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Tomhasei

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Tomhasei

La Impura había escapado y eso era imperdonable. Claro que no era la primera que decidía pasar del anticonceptivo, más de una se embarazó con las expectativas de tener un futuro mejor y a ninguna de ella le había ido bien. Quizá el Averno las había recibido con los brazos abiertos por cometer semejante estupidez.

Pero esta pequeñaja era la peor de todas. Se había escurrido en su propio castillo, casi bajo sus narices. ¡Maldita sean las desgracias! Quería vomitar y romper todo. Nunca nadie fue tan descarado de escapar de él y Alisha Reng no sería la primera. La buscaría y le haría pagar por su desacato.

Y aun así debía admitir que era inteligente. A diferencia de las otras, no había dicho ni una palabra de su embarazo y esperó paciente a que él estuviera fuera para poder escapar. Ella y su hermano, ese Kheam traidor, hicieron una jugada maestra. Pero aún no habían ganado el juego. Todavía estaba a tiempo de encontrarlos y hacerles pagar. No sería misericordioso y no existían palabras en adanés que lo cautivarán. Ese par pagaría por todo.

No era su padre, no cometería su mismo error. No traería un bastardo al mundo cuando solo daban problemas y vergüenza.

Tomhasei no tenía ni la menor idea de dónde podían estar ya que el transmisor del Kheam estaba completamente destruido. El guardia los desconectó a pocas horas de marcharse y la última localización figuraba a pocos kilómetros del castillo.

Fue un maldito iluso al pensar que sus problemas se habían resuelto con el fallo de la Alianza. Solo quería paz y descanso. Pero ahí estaba: teniendo problemas con una maldita Impura.

Los días pasaban y esos inútiles no habían hallado nada.

La mayoría de los faroles que estaban por las rutas aledañas al castillo no tenían cámaras implantadas y eso los retrasó un montón. No tenían idea de dónde se habían metido.

Los hermanos Reng eran oriundos de Rao, una provincia al sur del reino, y no tenían familia más que ellos mismos. Sus padres murieron en accidente y su tutora murió al tiempo que el Kheam se enlistó como guardia del rey. Tomhasei pasaba horas y horas mirando el fichaje de ambos, como si de alguna forma encontraría información útil.

Con resignación decidió que él mismo debía poner el asunto en sus manos. Estaba cansado de esperar y no recibir nada de sus hombres. Todos eran unos inútiles que no servían para nada y solo hacía que se enfureciera. Salió de su habitación vestido con ropa cómoda y encaminó a la sala de control. Esa que estaba cerca de su despacho y de la sala del Rey. Ignoró a los guardias apostados en su puerta y a los sirvientes que le hacían una señal de respeto cuando pasaba a su lado. Ninguno de ellos merecía su atención.

Necesitaba tener control de la situación y avanzar porque estaba a punto de explotar. Tenía que encontrar a esa maldita Impura costara lo que costara. Se le revolvía el estómago pensando en ese bastardo que crecía en el vientre de la mujer.

EL DESIGNIO DE LAS REINAS ✓ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora