4. Búsqueda intensiva.

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—Abuelo, vamos a caminar.

El señor mayor refunfuñó con amargura y golpeó su bastón contra el suelo.

—Yo no voy a caminar, soy bastante grande como para que me digan que hacer. — negó repetidamente.

—Pero el doctor dijo que debías hacer actividad física... Es por tu salud. — la joven de pelos teñidos estaba estresada.

—¡Me importa una mierda! Yo digo que no voy a hacerlo y no lo voy a hacer, Miriam.

—Pero estás con presión alta, si no le bajas a la sal al menos cuídate un poco, no te pido mucho. — trató de ser más comprensiva para persuadir al abuelo.

—Mira, me voy a morir cuando me tenga que morir. No voy a andar con tonterías hippies para la "salud"

—No son hippies, dios santo que viejo más terco. — se tiró al sofá detrás de ella para quedar frente a él.

—Primero: ¡Más respeto, yo te ví en pañales jovencita! Segundo: no me vengas a hablar de la vida, mientras ibas yo ya daba tres vueltas.*

Señaló con el dedo con aires de superioridad.

—Hazlo por mi...— suplicó Miriam juntando las manos.

—No, ya dije que no y no me vas a hacer cambiar de opinión. — se cruzó de brazos sin a desistir.

[...]

—¿Viste que estaba lindo caminar, abu? — Miriam sostenía el brazo del señor mientras el refunfuñaba bajo la bufanda.

—La brisa que da es refrescante y está muy tranquilo el vecindario. — sonrió cerrando los ojos unos momentos.

—Me estoy congelando con este frío y está así porque hay una TORMENTA de nieve, querida — dijo con sarcasmo —Si Claudia estuviera aquí estaría de acuerdo conmigo.

—Hay Juan José no seas tan quisquilloso~ — lo empujó amistosamente —Qué? ¿Quieres irte tan rápido? Si recién vamos por la primer cuadra, ja ja.

—¿Por qué de todos mis nietos me tenía que tocar ésta tan pesada? — dijo Juan al cielo.

—Vamos, me quieres y lo sabes.

—Creo que te equivocas de persona. — miró al otro bromeando.

—Ja ja, graciosito, voy a comprar unas cosas al chino ¿Me acompañas?

—¿Para que me preguntes delante de todos los vecinos de qué talla son mis pañales? No gracias, te espero. — Miriam lo miro avergonzada.

—¡Fue sólo una vez!

—Y lo gritaste alto, ahora ve que me congelo. — se rió mientras su nieta cruzaba la calle para ir al chino.

Para que decirlo en voz alta, adoraba a su nieta más que los otros, que ni se digan a visitarlo a menos que fueran fiestas. Ella había sacrificado, a pesar de las protestas de él, su carrera de diseño gráfico en otra ciudad para cuidarlo.
¿Cómo no quererla? Si se quedó con el más viejo malhumorado y sínico de la ciudad. Ella era su orgullo.

Siguió pensando hasta que escuchó algo pesado derrapar en la nieve, lo último que alcanzo a ver y escuchar fueron las luces de una camioneta roja próximas a él.

[...]

—¡No!

Otra vez sueños raros, o mejor dicho recuerdos, me atormentaban por las noches sin dejarme dormir.

—No quería irse así, no de esa forma... — yo seguía en trance, balbuceando.

Después de repasar los "sueños" me puse contenta al ver que eran iguales a mi, más la chica de pelo violeta ¡Yo era como ella! Eso sin duda me dejaba más tranquila, aunque también confundida.

HajinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora