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Xiang fue el que empezó a animarse y no paraba de hacer comentarios o contar anécdotas, esforzándose por parecer simpático y dejar muy claro que era él el que manejaba la situación. A YiBo le cayó mal inmediatamente; no sabía por qué le inspiraba desconfianza y apretó levemente la mano de su madre. Ya que nadie quería seguirle la corriente fue él el que lo hizo; pensaba sonsacarle todo lo que pudiese para conocer la verdad de aquel encuentro tan inesperado y repentino. El otro contestaba a sus requerimientos con evasivas, no concretaba nada y pasaba de un tema a otro sin profundizar. Meilin le echó una mano preguntando a la chica su edad, estudios etc. Apenas tenía 20 años recién cumplidos y YiBo pensó que, esos diez años de diferencia que los separaban, seguro que lo harían parecer un viejo ante sus ojos. Le sonrió condescendiente y un tanto irónico e imaginó que debía estar tan incómoda como él. Meilin pasó después a charlar con la madre y así, poco a poco, se fue entablando una conversación más o menos cordial entre todos. Solo su padre permanecía callado casi todo el tiempo, contestando con monosílabos y concentrándose en la comida para evitar que lo inmiscuyesen en sus asuntos. YiBó se fijó también en que, al Sr. Xiang, le gustaba bastante empinar el codo, no se moderaba a la hora de llenarse las copas de vino y, conforme se le iba nublando la mente con los vapores del alcohol, se volvía más desagradable, tirano, despótico y maleducado hasta que, al final, acabó hablando él solo intentando que su padre le siguiese. Esta actitud le enojaba y deseó que se acabara la velada cuanto antes. Entonces, hizo algo que sorprendió mucho a su madre y la hizo sonreír, también a Lin; se aflojó la corbata y se desabrocho el primer botón del cuello, lo que dejó al descubierto un poco de uno de los chupetones que le había dejado Zhan.

Fue entonces cuando su padre le miró directamente con un aire melancólico que le puso en guardia y decidió llevar el peso de la charla junto a su madre hasta que finalizó la cena y la sobremesa. Estaba esperando la llegada del momento crucial de la propuesta y su mente no dejaba de pensar pero procuraba mantener la calma. A Xiang parecía que le corría prisa y, con la lengua medio trabada por el vino y los licores, le recomendó a su hija para que salieran juntos con vistas a una confirmación de noviazgo y posterior matrimonio. Aquello le pareció una orden más que una sugerencia pero, ante la mirada angustiada de su madre, desplegó todo su encanto y su exquisita educación para decirle que estaba de acuerdo; no tuvo más remedio que hacerlo para acabar aquello cuanto antes y porque su padre le miraba también suplicante.

-Sin embargo, me temo que no podré atender a su hija en mucho tiempo como es debido. Tengo varios compromisos laborales que me mantienen alejado de la ciudad y, después, me espera un largo viaje al extranjero, a Europa concretamente; supongo que mi padre ya le habrá hablado de ello pero, no se preocupe, estaremos en contacto. Además, su hija es muy joven aún, tenemos tiempo de sobra para conocernos mejor.

Le tendió la mano muy decidido a modo de despedida mientras se inclinaba y Xiang comprendió que no esperaba ninguna replica ni más apremios, por lo que se la estrechó y le devolvió el saludo, alejándose con su familia después.

YiBo acompañó a sus padres hasta el aparcamiento pero, antes, se detuvo en el camino para preguntar a su padre sin rodeos.

-¿Qué pasa aquí? Espero que me lo digas de inmediato, me debes una explicación.

Su padre se llevó las manos a la cara, estaba abrumado pero le respondió.

-Cuando comencé a expandir mi negocio para acaparar más mercado e irme deshaciendo de la competencia, tuve la desgracia de aceptar la propuesta de este hombre para tenerlo como socio porque me lo recomendó un buen amigo de confianza. Es muy rico y, aunque no sabe nada de arte o antigüedades ni le interesa, lo tomó como una inversión más 'para seguir aumentando su capital, o para blanquear dinero, no estoy seguro. A veces pienso que tiene contactos con la mafia. Una vez firmados los papeles, al principio, hice la vista gorda o quise desentenderme para no tener problemas, no lo sé, me sumergí de lleno en la ampliación que iba viento en popa. Con el paso del tiempo me fui dando cuenta de que no era trigo limpio,; me ofrecía artículos de dudosa procedencia, tal vez robados, o me metía en negocios con individuos que parecían falsificadores y traficantes de arte sin escrúpulos. Empecé e tenerle miedo y sólo se me ocurría tratar de protegeros a vosotros, manteneros al margen de mi error y acabé contrayendo una deuda con él de varios millones que, en estos momentos, no puedo pagarle porque no me lo permite. Tal vez lo hace para retenerme y que no me escape de sus garras y yo estoy dispuesto a vender lo que sea pero no me deja; pretende que le dé salida primero a todo lo que ha aportado a la empresa y yo no quiero correr ese riesgo, caería en picado mi reputación, incluso podría ir a la cárcel y no voy a permitir que vosotros paséis por eso conmigo.

-Ya basta papá, me hago cargo de la situación y voy a intentar ayudarte. Regresa a casa y yo pensaré en algo, trazaré un plan para sacarte del apuro sin que se entere tu socio. Mañana te pones a buscar todos tus inventarios y toda la documentación que tienes anterior a la constitución de la sociedad y yo me pasaré por la tarde con Xiao Zhan. Sé que me ayudará sin reparos, no estaré solo en esto, no os preocupéis.

Al ver la determinación y la seguridad con que afrontaba su hijo el desastre, su padre se lanzó a abrazarle ante la sorprendida mirada de su madre y hasta de él mismo.

-Me alegro de habértelo contado. Muchas gracias hijo, os estaremos esperando impacientes.

Se aferró al brazo de Meilin y ambos se subieron al coche mientras YiBo les despedía con la mano.

Regresó caminando despacio a su apartamento; no estaba lejos. Mientras iba pensando durante el trayecto se mezclaban los sentimientos porque, nunca se imaginó ver a su padre derrotado, asustado y atrapado por un indeseable. Ahora se intercambiaban los papeles e iba a ser él el que tenía que ser estricto, intransigente, con los pies bien firmes apoyados en el suelo ya que, de ese asunto tan poco afortunado, no tenía que enterarse nadie, excepto la gente de su máxima confianza y, algunos, solo en parte.

EL PINTOR DEL ÁTICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora