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Transcurrió un mes desde que Drian Reng se enteró de la relación existente entre Alisha y el rey

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Transcurrió un mes desde que Drian Reng se enteró de la relación existente entre Alisha y el rey. Un mes de puro sufrimiento, en el que día tras día pensaba la forma de llevarse a su hermana lejos de Tomhasei. El odio que sentía por el monarca trepaba por sus entrañas como veneno y lo único que deseaba era clavar un puñal en su cuello delicado. 

Cada respiración que daba era para contenerse de cometer un error.

Debía agradecerles a las Reinas por no tener que volver a la fosa. La Lucha de los Gladiadores se celebraba dos veces al año y ambos eventos ya habían ocurrido. Con la situación de su hermana no pensó ni una vez en la bastarda de Oleck ni como regresó a su casa. Tampoco les preguntó a sus compañeros.

Era de noche y estaba frente a la habitación real cumpliendo uno de sus turnos nocturnos.

Tomhasei llevaba sin mostrarse varias horas.

Drian intentaba no dormirse cuando un movimiento a su derecha le llamó la atención. Se trataba de una doncella morena, de cabello rojizo y parecía tener su edad. Se veía nerviosa, miraba por todos lados y en susurros pidió hablar con el rey. Un guardia se negó rotundamente, pero la muchacha movió su cabeza y suplicó una vez más:

—¡Por favor! Se trata de algo urgente.

El Kheam la miró de mala manera, sin embargo, terminó accediendo. Golpeó la puerta antes de entrar en la recámara del monarca y cuando salió le gruñó a la chica que tenía unos minutos. Por protocolo, tenían que revisarla así que fue Drian quien lo hizo. Intentó hacerlo sin que ella se sintiera incómoda, y cuando terminó, la doncella le dio una pequeña sonrisa en agradecimiento. Sin mirar a nadie, la chica entró a la habitación del monarca. 

Pasó bastante tiempo ahí dentro hasta que la puerta se abrió de golpe.

Drian casi gruñe cuando el mismísimo rey, desaliñado y con el cabello hecho un desastre, salió de la habitación con la doncella a cuestas. La tenía del brazo y ella no paraba de suplicar clemencia.

—Se echó a perder —dijo Tomhasei a nadie en particular y luego miró a la muchacha con asco—. Te dije que no hicieras ninguna estupidez, el filtro estaba para algo. Te buscaste esto así que deja de berrear porque ni eso te salvará —las palabras del rey no hicieron nada para confortar a la doncella y se puso a llorar más fuerte—. ¡Cierra tu boca, inmunda! Llévenla con Aeneas Kalos, él sabrá qué hacer con esta.

Tomhasei la empujó contra el guardia que se había negado a dejarla pasar, y entró a su habitación hecho una furia. Drian no podía comprender sus palabras, sin embargo, una sensación pesada se plantó en su estómago y creció cuando vio a su compañero llevarse a la chica a rastras.

—No es la primera a la que le sucede eso. No entiendo porque no beben el filtro y siguen sus órdenes —declaró Joan, otro guardia.

—¿Qué?

—Esa mergia está esperando un hijo del rey —dijo como si fuera obvio y Drian un idiota por no comprender—. Para él, no hay nada más terrible que una Impura tenga un bastardo suyo. No quiere cometer el mismo riesgo que su padre.

Antes esa confesión los oídos de Drían comenzaron a zumbar y dejó de escuchar las palabras del Kheam. Intentó decir algo, pero el terror que sentía no se lo permitió. El peligro que corría su hermana en compañía de Tomhasei era mucho más grave de lo que él pensaba. Tuvo que reprimir el impulso de correr a sus habitaciones y llevársela lejos. Ya no le importaba si perdía su puesto como Kheam ni tirar años de entrenamiento con tal de protegerla.

La llegada del amanecer fue eterna, y para cuando se dio el cambio de turno, su compañero ni la doncella habían regresado.

Sin decir adiós corrió en búsqueda de su hermana.

Alisha compartía habitación con otras dos muchachas que cada vez que lo veían cerca, lanzaban sonrisitas. Agradeció que fuera demasiado temprano para que estuvieran despiertas, no estaba de humor para lidiar con ellas.

Golpeó dos veces la puerta antes de que una muy dormida Alisha abriera. Su hermana llevaba puesto un camisón de manga larga y su cabello era una maraña desordenada. Si no fuera por la gravedad del asunto se hubiera burlado de ella por parecer una anciana.

Cuando Alisha se dio cuenta que era él, masculló un insulto en un idioma extranjero. Drian ya estaba acostumbrado a su mal humor así que la ignoró y le pidió que saliera un momento para no despertar a sus compañeras. Ali hizo caso a regañadientes.

No quería asustarla, aunque tenía que ser directo porque si no empezaría a dar vueltas con el tema y hablaría más de la cuenta. Sin pensarlo mucho le preguntó si seguía teniendo relaciones con el rey y si ya le había bajado la regla. Todo junto, rápido y casi sin respirar.

—¡Drian! —chilló mientras se ponía roja como el Arank y a su vez, él sintió sus orejas arder.

Cuando tuvieron la edad suficiente para entender el mundo, su tía Leeva los sentó juntos para hablarles de dónde venían los niños. Drian juraba que fue el día más vergonzoso para ambos. Alisha se había puesto a llorar diciendo que no quería tener hijos ni dolores, mientras que él quedó pasmado ante la idea de embarazar a una mujer si no tomaba precauciones. Cuando pasó al tema de las infecciones sexuales, los dos corrieron despavoridos de la casa.

—No, no lo hemos hecho otra vez —dijo pareciendo sincera—, y faltan unos días para que me baje. Si no tienes más preguntas estúpidas, volveré a dormir.

Alisha entró a la habitación sin decir adiós y le cerró la puerta en sus narices. 

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