29. Cuernos y astas

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Me volvía a dar una terrible comezón en el cuello y permanecía aunque me aplicara crema hidratante.

-Está... Rojo. - me dije al mirarme en el espejo.

Los números grabados con tonos un poco más oscuros en mi piel ahora se veían más y se me complicaría ocultar los ésta vez. El número 612 de mi cuello normalmente no se notaba mucho, había líneas más finas que otras y la "marca" era irregular.

Solo espero que no se vea.

Preparé un poco apresurada una pañoleta roja que tenía en una caja y la até alrededor de mi cuello, para luego salir de mi cuarto rápidamente.

[...]

Me estaba mareando, como tantas veces en mi vida. Solo que esta vez era por miedo.

¿Nunca les pasó de notar algo e específico en todas partes cuando antes no lo veían o no le prestaban atención? Me está pasando muy seguido, hasta el punto de sentir que eso en especial me persigue a dónde voy.

No había notado tantas cornamentas en el campus, ni en mi salón, mucho menos en mi vida cotidiana.

Ahora volteaba frecuentemente a los lados con miedo, ¿Sabían que actualmente una de las especies más prósperas en temas de reproducción son las Gacelas?

Las veía en todo momento y no paraba de tener el presentimiento de que Él iba a aparecerse entre la multitud.

Varias veces en el día me sacaron un susto terrible cuando mis compañeros de clase querían preguntarme algo.

Ahora lo que más odiaba lo tenía a flor de piel, que me tocaran ya era soportable a esta altura, pero con las pesadillas mis miedos empeoraron. La única solución que encontraba era evitar las cornamentas a toda costa, aún si eso me resultaba desgastante.

Me había acostumbrado a el constante tamborilleo de mi corazón las veinticuatro horas del día y los siete días de la semana. Realmente estaba estresada y con mucha ansiedad todo el tiempo, no podía descansar despierta ni dormida.

Me quedé quieta, aferrada a las correas de mi mochila, sudando como nunca en mi vida.

Louis, el "Jefe" del club de teatro estaba frente a mí, un ciervo que por ende, tiene astas; unas astas muy pulidas.

No sé si habrá notado mi estado porque se me quedó mirando con cara amargada un buen rato, yo solo me limitaba a rogar a la virgen santísima que este momento incómodo pase de una vez.

-¿Qué te pusiste en el cuello? - me dijo mi "senpai" casi enojado.

Claramente estaba preguntando por la pañoleta roja cubriendo mi nuca. ¿Qué le importa? ¿Acaso le afecta? Todo terminó siendo un incómodo no intercambio de palabras unilateral. Básicamente, el pregunta, yo miro al suelo.

Lo oí suspirar, si bueno, el chico es intimidante.

Y Dom, mi querido Dom, me vino a salvar de una muerte segura llamándome desde la otra esquina del estudio. El estaba junto con los demás chicos, ninguno con cuernos.

"Quizá no lo sepas, Dom, pero te debo una grande" pensé mientras trotaba hacia el pavo real.

-Que bueno que ya llegaste Sora-chan, tenemos que terminar la decoración ya que éste año no podremos hacerlo con rosas. - miró indiscretamente a Legosi.

Asentí, siempre me incomoda el hecho de que le pongan a mi nombre el "chan" para hablarme, lo malo es que aquí todos usan honoríficos.

Aún estaba un poco temblorosa después de todo, lo único que pasaba por mi cabeza era: ¿Y si la notó? Toqué mi cuello preocupada, debería cuidarme de ese ciervo.

Hoy tenía ganas de irme temprano, pero tendría que darle justificación a Sanou y lo único que me hacía querer salir era un paquete de mochis que compré a mitad de precio ayer en la tarde.

¡El mochi me llama!

La primera vaz que probé esas cosas fué en una tienda, estaban dando muestras de la gloriosa masa hecha de arroz glutinado machacado hasta convertirse en una pasta dulce que se amasa en cubos o esferas, ésto es una comida de dioses.

Sí, otra cosa a la que soy adicta en mi lista de alimentos industriales ultra procesados favoritos -aunque este en especial no es el peor entre los otros- que me harán mierda cuando sea mayor. Aunque no creo llegar a sobrevivir hasta ese punto con mi suerte.

Empezamos a re-pintar cosas del año pasado y a ver la posición de las luces, momento en el que no pude ni siquiera ayudar. Casi se me cae un foco si no fuera por los reflejos de Legosi, quien lo agarró antes de que tocara el suelo.

-N-no es necesario que me ayudes, puedes irte ya. - dijo el lobo con nerviosismo.

Rayos, hasta el más tímido y tranquilo me pedía que no lo molestara a resumidas cuentas.

Me iría si no fuera por la culpa que estaba sintiendo... No mentira, no me iba por el chico más insoportable del universo: Pina. El carnero ni bien vió que me estaba yendo, me tomó del brazo y pidió mi ayuda en cosas absurdas como sostenerle su agua o su puta toalla.

Puto Pina. ...Queda bien, ahora me voy a referir a él mentalmente como "P.P."

A todo ésto, me estaba muriendo de calor, especialmente hoy que la temperatura era cálida y no estaba como para usar el uniforme de invierno y algo en el cuello.

Y para colmo, no me pude ir ni bien terminó el club, tuve que quedarme para limpiar.

Legosi se quedó también, junto con Kibi, la mangosta quejumbrosa. Los cuatro nos pusimos a acomodar todo y sacar el chiquero que los demás hicieron mientras practicaban.

Mientras ponía agua en una cubeta, el calor me estaba consumiendo, hasta los chicos me preguntaron si estaba bien por el color rojizo de mi piel. Traté de ignorarlo pasando un trapo húmedo por el piso repetidas veces, pero en el escenario había algo que me llamó la atención.

Se habían olvidado los guiones ahí, así que dejé las cosas y acomodé los papeles para ir a llevarlos a la oficina que usa Louis. El siempre los guarda ahí.

Para mi suerte, al entrar no había nadie. La habitación estaba más fresca que el estudio, por lo que aproveché a quitarme la pañoleta tratando de quitar el calor.

Escuché la puerta abriéndose, así que me puse la tela nuevamente alrededor de mi cuello, Louis estaba entrando.

-Ho-Hola - saludé nerviosa, como si me hubieran pillado cometiendo algún crimen.

-¿Qué haces aquí?

Señalé rápidamente los papeles, diciendo "Se te olvidaron" y yéndome enseguida.

Me salvé por los pelos.

Minutos antes.

No creía lo que estaba viendo, simplemente había venido aquí para practicar mi papel y encontré el lugar ocupado por alguien más.

La chica nueva del club, la rara e inadaptada Sora, un animal misterioso estaba en mí oficina de espaldas a mí.

Le iba a protestar, cuando la ví quitándose esa tela roja que llevó todo el día en el cuello, como si estuviera ocultando algo. Parecía tener calor, porque su piel blanca y sin nada de pelaje estaba rojiza.

Centré mi atención en su cuello, unas marcas de colores más oscuros que su piel estaban grabadas en la misma, pude leer un número en concreto: 612, antes de que se diera la vuelta por el ruido de las bisagras de la puerta.

-Ho-Hola - se volteó inmediatamente.

-¿Que haces aquí? - pregunté casi inmediatamente, ocultando el hecho de haber estado presente desde antes.

Se puso nerviosa, claramente quería que nadie supiera de la marca en su cuello.

Balbuceó algo incomprensible y se fué corriendo, dejándome más en claro una cosa: ella y yo teníamos algo en común.

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Holaaaaa, al fin publico algo después de días y días...

Sean felices jajsj

Bye~

HajinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora