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El entrenamiento de Kelleia no se basaba solo en luchas extranjeras. Cuando era más joven, su padre le insistió que aprender lo básico de sus propias fuerzas armadas era algo esencial.

Entrenó codo a codo con las tres fuerzas del reino en la academia militar: Kel fue el guardia real que la entrenó con cuchillas y espadas; con los Centinelas aprendió de las drogas legales e ilegales que suministraban y también le enseñaron a pilotear transbordadores y cuando llegó su entrenamiento con los Agentes, tuvo que espiar y recabar información para su padre.

Los Agentes eran los espías de élite del reino y estaban capacitados para buscar información dentro y fuera del reino sin que fueran detectados. Las actividades como parte de su entrenamiento fueron dos: la primera, recabar datos en Lazul y la segunda, entrar al reino vecino de Rolvin.

Para poder entrar en territorio extranjero sin que tuviera problemas, Oleck tuvo que hablar con la reina Astrid. Ella aceptó que la chica pudiera entrar en sus tierras, siempre y cuando se mantuviera fuera de la capital.
Nadie le aclaró a Su Majestad, que en una situación normal nadie le pediría permiso.

Antes de ingresar a Rolvin, le dieron una identidad falsa y dinero para quedarse en una estancia. Aunque ella usó parte de las coronas para comprar una pequeña cabaña; era una joven y estúpida, y le había gustado la idea de tener algo propio aunque fuera por un tiempo. Estuvo casi un mes hasta que pudo cumplir su misión y cuando regresó a Eldreck se quedó con el carné falso y la llave de la cabaña sin que nadie se diera cuenta.

Si querían estar unos días en Rolvin hasta comprar los pasajes del transatlántico iban a necesitar esa llave. No importaba si el guardia real no estaba de acuerdo, ella entraría al palacio a escondidas y recuperaría sus pertenencias.

Además de los callejones sin salida, la Capital tenía túneles y uno de ellos conectaba directamente con el palacio real Omnia Nox. Kelleia los descubrió cuando aprendió a escabullirse y a salir escondidas de sus padres. La primera vez que lo hizo se perdió y al regresar tuvo que pedir que le abrieran las puertas. Sus orejas ardieron todo el tiempo en que su padre la retó frente a Marlina, la Reina Corel y Tomhasei. Su hermano sonrió todo el tiempo en que Oleck la castigó. La segunda vez que salió, llevó un mapa y volvió a su casa por el mismo túnel.

A ella no le importaba si Drian no quería acompañarla, de hecho, pensaba que la retrasaría. Ella podía entrar y salir del palacio sin ser vista, además quería visitar la tumba de su padre antes de irse.

En los dos años que su padre llevaba muerto solo pudo visitarlo una vez: y fue la primera vez que sobrevivió a La Lucha de los Gladiadores. Llena de sangre, golpes y en shock se escabulló por los túneles hasta llegar al palacio. Corrió en la oscuridad sin que le importara ser descubierta y no paró hasta llegar a la capilla real. Una vez allí, le gritó un montón a su padre por la frustración que tenía encima y lloró hasta que no tuvo más lágrimas. Nunca antes de esa noche había asesinado a una persona y esa vez, mató a tres hombres.

Kelleia se ajustó el abrigo y se apoyó contra el árbol. Drían había entrado a la casa sin decirle nada y ella no estaba animada en escuchar sus quejas, sin embargo, hacía mucho frío para seguir afuera.

Dio unos pasos hacia la casa cuando la puerta se abrió y el guardia salió de ella. Frunció el ceño ante la mirada resignada del Kheam.

—¿Qué sucede?

—Iré contigo al palacio.

—¿En serio?

—Sí, solo espero que esto no nos explote en la cara —gruñó a la vez que se cruzaba de brazos—. Te juro que si terminamos en prisión te haré mucho daño.

—Me gustaría ver eso —dijo sonriendo.

Alisha y Ruy no estaban de acuerdo con la idea de entrar en el palacio y él no estaba contento con la idea de dejarlos atrás, sin embargo, no era ningún estúpido

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Alisha y Ruy no estaban de acuerdo con la idea de entrar en el palacio y él no estaba contento con la idea de dejarlos atrás, sin embargo, no era ningún estúpido. No llevaría al palacio a su hermana ni en un millón de años. Irían solo Kelleia y él.

Otra que no estaba contenta con la idea de la bastarda, era Marlina. No quería que su hija se metiera en la cuna del lobo. Aunque tenía que admitir que la chica era buena con las palabras, había logrado convencer a su madre diciendo que entrarían de noche y que en menos de una hora estarían de regreso.

El guardia esperaba que ella cumpliera su promesa, porque podía estar segura de que él sí lo haría. Si terminaban en el calabozo por su culpa, ningún entrenamiento especial la salvaría de su ira. No podía pensar que haría su hermana si él se marchaba y no regresaba.

—¿Estamos listos? —le preguntó Kelleia mientras le entregaba una cuchilla. Cuando frunció el ceño ella aclaró con voz inocente—: ¿Qué? Es por si tenemos algún inconveniente.

Drían inspiró hondo antes de tomar el arma. La paciencia no era lo suyo, y la chica tenía una capacidad de superar su límite.


¡Hola! Bueno, aquí seguimos con este especial por las 500 vistas.
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