C 38

279 61 3
                                    

Las manos de YiBo recorrían su espalda erizándole la piel. Sus ganas de él se acrecentaban cuando las metía por debajo de la ropa y lo atraía hacia su cuerpo, cálidas y fuertes. Por breves momentos, los besos y caricias hicieron que perdiese la noción del tiempo y el lugar, abandonándose entre sus labios y esa mirada que le hablaba directamente al corazón. Cuando estaba con él, no tenía dudas sobre lo que quería y lo que sentía pero, en cuanto se separaban para volver al trabajo, a la rutina diaria y estable en la que se había convertido su vida, le costaba tomar decisiones. Por supuesto que quería vivir con él pero, ¿y si al cabo de un año o dos se cansaba de su forma de ser y lo dejaba? Aún no se había deshecho del todo de esos temores y sonrió ampliamente al ver que YiBo estaba tocando su sexo bastante excitado.

-No me provoques más, le dijo besándolo mientras le retiraba la mano. Reposo absoluto es reposo absoluto, también para eso; si nos pillan me muero de la vergüenza.

YiBo no dejaba de jugar con él cada vez con más atrevimiento y eso le hacía reír sin parar. Entró una enfermera para traerle la cena y la medicación; sonrió tímida al verlos así en la cama. Zhan se tapó la cara con una almohada muy sonrojado y aun se ruborizó más cuando él le preguntó a la chica si lo del reposo absoluto también incluía el sexo. Ella ya no sabía para donde mirar pero se sobrepuso:

-Tendrás que preguntárselo al médico porque mañana te manda a casa.

Estaba tan contento que se olvidó de todo lo demás y abrazó a Zhan, que se había bajado la almohada dejando al descubierto solo sus ojos, llenándole después la mejilla de besos. Ese chico había cambiado mucho, pensó sin dejar de mirarle enamorado y, una vez acabaron de comer, tras otro ratito de besos y caricias, se decidió a enfrentarse a sus dudas.

-¿Qué harás cuando volvamos de Europa?, ¿dónde te gustaría vivir?

YiBo le miró sonriente. Estaba muy complacido de que, por fin, se abriese a él en ese aspecto pero decidió no ser tan obvio, quería llegar lo más lejos posible para sonsacarle todas sus preocupaciones y temores.

-No me importaría vivir aquí en ChongQing, contigo. Mi trabajo en Sotheby's ha sido casi siempre itinerante porque no tengo ataduras familiares que me obliguen a un horario y a una vida estable; por eso, aceptaba los encargos fuera de Beijing para dejárselos a los que estaban casados. También he pasado largas temporadas en Londres, como ya sabes, una vez que obtuve mi licencia de marchante de arte y antigüedades por consejo de mi padre; así, podía abarcar un mayor campo en las ventas para los artículos de sus tiendas.

-Sí, todo eso lo sé, le dijo Zhan cabizbajo pero, a fin de cuentas, tu casa, tu familia y amigos están en Beijing y, en cierto modo, esa es tu estabilidad, el lugar al que vuelves tras cada viaje y yo...

-¿Tú qué?, le preguntó poniendo un dedo bajo su barbilla para que le mirase a los ojos.

-Pues..., suspiró antes de responder, no puedo dejar de preguntarme si no estoy siendo muy egoísta al no ofrecerte yo lo mismo y mudarme a tu apartamento.

Él le sonrió con dulzura, estaba conmovido por ser el causante de su inquietud pero, aun así, estaba seguro de que había algo más y quería que llegase hasta el final.

-¿Lo harías?, ¿dejarías todo por venirte conmigo a mi casa?

-Sí, pero..., YiBo levantó una ceja expectante, me gustaría conservar mi apartamento y pasar algunas temporadas aquí.

-Me parece muy bien, podemos hacer eso, le dijo mientras le abrazaba mirándole de reojo. Y, ¿serían temporadas muy largas?, añadió apretándole un poquito más las tuercas; porque tu trabajo en la casa de subastas es igual que el mío y, como pintor, puedes hacerlo en Beijing, te montaría un estudio en mi piso.

Como aun seguía pensativo y con el entrecejo fruncido sin atreverse a avanzar en sus cavilaciones y YiBo ya se figuraba lo que le rondaba por la cabeza, se separó un poco para tenerlo de frente:

-Nunca me cansaré de ti, jamás, ni dentro de un mes, un año o veinte. Envejeceremos juntos, viviremos aquí o donde sea porque, donde tú estés es donde yo quiero estar, ¿te ha quedado claro?

-Y yo quiero estar siempre contigo; donde tú estés estará mi casa, le dijo emocionado con los ojos brillantes y una esplendorosa sonrisa de felicidad. Y ahora vamos a descansar; tendremos que ser buenos y mantener tu reposo absoluto hasta mañana.

Se besaron entre risas y se acomodaron en la cama dispuestos a dormir abrazados.

-Recítame otro poema, ¿quieres?

YiBo tomó el libro que había estado leyendo y lo abrió por una página que tenía señalada:

VEN

Ven, mi amor, en la tarde de *Aniene
y siéntate conmigo a ver el viento.
Aunque no estés, mi solo pensamiento
es ver contigo el viento que va y viene.

Tú no te vas, porque mi amor te tiene.
Yo no me iré, pues junto a ti me siento
más vida de mi sangre, más tu aliento,
más luz del corazón que me sostiene.

Tú no te irás, mi amor, aunque lo quieras.
Tú no te irás, mi amor, y si te fueras,
aún yéndote, mi amor, jamás te irías.

Es tuya mi canción, en ella estoy.
Y en ese viento que va y viene voy,
y en ese viento siempre me verías.

(* Río de la parte central de Italia, es un afluente del Tíber)

R. Alberti

Zhan se durmió poco después sobre el pecho de su amante, tranquilo, con una leve sonrisa en su bonito rostro mientras YiBo lo miraba. No tenía mucho sueño porque dormitaba durante el día, sin nada que hacer. Había intentado escribir algún poema pensando que, ahora que el amor le desbordaba le sería más fácil, pero no, sucedió lo contrario. Ese sentimiento parecía más un impedimento que una vía rápida para que fluyesen los versos y no conseguía comprenderlo del todo. Cuando recordaba sus antiguos poemas, todo lo que había escrito hasta ahora, le parecían flojos, un tanto ingenuos, inmaduros y vacios, sobre todo eso, vacios y le molestaba. Se planteó no continuar, dejar arrinconada esta pasión para siempre o por una larga temporada, aunque fuese durante años y se sintió triste. Estas contradicciones le tenían confundido y volvía a mirar a Zhan que se mantenía abrazado a él. 

EL PINTOR DEL ÁTICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora