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Cuando vio salir a los Wang por la puerta de llegada, corrió a abrazarles aliviado. Se sentía muy responsable por lo que había pasado y les hablaba atropelladamente. Le rondaban mil cosas por la cabeza al mismo tiempo; seguramente les dio un gran susto. Habían tenido que dejar todo para venir aun a pesar del problema que tenía el Sr Wang con su socio pero, Meilin, le tenía abrazado pidiéndole que se calmase mientras que, con el pulgar, le secaba las lágrimas que volvían a brotar sin control.

-No pasa nada, Zhan, cálmate, le dijo ella, ¿no ves que ese hijo mío es un raro? Tú no tienes la culpa de que se pusiera enfermo. Además, estamos un poco cansados de estar en Beijing revisando exhaustivamente el asunto de la sociedad de mi marido. Nos entrevistamos a diario con abogados, empresas de seguridad, vuestros compañeros que están haciendo un trabajo impecable, laboratorios, marchantes, expertos en antigüedades, encargados de tiendas y no sé cuántos más. El venir aquí es un respiro, como unas pequeñas vacaciones que estábamos deseando tomarnos.

Estas palabras junto a la sonrisa que veía en el rostro del Sr. Wang, le hicieron suspirar algo más tranquilo. Después, fueron a la cafetería del aeropuerto para desayunar mientras les ponía al corriente de la situación: YiBo estaba con antibióticos para bajar la infección y, si no lo conseguían así, le operarían para abrir las amígdalas y drenarlas.

-En eso se parece a mí, dijo el Sr. Wang, yo de pequeño tampoco pasé muchas de las enfermedades habituales como el resto de mis compañeros de la escuela.

Charlaron un rato más y salieron hacia el hospital con un Xiao Zhan más entero y, al llegar, YiBo estaba despierto y con sus "suegros" al lado, sin poder hablar casi debido a la inflamación de garganta. Ya le habían quitado uno de los goteros y la mascarilla porque estaba respondiendo bien a la medicación y, al ver a todo el mundo allí, alrededor de su cama, se sintió un poco abrumado pero sonreía, aunque por dentro pensaba que Zhan había exagerado un poquito las cosas. Aun así se lo perdonaba, reconociendo al fin que debió haberle dado un susto de muerte al ponerse tan mal de repente pero, ni él mismo se lo esperaba porque, el día anterior, si que se notaba fatigado y el dolor de garganta era un poco más punzante pero, como llevaba unos cuantos días con eso, no le dio demasiada importancia. El que le subiera tanto la fiebre y que le costase respirar, le sobrevino durante el sueño y apenas recordaba gran cosa.

No dejaba de mirar a Zhan que estaba enfrente mientras sus padres le besaban y lo abrazaban, muy contentos de que estuviese mejor y, en sus ojos, había una disculpa sincera y una promesa: no se lo volvería a hacer, no se callaría. Y él lo entendió, pasando al otro lado de la cama para tomarle de la mano y sonreírle también muy contento y aliviado.

Cuando entró la enfermera seguida del médico, se sorprendió al ver la habitación llena de gente junto al enfermo pero, ambos sonrieron a la vez mientras el doctor saludaba a los Wang con un fuerte apretón de manos. Estaba a punto de cambiar su turno y había pasado antes de irse para ver la evolución del paciente y reconocerle de nuevo, cosa que aprovecharon los padres de YiBo para ponerse al corriente y los siguientes pasos a seguir.

A él le cayó el alma a los pies al saber que tendría que permanecer en reposo absoluto durante dos semanas, como poco; seguro que se iba a aburrir sin Zhan a su alrededor todo el día y frunció el entrecejo, lo que hizo reír y también a su madre, que le pellizcó los mofletes mientras le aseguraba que lo iba a cuidar muy bien, a los dos mejor dicho... mientras estuviesen en ChongQing. Al rato, los padres de ambos estaban en animada charla unos con otros como si se conocieran de toda la vida, haciendo planes, sugerencias para recorrer la ciudad e invitaciones para quedarse en su casa, ofrecimiento que aceptaron de inmediato y, unas cuantas horas después, viendo que YiBo estaba cansado y pasaba el rato dormitando junto a Zhan, tras darles un beso a cada uno, se fueron los cuatro juntos a instalarse y a conocer al resto de la familia; regresarían después de comer, mientras ellos se miraban sorprendidos y divertidos al mismo tiempo.

Cuando se quedaron solos, YiBo abrazó a Zhan y éste recostó la cabeza en su pecho mientras se tumbaba a su lado en la cama. Le escuchaba hablar con voz gangosa pidiéndole otra vez disculpas; ni él mismo sabía que estaba tan mal hasta que le subió la fiebre y, a partir de ahí, ya no se acordaba de nada más. Zhan hacía muchísimo rato que le había perdonado y solo le daba besos por toda la cara y los labios, asintiendo entre dulces mohines que tenían encantado a su novio.

-Lo que me preocupa es que, si tengo que estar en reposo durante dos semanas o más, nuestro trabajo en casa de Kenji se retrasará igualmente y ya sabes cuáles son sus planes, le dijo con una respiración fatigosa que le encogía el corazón a Zhan, que lo volvía a besar y a llenar de mimos.

-No te inquietes por eso, seguro que lo entenderá y estará deseando que te repongas lo antes posible, hasta te regañará cuando se entere, ya verás, rió Zhan. Además, cuando llame a Sotheby's, enviarán a un sustituto para que me ayude a acabar el trabajo mientras yo te echo de menos todo el día y toda la noche.

-Que sea una chica, bromeó YiBo, no quiero que te vuelvas a enamorar en esa casa mágica.

Levantó la vista hacía él y lo besó dulcemente con cuidado en los labios.

-Eso nunca pasará, te amo sobre todas las cosas y ahora sí que sé muy bien lo que me digo, le respondió apretándolo contra su pecho y suspirando con los ojos brillantes por las lágrimas casi a punto de salir.

Les interrumpió una enfermera que traía la comida del paciente: crema tibia de verduras y mousse de helado en una tarrina de los que podía repetir. YiBo se frotó las manos muy contento por la deliciosa dieta entre las sonrisas de los presentes. Luego,ella salió aún sonriente tras haber dejado un humidificador enchufado al lado de su cama. El goloso de Zhan no tardó en meter el dedo en el helado para probarlo con una graciosa mueca de placer, mientras YiBo le daba palmetazos enla mano cuando ya iba a volver a comerlo. Y así estuvieron jugando un ratito mientras saboreaban la mousse en los labios del otro.

EL PINTOR DEL ÁTICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora