-¿Te casaste?, le preguntaba uno.

-Sí, y tuve dos hijos a los que crié prácticamente solo; aunque no fue tan difícil porque, al vivir todos en la casa, los chicos eran parte de esta gran familia también y, la esposa de mi señor, fue como una madre sustituta para ellos y los trataba igual que a los suyos, sin hacer distinciones. Mi mujer, una chica sencilla y generosa, murió muy joven, tras el nacimiento de mi segundo hijo. Tenía una malformación cardiaca y su débil organismo no lo resistió; aunque tuvo a los mejores médicos del país a su disposición para tratarla.

-¿Dónde están tus hijos ahora? Le preguntaba el otro mirando de reojo la hora. Les tocaba incorporarse al trabajo pero, estaban tan entusiasmados con la conversación, que decidieron alargar mucho más la sobremesa. No pasaría nada por tomarse ese descanso.

Kenjí reía y los miraba con mucho cariño. Luego prosiguió:

-Uno de ellos estudió derecho internacional y ahora trabaja en un gran bufete de GuangZhou; pronto le harán socio y, el mayor, es ingeniero de vías, canales y puertos. Está trabajando en Beijing para algunas empresas del gobierno.

-¡Vaya sorpresa!, le dijo Zhan muy sonriente, pero, no pareces muy convencido al hablar de ellos, de sus logros quiero decir, ¿me equivoco?

-Tienes razón, chico listo. Estudiaron sus carreras aconsejados por el señor y sacaron unas notas excelentes pero, creo que, en el fondo, no son felices. Debéis tener en cuenta que, tanto su madre -hija de campesinos de la zona- como yo, un huérfano japonés, somos gente de gustos sencillos y pienso que ellos lo han heredado, aunque ahora disfruten de esa otra vida tan distinta a la que tuvieron aquí. Por eso, hace tiempo que estoy pensando en algo que los atraiga para volver y quedarse, a ellos y a sus familias. Estoy seguro de que lo iban a disfrutar y aceptarían muy complacidos.

EL PINTOR DEL ÁTICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora