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El padre de Zhan le dio la mano en tanto que él le dirigió una mirada de agradecimiento antes de verle alejarse por el pasillo. Después, se dejó caer pesadamente en la silla de la sala de espera marcando de nuevo el teléfono de Meilin que le estaba aguardando ansiosa para que la informase. Sus padres le vieron reír tímidamente durante la conversación y supieron que todo estaba bien, ocupando un asiento a ambos lados para acompañarle. El les miró con cariño para decirles que se marchasen a casa; a partir de aquí, podía encargarse de todo hasta que llegasen los padres de YiBo pero su madre se negó, iban a estar ahí con él todo el tiempo que hiciera falta. Además, él tenía que ir a recogerles a su llegada al aeropuerto y así su novio no se quedaría nunca solo.

Al oír la palabra "novio" de labios de su madre y estando su padre delante, hizo que Zhan se sonrojase hasta la punta de las orejas, mirando a uno y a otro a hurtadillas mientras ella se reía dándole palmaditas en la espalda.

-Hay cosas que no se le pueden esconder a una madre ni a un padre y, cuando vimos tu cara de preocupación y miedo al llegar al hospital con él, no hicieron falta más explicaciones. Además, ya nos dijiste hace años cuales eran tus preferencias, sabes que lo aceptamos sin reservas y ahora, solo nos queda esperar para conocerle mejor, deseando que sea un buen chico y que te haga feliz, eso es lo único que nos importa.

Zhan se abrazó a sus padres agradecido mientras salía una enfermera para avisarles de que el paciente estaba ya en la habitación y todos se levantaron a la vez dispuestos a seguirla. Al entrar, no pudo evitar sobresaltarse al ver a YiBo con una mascarilla de oxígeno y un par de goteros con una aguja clavada en cada brazo; tenía los ojos cerrados pero los abrió enseguida al escuchar la puerta y los clavó en él y en su cara de susto que le hizo sonreír a duras penas bajo la mascarilla.

Se quedó parado frente a la cama sin saber qué hacer, con un montón de sentimientos y pensamientos atacándole a la vez y que no le dejaban avanzar, mientras, su madre, le daba un empujoncito para que se acercase a su lado mientras ellos se iban fuera, a esperar en el pasillo para que hablasen tranquilos un rato a solas.

Le tomó la mano con mucho cuidado y le pasó la otra por la frente; aun tenía fiebre pero no tanta y le sonrió con ternura, cambiando después a un mohín de enfado haciéndole toda clase de reproches por haber aguantado tanto tiempo estando muy enfermo y sin decirle nada. YiBo le apretó con poca fuerza la mano para tratar de explicarle pero apenas podía hablar, tenía la garganta completamente inflamada. Zhan comprendió y le hizo un gesto poniendo su dedo en los labios para que guardase silencio; ya hablarían tranquilamente en cuanto pudiese. La mano de YiBo estaba muy caliente y él se sentó en la cama para pasarle la suya de nuevo por la frente y el pelo mientras le veía sonreír, después, depositó en ella unos cuantos besos, acercando los labios a su oído para decirle bajito que casi se muere de preocupación y haciéndole prometer que no le haría eso nunca más. Él asintió mientras cerraba los ojos, notó que estaba cansado; acercó la silla que había al lado de la cama para sentase en ella sin soltarle la mano. Cuando entraron sus padres un rato después, se lo encontraron con la cabeza apoyada en el otro brazo sobre la cama; se habían dormido.

Se despertó al escuchar sonar su teléfono y descolgó a toda prisa. Era Meilin para decirle que tomaban el avión en ese instante e, inmediatamente, se levanto para volver a tocar la frente de YiBo; la fiebre seguía bajando y se lo dijo a su madre un poco más animado. Ella les mandó un beso muy fuerte antes de cortar la llamada. Luego miró la hora: las 7,30; tenía que salir enseguida para llegar con tiempo al aeropuerto. Sus padres dormitaban sentados en el sofá de enfrente con las cabezas juntas. Él sonrió mientras les daba un beso en la frente a cada uno y eso despejó a su padre. Zhan aprovechó para decirle que llamase a su hermana para no preocuparla y, cuando volviese con los Wang, ya podían regresar a casa tranquilos y él asintió estrechando su mano con cariño.

Salió apresuradamente de la habitación mientras las lágrimas volvían de nuevo a sus ojos por toda la tensión acumulada. No dejaba de pensar en YiBo y en lo cerca que había estado de perderle, o al menos así lo había creído durante muchas horas. Eso le hacía plantearse lo frágil que es la vida acomodada a la que nos acostumbramos, como si fuese a durar siempre y, verle de repente tan enfermo, trastocando el mundo idílico que se habían construido, le llevaba a replantearse muchas de sus ideas con respecto a lo que pensaba de cómo tenía que ser una relación. Ya no quería que fuese perfecta, al menos no como afirmaba antes. Ahora, solo deseaba verle sonreír y hablar con él completamente restablecido, escuchar sus poemas y mostrarle sus cuadros, atesorar los momentos en los que estaban juntos y se amaban porque le parecían muy pocos.

Se acordó de Kenji involuntariamente; tenía muchas ganas de hablar con él aunque fuese unos instantes pero, como iba conduciendo, no podía hacerlo, tendría que esperar. Necesitaba concentrarse para enfrentarse a los Wang porque, aunque Meilin se lo había tomado muy bien y casi que se había pasado el tiempo tranquilizándole a él más que cualquier otra cosa, sabía que estarían muy preocupados hasta que pudieran verle y hablar con el médico.

Se pasó la mano por la frente para despejarse y aspiró una gran bocanada de aire; no faltaba mucho para llegar al aeropuerto y tomó una decisión: cada segundo, cada minuto con YiBo iba a ser lo más importante del mundo para él de ahora en adelante, no iba a desperdiciar nada en su compañía. Entre los dos, construirían su propio universo en el que vivir y ser felices, tanto en lo bueno como en lo malo y, sobre todo, se iba a esforzar en quitarle esa manía a Yibo de guardárselo casi todo dentro sin atreverse a expresar lo que sentía realmente, hasta se calló que estaba mucho peor de salud de lo que le daba a entender estos días atrás. No se lo pensaba consentir de nuevo, nunca más. Y entonces sonrió de repente; estaba seguro en su interior de que, el bueno de Kenji, ya le había contestado.

EL PINTOR DEL ÁTICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora